El tiempo pasa y las lecturas suman nuevos destinos, más kilómetros y autores. Desde que empezó el ciclo del ecléctico grupo Alejandría en marzo del 2005 –con la propuesta de invitar a cinco escritores a leer, cuatro inéditos o con poca obra publicada, y el quinto, el consagrado o consagrada, a cargo de cerrar la noche–, el intercambio y diálogo entre todas las generaciones de narradores dejó de ser una empresa “casi” imposible. Trece años de lecturas ininterrumpidas se celebran apostando por “un itinerario más federal”, como comentan en la entrevista con PáginaI12, que incluirá visitas a Junín, 9 de Julio y Mar del Plata durante la primera mitad del año. El regreso –hoy a las 19 en La Minga (Maza 1165), con entrada libre y gratuita– contará con las lecturas de la narradora boliviana Liliana Colanzi, el excepcional dramaturgo y director de teatro Mauricio Kartun, más los tres integrantes de Alejandría: Clara Anich, Yair Magrino y Paula Casal. El menú del lanzamiento se completa con una feria de libros y editoriales, música de Jerónimo Siletta y la proyección del corto Filet de Merluza, con guión y dirección de Juan Pablo Tunesi.

–¿Cómo se logra la continuidad ininterrumpida? ¿Cuál es la “fórmula”?

Clara Anich: –No podemos decir que haya una fórmula pero sí constancia y disfrute. Nos gusta lo que hacemos. Con el tiempo, fuimos creando un espacio que va más allá del lugar físico donde nos encontramos y más allá también de quienes conformen el grupo. De alguna manera, nos dimos cuenta de que Alejandría logró trascendernos también a nosotros mismos. 

Yair Magrino: –Alejandría es el ciclo, es un punto de encuentro y una referencia. Un lugar que fue cambiando, incorporando proyectos, sumando gente al equipo; y que siempre, a lo largo de sus trece años, mantuvo las puertas abiertas. Escritores que mandan sus textos por mail y a los que nunca les vimos la cara; y las convocatorias de autores nos dan, acaso, parte de esa fuerza que se necesita para llevar adelante un proyecto así. 

–¿Por qué decidieron salir de la Capital y rumbear hacia otros destinos? ¿Apuestan por una federalización del ciclo?

Paula Casal: –Sí, a eso vamos. Buenos Aires nuclea mucho de lo que pasa alrededor. Aun los festivales llamados nacionales suelen tener como foco Buenos Aires, como sede y centro de producción. Para nosotros eso no está mal, pero agotarlo ahí no va con lo que pensamos. Hoy, además, la oferta de ciclos en Capital es increíble. Hay muchos espacios de lectura, algunos muy buenos. De alguna manera nos muestra que Buenos Aires ya “está cubierta”. 

C.A.: –Desde sus inicios, el ciclo fue pensado como un espacio para tender puentes, acercar a escritores y lectores. Así el año pasado logramos concretar un deseo que ya tenía varios años: alargar esos puentes.  

Y.M.: –En 2016 fuimos a Las Flores, Pergamino y Gualeguaychú. La experiencia fue hermosa, tanto por la participación de escritores en las convocatorias zonales –un gran termómetro para ver que no estábamos equivocados– como por el público.  Así que este año volvemos a apostar: Mar del Plata, Junín y 9 de Julio, de acá a junio. Más adelante, la idea es ir a otras provincias.

–A partir de la generalización del uso de mensajes de audios en los teléfonos celulares, se percibe una vuelta de la oralidad y la importancia de la voz. Los festivales literarios tienen cada vez más lecturas que antes. ¿Por qué se da este resurgir de la oralidad y la necesidad de escuchar las voces de los otros? 

Y.M.: –Para nosotros esto no es nuevo. Si bien se suman nuevos formatos, el espacio de los ciclos, las lecturas y las viejas revistas literarias siempre tomaron la oralidad para sus encuentros. Quizás ahora esto se ve en otros canales también, como los audios de whatsapp o el resurgimiento de los audiolibros. Nosotros creemos que son recursos que se actualizan y como muchos, terminan incorporándose más allá de para donde fueron pensados. Las voces de los otros, las lecturas, humanizan y brindan cierta calidez en un mundo excesivamente virtual. Poder ponerle cuerpo a una voz y después compartir una sobremesa con esos escritores sigue siendo una de las virtudes del ciclo. Disfrutamos mucho de eso.

–Más allá de que una cosa es el taller literario y otra la lectura, ¿creen que muchos de los escritores que pasaron por el ciclo ponen a prueba sus textos al leerlos en voz alta? ¿De qué modo opera la lectura sobre la textualidad?

P.C.: –Sí, absolutamente. La lectura permite poner el texto en escena, y aunque siempre influye la manera de leer del autor, ver y escuchar cómo reacciona el público es maravilloso. El escritor no tiene muchas oportunidades de ver al lector en vivo y los ciclos son una forma hermosa de hacerlo. Por supuesto, y cada vez se nota más, hay autores que se acercan y hasta coquetean con lo performático. Está el que pone algo de música, agrega algo de vestuario o trabaja sobre la voz, o simplemente elije para leer un texto que gane con la oralidad. El triángulo autor-texto-lector queda bien expuesto en la lectura.