La semana pasada Nélida, de 79 años, se sintió mareada tras esperar tres horas y media en el banco para cobrar su jubilación. Le ofreció ayuda una señora, también jubilada, que había llevado a su madre de 87 a retirar sus haberes. Intentaban frenar un taxi cuando Nélida resbaló con el cordón de la vereda y cayó al suelo, arrastrando a la otra mujer. Ambas sangraban cuando llegó la ambulancia, una en la nuca, la otra en la rodilla. Nélida pidió que por favor la llevaran a su casa y no al hospital, porque había dejado sólo a su nieto de 11 que la esperaba para que le prepare el almuerzo. Se trata de un accidente, claro. Pero es también una postal de las frágiles cadenas de cuidado que construimos en la precariedad.

La pandemia puso más que nunca en evidencia lo que las feministas relatamos hace tiempo: la crisis de los cuidados y su dimensión de género, intergeneracional, racializada y transforteriza. Pero no sólo eso. Sino también hasta qué punto este tema es el hilo de Ariadna que permite, desde la situación personalísima de cada quién, preguntarse por lo insostenible de una organización social que insiste en negar la interdependencia. El estado de cosas deja al descubierto la centralidad en nuestra vida cotidiana de las tareas de cuidado remuneradas y no remuneradas ¿Quién cuida a quién y cómo? ¿Qué pasa cuando no hay una familia disponible para cubrir esa tarea ni plata para contratar a alguien? ¿Quién garantiza lo necesario para las personas que tienen que aislarse o respetar por ley una cuarentena?

Cuando se habla de cuidados todavía existe un sesgo que nos hace pensar en lxs más jóvenes. Un panorama de la composición etaria mundial podría ayudar a acelerar un cambio en el punto de vista: entre 1960 y 2018 la población mayor de 65 años pasó del 5% al 9% y va en aumento, mientras que la población entre 0 y 14 años pasó del 36% al 26% en el mismo período.

Como explica el capítulo “La próxima pandemia” de 2019 de la serie-documental “En pocas palabras , a lo largo de la historia la humanidad se enfrentó una y otra vez a eventos de este tipo. Por eso quienes lo anticiparon jugaban con las probabilidades a su favor y no con el poder de la premonición o de la adivinanza. La peste negra, la gripe española, la gripe aviar son sólo algunos ejemplos. En todos los casos la tecnología fue clave para la difusión de la enfermedad. Contábamos con que ante una nueva pandemia, el tráfico aéreo acelerara el proceso: vaya paradoja de la tecnología, nunca más rápida para trasladar el virus por todo el planeta, pero también para detectarlo, describirlo y encontrar su cura.

Hasta el siglo XX una persona vivía en promedio treinta años. Entre 1950 y 2020 la expectativa de vida pasó de 46 a 73 años. Los promedios ocultan diferencias importantes, entre países del norte y del sur e incluso en una escala más chica, como en la propia Ciudad de Buenos Aires. Mientras que la esperanza de vida para alguien que vive en la Comuna 8 (Villa Soldati, Lugano y Riachuelo) ronda los 70,5 años para los hombres y los 78/79 para las mujeres, en las comunas del norte (Palermo, Belgrano, Villa Urquiza) la expectativa es que los varones vivan entre 5 y 7 años más y las mujeres, entre 4 y 7 años más.

Hace una semana publicábamos en este mismo suplemento una serie de preguntas abiertas a las que se suman nuevas. Todxs vivimos más, es una evidencia irrefutable. Pero ¿vivimos mejor? ¿Qué sería vivir mejor? ¿Qué reordenamiento de prioridades se habilita cuando el individualismo y la meritocracia quedan fuera de escena?

La #Coronacrisis nos tiene en vilo. Escribo de madrugada, con la adrenalina que generan los números que dan cuenta de que se trata quizás de la crisis global más profunda de los últimos ¿50?¿70?¿100? años. “Que el remedio no sea peor que la enfermedad” se escucha como referencia a las consecuencias del freno de la actividad para evitar el contagio masivo. Entonces es inevitable pensar en las cuentas que se sacan en distintas oficinas públicas y privadas, de organismos internacionales, lugares donde se define quién es imprescindible en su tarea y donde también se le pone precio a cada vida. En los países donde la pandemia se agudizó, la falta de respiradores artificiales traslada la historia de recortes sanitarios a la decisión sobre quién vive y quién muere.

A diferencia de otras crisis, como la de 2008, el contagio entre las distintas dimensiones del problema es transparente para todxs. En aquella oportunidad todas las luces se posaban sobre las quiebras de bancos y la caída en el valor de los activos financieros, dejando a un lado las consecuencias en las vidas concretas de quienes perdían sus casas, sus trabajos y quienes engrosaban las estadísticas de hambre y de pobreza. Hoy parece imposible eludir los síntomas que se hacen carne y que van más allá de la tos y de la fiebre. Detrás de las cifras emergen los cuerpos, más presentes que nunca en esta lucha entre lo “sanitario” y lo “económico”.

