El primer día de cuarentena en Salta, sin presentar un paisaje desolador como podría imaginarse anoche cuando el presidente Alberto Fernández informó la medida, tuvo una disminución de la actividad aunque prácticamente similar a lo que viene sucediendo desde el martes, cuando se confirmó el primer, y por ahora único, caso positivo de coronavirus.

En consecuencia, se extremaron medidas, a la suspensión de las clases se sumó la actividad de la administración pública y la Justicia, y se restringió el servicio de colectivos solamente para el personal de la salud y fuerzas de seguridad.

Desde entonces la capital salteña se movió a ritmo de fin de semana, aunque en virtud del decreto presidencial se supone será una transición hacía un mayor aislamiento en las próximas horas.

Ayer en el centro de la ciudad se repitió el poco movimiento, la Policía otra vez montó los retenes en algunas esquinas para impedir el ingreso de vehículos. A eso le sumó un batallón de agentes que recorrían las calles aunque de manera pasiva, sin detener ni interrogar a los ocasionales caminantes.

“Solamente controlamos que no haya aglomeraciones de gente y que no se detengan en los espacios públicos”, explicó un agente con barbijo que caminaba a metros del Cabildo Histórico. Las vallas también se usaron para cercar las dos principales peatonales.

En una de ellas, Florida, dejaban pasar hasta la mitad de cuadra en la que hay un supermercado. Desde la puerta sale una cola de unas 10 personas que se extiende varios metros por la distancia que tomaban unos de otros. En el local solamente se permiten 40 personas, y para evitar desabastecimiento pusieron un tope de tres unidades a los productos básicos.

El caos del tránsito vehicular salteño deja paso a unos cuantos autos que circulan de manera fluida y sin bocinazos. Los delivery son los nuevos reyes de las calles sin necesidad de hacer las habituales maniobras para esquivar a los demás vehículos. Mientras, las personas que optan por caminar lo hacían a un ritmo presuroso, quizás por esa mezcla de miedo al contagio y a romper una cuarentena que les traiga consecuencias legales.

En la plaza 9 de Julio un perro callejero duerme frente a la Catedral, nada lo perturba, ahí la cuarentena sí se siente, solo las tradicionales campanadas de la iglesia justo al mediodía rompe el casi total silencio, que hasta ese entonces solo interrumpía circunstancialmente un “arbolito”, pertrechado con su barbijo, que ofrece dólares y euros, aunque sin clientes a la vista.

El templo principal se encuentra con las rejas cerradas, no se dejan pasar a los fieles, pero adentro se siguen rezando misas y novenas que se transmiten por las redes sociales del Arzobispado. En el atrio un réplica del Señor del Milagro, el santo patrono de la provincia, invita al rezo, tal como hace una señora arrodillada en las escalinatas de la iglesia, tal vez pidiendo que la pandemia le pase de largo.

En una esquina dos mujeres atienden un puestos de diarios y revistas, prefieren no dar sus nombres “por las dudas, porque no sabía si podíamos abrir”. Igual advierten que lo intentarán de nuevo mañana (por hoy), pero creen que ya es el último día, un poco por cumplir con el aislamiento, pero más que nada porque casi no hay ventas. Dicen que después verán como hacen para recuperar estos días sin ingresos.

Los locales que venden comida, almacenes y kioscos abrieron y tienen clientes, en casi todos el que atiende está con barbijos y guantes. Algunos hacen pasar de a uno por vez, otros directamente improvisaron trincheras en la puerta con muebles y cajones, atienden desde ahí, estirando los brazos lo más posible para entregar la mercadería y recibir el pago sin romper la distancia social sugerida.

Distinta es la realidad en los mayoristas del macrocentro y en los mercados de abasto de frutas y verduras. Allí los salteños se volcaron en forma masiva buscando mejores precios, pero chocaron con las restricciones de ingreso, en consecuencia se formaron largas filas, hasta de 10 cuadras como se contaron frente a un local de ventas al por mayor de lácteos. La Policía, tolerante por ahora, solo observa, dejará que la gente se aprovisione en este primer día de incertidumbre, adelantan que ya desde hoy podrían intervenir para que no se repita, la incógnita aún es como lo harán. 

Igualmente a pesar de la actitud flexible de la Policía durante la mañana, por la tarde informaron que en toda la provincia se detuvieron 72 personas por violar la cuarentena. De ésas, la mayoría fueron en Capital.

Previamente, a media mañana el Gobierno anunció que se descartaron dos casos sospechosos y ahora son 10 los que esperan resultados. También adelantaron que hay dos profesionales en virología capacitándose en el Instituto Malbrán y que pronto los análisis se podrán hacer en la provincia. En la semana el gobernador Gustavo Sáenz, con un mensaje de audio que se “filtró”, expresó su malestar con la tardanza para implementar el sistema en Salta y se quejó de la falta de federalismo del gobierno nacional.