Casi cuarenta años después de haber sido dejado en la isla Gran Malvina, un diario de guerra volvió a manos de quien lo escribió. En 1982 Sergio Stechina era un soldado de 20 años al que habían mandado a Malvinas desde Corrientes, donde estaba haciendo el Servicio Militar. Hoy es un camionero jubilado que participa activamente de un centro de veteranos donde todas las mañanas se encuentra con otros excombatientes en San Lorenzo, Santa Fe. Con muchos de ellos –tantos, que tuvieron que alquilar un micro de dos pisos— viajó hasta el Museo Malvinas, en la ex Esma, donde finalmente se reencontró con aquella libreta de tapas rojas, que atravesó un largo periplo de casualidades, o no tanto.

“Yo siempre hablaba de esa libreta, era un recuerdo muy presente. Pero nunca, jamás, pensé que la iba a volver a ver”, dice Stechina en diálogo con Página/12. Lo sabe su familia, que también estuvo en el emotivo acto de entrega del diario, su esposa, sus hijos y sus dos nietos, que lucieron para la ocasión remeras estampadas: “Mi abuelo estuvo en la Guerra de Malvinas. Es mi héroe”.

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En 2015, para el primer aniversario del Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur, el Estado argentino donó al museo una serie de documentos y objetos significativos hallados en las islas y guardados en el Ministerio de Defensa, para que sean exhibidos en el recorrido museográfico. Entre ellos, la libreta roja en la que Stechina fue anotando su día a día en la guerra, y que quedó en una parte de la exhibición permanente del museo llamada “Diarios de guerra”.

“Si llego a caer en cumplimiento del deber, el que lo encuentre (al diario) lo haga llegar a esta dirección: Rogelio L. Stechina, Barrio 'Don Pedro', (3561), Avellaneda, Santa Fe”, había escrito allí el soldado. Ocurrió que una familia de esa localidad vio ese detalle mientras recorría el museo, de visita en Buenos Aires. No solo eso: “Don Rogelio -que ya falleció hace unos seis años- es el papá de Fabián, un compañero de primaria al que apodábamos 'Gallo'. Fabián es hermano de Sergio, quien combatió en Malvinas”, contó José Luis Aguilar, que fue quien enseguida se encargó de contactar a la familia en Santa Fe y contarle sobre el descubrimiento.

“Primero Caleta Olivia, después cuando llegamos a Malvinas, donde nos posicionamos; la primera vez que nos trasladaron a Darwin; los últimos diez días en el sur de Malvinas, en la Isla Soledad, hasta que caí prisionero cuando los ingleses entraron a patrullar la isla. Y, en cierto modo, fue un alivio”, detalla ahora Stechina lo que narra el diario. En el medio, entró en combate. Sobre eso no escribió, ni tampoco se quiere explayar ahora: “De la guerra nunca podés recordar nada bueno”, se limita a decir, en buena síntesis.

Sergio Stechina y Edgardo Esteban, director del Museo Malvinas y también excombatiente.

Aunque están, sí, sus compañeros excombatientes del Centro de Veteranos de Guerra Combate de San Lorenzo, con los que se junta todas las mañanas, y que al acompañarlo hasta el Museo Malvinas transformaron lo que iba a ser un pequeño acto de entrega en una celebración multitudinaria. Allí los recibió otro ex combatiente, Edgardo Esteban, actual director del museo. “Fue un momento de mucha emoción. Fue conmovedor ver el afecto que Sergio recibía de su familia, su gente, cómo lloraba su compañera, sus hijos y sus nietos”, recuerda el autor de Iluminados por el fuego.

En la contratapa del diario, aparecen agregadas dos notas manuscritas en inglés. En la primera, el soldado inglés que lo encontró le pregunta a su superior si puede quedárselo "como un souvenir". Abajo, se le responde que no, que debía devolverlo.

Schetina también dice que lo va a devolver, en su caso al Museo Malvinas. "Lo quiero tener conmigo un tiempito, lo voy a escanear, y todavía me falta ir a Avellaneda a ver a mi vieja y mis hermanos y mostrárselos. Pero no quiero quedármelo guardado en un ropero. Lo mejor es que sirva como testimonio y que otra gente lo pueda ver", dice el excombatiente. Para que siga contando historias que cuentan la Historia.