¡Cuidado! Precarizadxs

El domingo, en su primera cadena nacional, el presidente anunció la suspensión de clases en el nivel inicial, medio y secundario durante catorce días. Con tono serio y el ceño fruncido intentaba comunicar a todo el país que la situación de la pandemia del Coronavirus en Argentina aún no era grave, pero que iba a empeorar. Al mismo tiempo indicaba el aislamiento social de lxs mayores de 60 y prometía perseguir a quienes, pudiendo ser población contagiada, no cumplieran con la cuarentena obligatoria.

Seguramente todxs podamos reconstruir las cadenas de cuidados que conocemos y que se ven alteradas con las recomendaciones para evitar que el virus se disemine. Ingresos que se cancelan, personas dependientes que se quedan sin cuidadorxs, muchísimos trabajadorxs que no saben cómo van a llegar al fin de este mes o si tendrán trabajo el que viene.

A diferencia de lo que pasó durante las primeras semanas en los países en los que recién se tomaron medidas cuando el número de contagiadxs ya era alto, en Argentina la respuesta fue rápida y severa desde los primeros días. La suspensión de clases obligó a tramitar las licencias laborales. Primero se anunciaron las licencias en la administración pública para la población de riesgo y también para quienes tuvieran hijxs menores a cargo. El 85,6% de las mujeres ocupadas de entre 18 y 60 años tienen en su hogar a un niño/a o adolescente. Parece un momento propicio para acelerar cambios que incentiven a que sean los padres quienes tomen el rol de cuidadores en el que caso de los hogares compuestos por una pareja heterosexual en la que ambos trabajen.

Al poco tiempo se extendió para el sector privado, donde crecen las dudas sobre la implementación (ver recuadro aparte). Mientras el Estado mostraba todo su poder al cerrar las fronteras, se revelaba débil ante lxs más grandes especuladores inmobiliarios. Los shoppings de la capital y el Gran Buenos Aires permanecen abiertos a pesar de no vender ningún artículo de primera necesidad. Ícono de lo más brutal del capitalismo consumista: lxs clientes se pasean mientras lxs trabajadorxs hacen ruido en la puerta de los locales a modo de protesta.

Afuera de estas posibilidades queda nada más ni nada menos que el 40% de lxs trabajadorxs no registradxs, entre ellxs, el 72% de las trabajadoras de casas particulares y cuidadoras a domicilio que carecen de herramientas para exigir el pago de los días no trabajados. Son además una población con importante exposición al riesgo, ya que muchos de los hogares que contratan sus servicios tienen más probabilidades de haber viajado a una zona de contagio o de haber estado en contacto con alguien que viajó al exterior. Además, la distancia entre su lugar de residencia y el lugar de trabajo suele requerir más de un medio de transporte y largos tiempos de traslado. La gran mayoría de las trabajadoras tiene hijxs a cargo y cobra la Asignacion Universal, que se duplicará por este mes. Más del 90% tendrá un ingreso extra porque la ANSES suspenderá el cobro de las cuotas de los créditos que poseen.

Lxs grandes olvidadxs por estos días son los 3,2 millones de monotributistas, que no sólo vieron caer su demanda de trabajo, sino que tampoco recibieron ninguna medida paliativa. Ni siquiera la exención del pago del impuesto, al menos no hasta la fecha de cierre de esta edición. La población travesti y trans y las trabajadoras sexuales también alzaron su voz por estos días para visibilizar las condiciones de precariedad agravadas por la crisis. Piden medidas urgentes. Con o sin coronavirus, para ellxs tener una respuesta es cuestión de vida o muerte.

Uno de los sectores que está trabajando por encima de su capacidad, con horas extras sin garantía de ser pagadas, son lxs trabajadores de la salud que hace años reclaman por sus condiciones precarias de trabajo. En algunos lugares ya empezaron a exigir licencias rotativas y sistemas de protección ante el trabajo extra que demanda la crisis, sobre todo por los casos de dengue y sarampión que tampoco cesan. Según un informe en elaboración de la Dirección Nacional de Economía y Género, Argentina tiene una de las tasas más bajas de enfermerxs por habitante con 4,2 por cada 10 mil personas, sólo por encima de Honduras, República Dominicana y Haití (Organización Panamericana de la Salud, 2018). En 2016 se contabilizan 192.829 personas que trabajan en enfermería en el país, entre las cuales el 28% lo hacía sin estar registradx.

