Querides compadeudores; coronafóbiques y fóbicas del mundo; víctimas del bacilo, el virus y, sobre todo, el parásito “garcampus inútilis”; convalecientes de la epidemia de neoliberalismo que asoló nuestra patria y aún sigue acechando por ahí; clasemediáticos que se creen burguesos aspiracionales pero son proletarios con tarjeta; ingenues todoterreno:

Buenas días, buenes tardes o buenos nochos, vosotres diréis:

Si la semana pasada escribí que “estoy sorprendido”, debo decir que en estos días he ascendido a una etapa superior del anonadamiento: estoy decididamente estupefacto y, casi me animo a confesarlo, epidémicamente estupefacto.

No sé si es necesario aclararlo, pero mi estado no obedece a ninguna clase de evento personal o familiar, ni deportivo, ni tampoco al consumo de sustancia alguna –salvo que “los medios de comunicación” sean incluidos entre los estupefacientes, pero esto aún no ha ocurrido-.

Podría atribuirle cierto mérito a la sorpresiva definición de la Superliga, al triunfo de una película en coreano en la noche de los Óscars; o a ver al Mauriscal de la derrota subido a un tractor, pero, si bien son verdaderos acontecimientos, no los responsabilizaría de semejante estado.

Tampoco responsabilizaría al llamativo hecho de que, quizás apelando al nuevo vademécum, algunos neoliberales, aprovechando la ocasión, se hayan hecho con alguna pastilla para la memoria, y de pronto recordaron que hay pobreza, hambre y penurias, hecho que no habían registrado en los últimos cuatro años, tal vez por falta de la medicación adecuada.

Pero no. Argentines de mi corazón, de mis pulmones y mi tiroides, lo que me tiene “conmovilizado” es esta situación de cuarentena nacional, continental, hemisférica y mundial que se nos está viniendo.

La palabra “cuarentena” está relacionada con la “Cuaresma” (más o menos el tiempo entre Carnaval y Pascuas, para el cristianismo). También son 40 días los que transcurren, para el judaísmo, entre la festividad de Purim –se celebra haberse salvado de los persas– y la de Pésaj –se celebra haber terminado la esclavitud en Egipto-.

Quizás la primera cuarentena fueron los 40 días que pasaron Noé, su familia y sus diversas mascotas encerrades en un Arca, mientras, en el resto del mundo, llovía y llovía. Esa cuarentena parece que fue necesaria, porque, cuando finalmente salieron, el mundo estaba más destruido que por los efectos del neoliberalismo, el FMI, Trump y la violencia de todo tipo y factor que podamos concebir. ¡No había quedado nada ni nadie! ¡Ni los acreedores! ¡Perdón; “ni los buitres”, quise decir (Bueno, los buitres sí, pero porque estaban adentro)!

Otra de las cuarentenas de los tiempos bíblicos fue la de Moisés y sus seguidores. En ese caso, fueron 40, pero años, en el desierto, comiendo maná y caminando rumbo a la Tierra Prometida. ¡Complicado, el protocolo! Pero lo cierto es que venían escapando, no de una plaga, sino de diez, y además, de la esclavitud.

¡Tiempos duros los antiguos, parece!

Desde entonces y hasta ahora, la Historia se vio plagada de enfermedades naturales, industriales, infecciosas, metabólicas, provocadas, alimentarias, genéticas, psicosomáticas, económicas, autogestionadas, fantaseadas, neuróticas, prejuiciógenas, hipocondríacas, socioculturales, regionales, ¡y muchas más!

De hecho, muchos científicos fueron “honrados” con alguna enfermedad que lleva su nombre. Diría que algunos políticos, economistas y militares deberían haber sido, en verdad, los destinatarios de ese dudoso “honor”: que le pongan tu nombre a una bacteria, o a una enfermedad. Ya lo dije: el mundo es sorprendente.

Pero estas últimas horas, días, semanas, meses, la Historia parece haber adquirido una extraña aceleración. Lo que al macrismo le llevó cuatro años conseguir: cierres, angustia, desconfianza al vecino o colega, miedo de toda clase, individualismo…, el virus lo está gestionando con rapidez.

No todo es por culpa del corona: la “cuatrena” del garcampo (cuatro días haciendo papelones en la ruta) va por otro lado. No podemos culpar a China ni a Italia del barbijo que se pusieron en la neurona nuestros “garcas originarios”.

Pero el virus está. Y es muy contagioso. Habrá entonces que tomar todas las medidas, de higiene, alimentarias, sanitarias, culturales, para frenarlo.

No quiero ser profeta en mi tierra, pero se me escapa una predicción: no va a faltar un cambiemita vergonzante (especie “Gorilus vulgaris”) que, frente a una cuarentena nacional, considere persecutorio que pongan en cuarentena “a los/las que vuelvan de esquiar en Suiza” o diga: “¿Ven? ¡Nos vamos nosotros, y estos populistas nos vuelven a aislar del mundo!”, o “Si a los que vienen de Europa los meten 14 días en cuarentena, nunca nos van a llegar las inversiones extranjeras”.

En estos tiempos de cuarentena y recogimiento espiritual, recomendamos escuchar el tango gregoriano “Yiratis Yiratis”, versión de RS Positivo que parodia el hit creado por la orden de los Santos Discepolianos.

Hasta la que viene.

@humoristarudy