“Economía, ortodoxia y heterodoxia” es el título de una reciente columna editorial del diario La Nación que refleja escepticismo sobre el rumbo del actual programa económico. Destaca que el mismo no va al corazón del problema, que es terminar con el elevado “costo argentino” que provocan el “proteccionismo”, el “clientelismo estatal” y el “unicato sindical” promocionados por los dogmáticos “heterodoxos”. Más allá del “convenio colectivo para Vaca Muerta, la reforma a las ART o la eliminación de aranceles a la informática”, la “debilidad de origen” y búsqueda de “gobernabilidad” llevó al gobierno a “impulsar la economía con un despliegue inusual de obras públicas financiadas mediante endeudamiento”. El consecuente “déficit fiscal, presente o futuro” ensombrece “la percepción de riesgo de los inversores estratégicos, pues temen que su inversión será licuada si el ‘riesgo populista’ se concretase, una vez más”.

El mencionado editorial expresa la preocupación de la elite argentina por el hecho de que pese a haber derrotado al “populismo” en las urnas, la resistencia de “factores de poder, de intereses creados e ideológicos” entorpece la implementación de un programa económico liberal. Los empresarios protegidos (y sus trabajadores), sindicatos (y afiliados beneficiados), estamentos estatales, gobiernos provinciales, municipales (y los empleados públicos, población que recibe asignaciones, jubilaciones o se benefician de subsidios y otras políticas) son una fuerza social difícil de vencer para un gobierno democrático. Una lucha abierta contra la base social del populismo, podría abrir un escenario de desgaste político e ingobernabilidad que termine facilitando el regreso al gobierno de los partidos populistas.

Paradójicamente, para evitar ese regreso del populismo, el gobierno debe cede parte de sus convicciones e implementar cierta dosis de populismo. Pero el retraso en la agenda liberal y los desvíos populistas del gobierno en su afán de supervivencia política, son vistos con malos ojos por factores del poder económico nacional e internacional que, en consecuencia, se abstienen de invertir en el país. La ausencia de inversiones privadas significativas profundiza aún más la necesidad del gobierno de apelar al Estado como motor de la economía.

El nudo del problema del conservadurismo liberal no está en su enfrentamiento con el empresariado protegido, los políticos clientelares o los sindicalistas extorsivos, sino en su difícil relación con la democracia. La economía enseña que los costos de la producción son, a su vez, los ingresos de la población y, por lo tanto, la demanda de lo producido. De ahí que el programa liberal de bajar el costo argentino implica, en realidad, bajar los ingresos de los argentinos y, por lo tanto, las ventas en el mercado interno. Una política en desmedro de las mayorías que tiene escasas chances de ser validada en las urnas y genera por sí misma las condiciones para el regreso de un gobierno popular.

@AndresAsiain