El caso del Instituto Malbrán, único hasta ahora a nivel local habilitado para realizar las pruebas de COVID-19, resistió gracias al compromiso de lxs trabajadorxs que no dejaron nunca de denunciar el vaciamiento presupuestario de los cuatro años de macrismo. Sufrieron recortes en sus salarios (algunos ni siquiera alcanzan la canasta básica), en equipamiento y en mantenimiento. Actualmente hay nueve trabajadoras encargadas de sostener el trabajo del Instituto y de formar profesionales en laboratorios de otras provincias. Envueltas en uniformes especiales, hacen jornadas de hasta doce horas para cubrir la demanda que no cesa. Para hoy se convocó un aplauso para lxs trabajadorxs de la salud, en espejo al que se hizo en España. Esperamos que sea para pedir más presupuesto, porque de aplausos nadie vive.

Revelaciones del estado de emergencia

Los sentidos se agudizan y pareciera que podemos ver lo que nos era invisible. Y tal vez sentir en lo más hondo eso que antes no llegaba a tocar ninguna fibra sensible. Para algunxs es la primera vez que se preguntan de dónde viene todo lo que consumimos ¿Habrá alguien que recoja la basura mañana? ¿Y los alimentos? ¿Cómo van a llegar a las góndolas?

Organizaciones populares como la Unión de Trabajadores de la Tierra se pusieron a disposición para garantizar la provisión de alimentos. Queda en evidencia que la especulación de otros con los precios de los productos de primera necesidad es una elección de algunos y no la norma.

De repente nos preguntamos por las cantidades que se producen ¿Cuánto necesitamos de cada cosa? ¿Se puede evitar el exceso de productos chatarra y dar prioridad a lo necesario? ¿Cuánto puede consumir cada uno? Para quienes jamás les faltó nada, vaya ejercicio el de preocuparse por alguna posible carencia.

En la Ciudad de Buenos Aires, más del 70% vivimos en edificios ¿conocemos en qué situación están nuestrxs vecinxs? ¿habrá alguien a quien podamos asistir por estos días? Saldremos fortalecidxs de esta experiencia si se cultiva la empatía, si después del distanciamiento forzoso regresamos con redes más sólidas de cuidados colectivos y con grandes consensos sobre nuestros bienes comunes. Ni los más más neoliberales se atreven hoy a negar la necesidad de fortalecer los sistemas públicos y universales de salud. Es inevitable preguntarse cómo sería transitar esta crisis con el gobierno anterior en funciones. Ese escenario daría muchísimo miedo, a juzgar por las palabras de archivo de la ex gobernadora María Eugenia Vidal en televisión “no voy a abrir un hospital nuevo más porque no quiero, porque no hacen falta” ¿Estará pensando en pedir disculpas a lxs vecinxs de La Matanza?

Los apologéticos del capitalismo, las privatizaciones y el libre mercado son los que ahora desde arriba de un crucero piden que el Estado lxs rescate; o los que exigían la repatriación inmediata desde Miami. Mientras las empresas privadas no dan respuestas, Aerolíneas Argentinas, la aerolínea de bandera tan vapuleada por el gobierno anterior, asegurará el regreso de los más de 23.000 argentinxs varadxs en el exterior. En España, Italia y Francia se baraja nacionalizar grandes empresas para evitar quiebras masivas.

¿Qué gubernamentalidad habilita la pandemia? Los líderes de la derecha mundial siguen mostrando su cara más cruel. Con toda su carga xenófoba Trump insiste en llamarlo “virus chino” y amenaza con reforzar las deportaciones de inmigrantes. Bolsonaro participó de eventos masivos en plena expansión del Covid-19 y se agudizan las protestas por la falta de medidas. Boris Jonhston, desde Gran Bretaña, no tuvo mejor idea que “sincerarse” advirtiendo que “muchas más familias van a perder a sus seres queridos antes de tiempo” después de proponer el aislamiento de adultxs mayores, medida criticada por un amplísimo espectro de especialistas y cientítificxs.

A pesar de su deshumanidad, todxs coinciden en plantear programas de expansión del gasto (junto con programas de rescate a sus sectores financieros). En EEUU se anunció la gratuidad de los comedores para menores, la suspensión del cobro de alquileres, del pago de servicios y el envío de cheques a lxs ciudadanxs.

En Argentina, el gobierno también anunció un paquete audaz de medidas económicas expansivas, impensables hasta hace pocos días, cuando todavía el lenguaje de la austeridad y las metas fiscales copaban todas las agendas. Los cálculos indican que representan como mínimo un 2% del PBI, lo cual echa por tierra los pedidos del Fondo Monetario Internacional, que ahora también recomienda aumentar el gasto.

