Un bar en Londres a fines de los setenta. Robyn Hitchcock de los Soft Boys y Andy Partridge de XTC aún no se conocían en persona, pero un programa de TV los había citado allí para una entrevista y finalmente llegaba el momento. Hoy reconocidos como dos de los talentos más originales de su generación, en aquellos días apenas comenzaban con sus carreras y los recelos entre ambos los mantuvieron a la defensiva: “Desde que Robyn apareció con los Soft Boys siempre estuve muy atento a lo que hacía”, confesó Partridge en una entrevista reciente. “Era alto, fachero, estaba al frente de una banda con una creatividad feroz y le habían puesto la corona de Syd Barrett… ¡Más que como un par lo veía como competencia!”. Hitchcock tiene un recuerdo similar de aquel encuentro: “Nos sentíamos amenazados el uno por el otro. Percibíamos las similitudes, pero éramos demasiado inseguros como para formar una alianza. Ese día Andy estuvo rápido y genial como el motor de un Rolls Royce, yo era más bien un aeroplano”. Hoy, cuarenta años más tarde, aquellos rivales anuncian con una sonrisa de oreja a oreja su primer trabajo en colaboración, Planet England, un EP de diecisiete minutos que, según afirman entusiasmados, es solo el comienzo de mucha más música por venir.

Con cuatro canciones cantadas en su mayoría por Hitchcock y producidas y arregladas por Partridge, Planet England explora las conexiones entre ambos, las cuales van mucho más allá de lo musical. Los dos nacieron en el ’53 y crecieron durante los años de reconstrucción de la posguerra entre bicicletas, sidecares, teddy boys y casas aún destrozadas por los bombardeos. A comienzos de los setenta ambos comenzaron y abandonaron la escuela de arte para dedicarse al rock, Hitchcock en la ciudad universitaria Cambridge (a la que llegó luego de largarse de su hogar natal en Paddington, barrio del noroeste londinense) y Partridge en una ciudad industrial sin demasiado lugar para el arte como Swindon. Enamorados tanto de las melodías de los Beatles como de la psicodelia garagera y el cancionero de Syd Barrett o Kevin Ayers, hacia fines de los setenta ambos sacudieron la escena británica con sus bandas, pero mientras los Soft Boys rescataron ese pasado para navegar a contracorriente de su tiempo (“El punk recibe una atención inmerecida y desmedida”, confrontaba Hitchcock en una entrevista de la época), XTC partió del mismo lugar para absorber su tiempo e instalarse en el futuro, picando en punta hacia la idea de modernidad que gobernaría los ochenta: los mismos Soda Stereo tuvieron a XTC como influencia esencial en sus comienzos, tanto desde la música y el look como en el diseño de tapas y logos. Así lo resumió Hitchcock: “Los XTC eran estrellas pop que lograron evadir a los oficiales de la aduana New Wave para llevar su sensibilidad Beatle a los años ‘80. A los Soft Boys nos detuvieron en la frontera por ser flagrantemente retro y nos mandaron de vuelta al vacío”.

Tras la separación de los Soft Boys en 1981, Hitchcock se embarcó en una prolífica carrera con treinta discos editados desde entonces, algunos esencialmente acústicos como solista y otros más eléctricos acompañado por The Egyptians (integrada por dos ex-miembros de los Soft Boys) o por los Venus 3 (banda que contó entre sus integrantes con Peter Buck de REM, fanático incondicional del británico). Con el correr de los años, el irrefrenado flujo de conciencia de sus primeras letras dio lugar a una veta de cantautor donde supo fundir a Barrett, Dylan y Lennon en un estilo propio e inconfundible, un magnetismo de familiaridad singular con tanto lugar para el absurdo como para lo sentido a corazón abierto: en un mismo disco podían encontrarse líneas como “Napoleón/ usaba un sombrero negro/ comía mucho pollo/ y conquistó media Europa” (“Cynthia Mask” ) a otras como “¿Sabés?/ Solía llamarla y nuestros pensamientos se entrelazaban/ como si el teléfono fuera un sofá/ Pero en estos días/ incluso decirnos ‘Hola, ¿cómo estás?’/ ‘Muy bien, ¿vos?’/ nos lleva todo el sudor” (“Linctus House” ).

Los XTC, con Andy Partridge y su amigo Colin Moulding al frente, fueron mutando el sonido con licencias experimentales de guitarras angulares y baterías marcadas de sus comienzos para convertirse poco a poco en maestros creadores de un pop exquisito, un cambio que se fue dando sobre todo a partir de los ataques de pánico que Partridge sufrió a mediados de los ochenta, los cuales lo llevaron a abandonar giras y escenarios en medio de shows y tener problemas legales con su compañía. Dedicados a ser prácticamente una banda de estudio, en 1986 editaron su obra maestra, Skylarking , producida por Todd Rundgren. De allí en más, los problemas constantes con su compañía y el perfeccionismo detallista de Partridge los llevaron a publicar apenas tres discos más hasta su separación en 2006 (además de uno de psicodelia vieja escuela editado en 1987 bajo el seudónimo The Dukes of Stratosphear). El último trabajo de la banda fue un doble editado por separado cuya primera parte, Apple Venus Vol. 1 (1999), es una gema pop concebida por Partridge con instrumentaciones orquestales minimalistas y estructuras complejas que no pierden el brillo característico de su obra. Las letras, por su parte, fueron desde las referencias a radios, cables y luces de neón de su primer disco a escenas donde la naturaleza y lo urbano se funden sin cursilerías: “¿Cómo podés sonreír y pronosticar/ que todo va a mejorar cuando deje entrar al sol/ si justo cuando pensé que el cielo/ comenzaba a ponerse azul/ mil paragüas se abrieron/ dos mil paragüas se abrieron/ diez mil paragüas se abrieron para arruinarme el paisaje” (“1000 umbrellas”).

En 2006, Hitchcock y Partridge anunciaron que estaban trabajando en un disco en conjunto, pero finalmente grabaron apenas tres canciones y el proyecto quedó en pausa. El año pasado decidieron retomarlo, y así fue que Robyn viajó desde Nashville, donde vive en estos días, hasta el estudio en una cabaña que Andy posee en su Swindon natal, de donde nunca se fue. Planet England suena a la altura de las expectativas, canciones con el pulso rockero del Hitchcock de la era Venus 3 cruzado con los arreglos oníricos de Partridge de su última época en XTC, todo bajo la influencia siempre presente de melodías al estilo Lennon-McCartney. “Ningún dinosaurio fue dañado en la elaboración del álbum”, bromeó Andy en las liner notes del disco. “Más que el choque de dos extraños planetas repeliéndose, fue una encantadora colisión creativa que estamos ansiosos por continuar”, completó Hitchcock. Y concluyó: “El disco al final es el sonido de dos psicodélicos jubilados riendo a carcajadas mientras crean canciones juntos en una cabaña, ¿qué más podemos pedir?”.