En conferencia de prensa, el ministro Martín Guzmán decía: “lo que tenemos que hacer es cambiar las condiciones en las cuales se va a organizar el sistema económico". Dicho así, suena bastante más profundo que un programa de impulso a la demanda y amortiguación del impacto sobre la oferta.

El reparto de lo importante

Es temprano por la mañana y se escuchan los taladros de una obra en construcción, las voces de la pareja del piso de abajo que discute sin parar hace dos días y los gritos de lxs niñxs del segundo piso que ya pusieron una película. Algunas actividades no paran. Desde otras latitudes llegan noticias desoladoras ¿Qué significa que el 80% de la población de Estados Unidos y Alemania podría enfermarse? En los grupos se repite una misma pregunta ¿Piensan que algo va a cambiar después de todo esto?

El lavado de manos constante, el estornudo con el codo. En el transporte sólo se puede viajar sentadx, muchos empleadores se vieron forzados a abandonar la ficción de que la oficina es la única opción al habilitar por primera vez el trabajo remoto y la forma en la que trabajamos, estudiamos y nos cuidamos está en constante revisión ¿y si los pensáramos como derechos conquistados? ¿Por qué volver a viajar como ganado? Que surjan nuevas formas, que abandonen la precariedad, que sean más atentas al cuidado colectivo.

Mientras tanto las potencias mundiales se disputan la invención de la vacuna contra el COVID-19. Cada día leemos una nueva noticia que asegura que se la descubrió en Alemania, en China, en Estados Unidos o en Israel. Nadie dice cómo la financiará ¿La tendremos que comprar? El acceso a la salud universal y gratuita ya debería ser un derecho humano inalienable.

El feminismo propone y sostiene como práctica cotidiana otras formas del cuidado colectivo, desligadas de los mandatos religiosos y familiaristas, mientras también cuestiona la división sexual y social del trabajo. Los trabajos que sobrevivan a esta crisis tienen que ser capaces de sostener otra forma de vida: interdependiente, consciente de la fragilidad de cada unx, respetuosa del otrx, del aire, del agua y de la tierra.

Por momentos pareciera que nos movemos al filo de un camino que se bifurca. Una crisis global de magnitudes aún desconocidas nos pone en alerta y nos obliga a proyectar cambios radicales. De un lado la distopía de los desastres naturales, las pandemias, los incendios y los cuerpos agobiados. Del otro, un sendero que sólo puede transitarte colectivamente y tiene un cartel que indica: feminista, trasnacional y ecologista.

Información útil

· Violencia de género

- Las situaciones de aislamiento social forzoso pueden derivar en un aumento de los casos de violencias por motivos de género. Si sufrís violencia comunícate con la #Línea144 , las 24 hs, los 365 días del año.

· Licencias

- Se otorgan licencias con goce de sueldo a todos los agentes del sector público y privado que tengan hijos menores escolarizados. En este caso, la licencia se otorga a uno de los padres y/o tutores. En el caso de embarazadas, mayores de 60 (con excepción de aquellos que cumplan servicios esenciales) y grupos de riesgo de ambos sectores, quedan liberados de concurrir a su lugar de trabajo (por 14 días, a partir del 16/03) (resolución 207/2020 del Ministerio de Trabajo)

· Trabajo en el domicilio

- La resolución 207/2020 del Ministerio de Trabajo recomienda:

“.. a los empleadores y empleadoras que dispongan las medidas necesarias para disminuir la presencia de trabajadores y trabajadoras en el establecimiento a aquellos indispensables para el adecuado funcionamiento de la empresa o establecimiento, adoptando a tal fin, las medidas necesarias para la implementación de la modalidad de trabajo a distancia”

- Procurando limitar desde el ámbito laboral la propagación del virus, se autoriza a todos los agentes del sector público nacional a no concurrir al lugar de trabajo, permitiéndoles trabajar desde sus domicilios en cualquiera de las modalidades de contratación. No están exceptuados de asistencia los agentes del sector público que presten servicios esenciales según lo determinen las autoridades de cada jurisdicción y que no puedan ser realizados desde sus domicilios.

· Transporte

- Se suspenderá "de manera total la operación" de trenes y colectivos de larga distancia, y aviones de cabotaje en todo el país desde el jueves 9 a las 00 horas hasta el miércoles 25 de marzo.

- AMBA: a partir del jueves, colectivos de todas las modalidades y trenes van a poder transportar sólo gente sentada.

- Los subtes sólo recogerán pasajeros en las cabeceras y en las estaciones con combinaciones.

· ¿Síntomas?

 

Sí tenés síntomas como fiebre, dolor de garganta, dificultad para respirar y tos, no te automediques ni acudas a una guardia. Antes comunicate al 0800 222 1002. Teléfono gratuito, llamadas desde todo el país.