Estos tiempos que está viviendo la humanidad producen la modificación abrupta de las rutinas que las personas suelen tener. De pronto, el coronavirus está presente en todos los aspectos de las actividades de los seres humanos: si leen noticias, si ven la televisión, si charlan o chatean con familiares y amigos, si van a hacer las compras... Pero también lo está en las actividades que realizan en la cuarentena obligatoria: muchos debieron aprender medidas imprescindibles de la noche a la mañana y aspectos de una situación inédita. Tras esas modificaciones profundas que está experimentando la población mundial habrá seguramente conclusiones determinantes cuando la pandemia termine. Pero en el mientras tanto, las personas deben seguir con sus vidas y el estado anímico es fundamental para poder hacerles frente a esos cambios que la sociedad está experimentando. En ese sentido, para conocer qué está pasando en relación con los padecimientos mentales que podrían exacerbar o no conductas o sensaciones como producto de la diseminación del virus y del aislamiento social, PáginaI12 consultó a cuatro prestigiosos médicos psiquiatras (también psicoanalistas): el presidente de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA), Santiago Levín, y otros tres miembros de la institución, María de los Angeles López Geist, León Daniel Matusevich y Liliana Mato.

--¿Los pacientes que sufren de ansiedad son más vulnerables a un exceso de noticias relacionadas con el coronavirus?

Santiago Levín: --Es importante aclarar que la ansiedad es una respuesta normal frente a determinadas situaciones como la que estamos atravesando en estos momentos de crisis sanitaria. En este contexto, no sentir ni expresar ninguna forma de ansiedad sería llamativo y problemático. Un cierto grado de ansiedad, con picos intensos, puede ser considerado normal, esperable y hasta adaptativo en los días que nos tocan vivir. Dicho esto, puedo responder a la pregunta específica. Sí. Las personas que sufren algún trastorno de ansiedad (es decir, un cuadro caracterizado por episodios de ansiedad que superan lo esperable como respuesta normal) son más vulnerables en estos contextos, que son ansiogénicos de por sí. Por eso es importante, en todos los casos, no discontinuar los tratamientos psicoterapéuticos y psicofarmacológicos ya instaurados (que pueden seguir por medios virtuales), moderar el consumo de información en las redes sociales y los noticieros, escoger cuidadosamente las fuentes de información, no abandonar en lo posible las rutinas habituales, y mantenerse comunicados con los seres queridos. Esta situación es transitoria: tuvo un inicio y tendrá un final.

María de los Angeles López Geist: --Las personas que sufren de ansiedad se enfrentan ahora con una situación muy ansiógena de por sí, y es muy distinto el efecto en aquellos que pueden mantenerse con su familia todo el tiempo a su lado, que el efecto en quienes viven solos, son mayores y no manejan la tecnología. El aislamiento sanitario requiere diseñar la sociabilidad de modos virtuales para que no ocurra un aislamiento social. El exceso de noticias tiene un efecto ansiógeno no solo en los usuarios de salud mental sino en toda la población, especialmente si la información es altamente sensible y contradictoria o si está cargada de opiniones poco acreditadas. No todos pueden identificar las fuentes confiables o verificar lo que dicen los medios. Los medios tienen una responsabilidad social mayúscula en estos momentos. Los que estén mejor formados en la cobertura de desastres tendrán mayor capacidad para acompañar a la población y brindar el servicio que se necesita. La construcción de la noticia requiere ahora una mirada que incluya aquella información que le permita a la población confiar en las medidas que se nos pide, fomentar la confianza en que es posible cuidarnos entre todos. Pero tenemos otro problema que genera más ansiedad aún: son los posteos de Whatsapp y otras redes que la población toma ingenuamente como noticia válida y no lo son. Urge enseñar a distinguir las fake news y descartar la información sin autor, sin fuente y sin editor responsable. Las personas vulnerables suelen quedar más prisioneras de estas viralizaciones apócrifas. Es recomendable dosificar la relación con los medios, especialmente cuidar a los niños de los noticieros.

--Se dice que es normal tener miedo frente a esta situación. ¿Cuándo el miedo se transforma en pánico?

León Daniel Matusevich: --Existe un miedo lógico y normal, motorizado y motivado por la situación que estamos atravesando, absolutamente inédita para muchos de nosotros y en la cual la incertidumbre juega un rol fundamental. Dicho miedo puede contribuir a conductas positivas, como ser el cuidado personal, familiar y social. Existe un miedo patológico, que no es el de la mayoría de las personas, que dejado librado a su propia evolución lleva a la parálisis, a la desorganización y al pánico. Por eso es fundamental lo que decíamos antes, los modos y las maneras de comunicar, una cierta supervisión de los contenidos que constituyen las informaciones, ya que muchas veces el consumo excesivo de noticias o la mala información puede disparar crisis de resultados imprevisibles, que afecten no solo a aquellos que las padecen sino a la sociedad toda. Debe ser muy clara y contundente la oferta del Estado en materia de espacios de telemedicina abocados a acompañar y contener a aquellas personas con episodios de ansiedad extrema y/o pánico.

Liliana Mato: --En estos momentos es absolutamente normal sentir miedo, tristeza, enojo, rabia, angustia, impotencia y es fundamental poder conversar y compartir esas emociones, poder nombrarlas. Tenemos que confiar en el poder pacificador de la palabra. Por eso decimos que es de vital importancia fomentar el lazo social, estar vinculados a otros desde nuestras casas y sobre todo ayuda el ayudar a otros, armar redes solidarias donde cada uno pueda encontrar un lugar “para compartir con otros”. El pánico aparece cuando la angustia deviene desbordante y queda bloqueada toda capacidad de expresarla, ya sea a través de palabras, u otros recursos expresivos, puede ser la música, la escritura u otras. La angustia en este caso no encuentra borde que la contenga, y tiene así cierto efecto despersonalizante. Quien atraviesa un estado así, lo refiere como una sensación corporal difícil de describir, que duele, que los deja sin palabras, podemos decir, sin recursos simbólicos: una invasión avasallante que jaquea los límites del yo, la vivencia de unidad corporal y el sentimiento de sí. Se presentan diversos síntomas somáticos: palpitaciones, golpeteo del corazón o aceleración de la frecuencia cardíaca, temblor, dificultad para respirar, dolores en el tórax o abdomen, la sensación de volverse locos y otros más. Problemáticas clínicas de algún modo insinuadas en el modelo de las “neurosis actuales” (Freud 1916/17), cuando las describe en relación a cierto exceso de excitación, que no se expresa a través de síntomas psiconeuróticos sino como manifestaciones tales como fatiga física, cefaleas, dispepsia, constipación, insomnio, irritabilidad, desasosiego. Freud la describe como angustia desligada, sin sustitución representativa; es decir, sin mediación simbólica. En estos casos lo fundamental es ayudar a tramitar esas emociones, diríamos a ponerle palabras, a poder nombrarlas. Poder identificar qué es lo que a cada uno le da más miedo, más preocupación.

--¿Qué es lo que genera más ansiedad?

L.M.: --En estos últimos días, lo que aparece con más insistencia es el tema de la cuarentena. ¿Hasta cuándo? ¿Cuánto tiempo? ¿Qué vamos a hacer? Ayuda recordar una y otra vez que estamos transitando una etapa, que va a pasar, que esto es transitorio. Pensar que no estamos “encerrados”, estamos “protegidos”; no es que no podemos hacer nada, podemos hacer muchas otras cosas y de maneras diferentes. Otra vez el poder de las palabras: como se nombran los hechos se viven y se sienten diferentes. Cada uno de nosotros tiene recursos internos que seguramente desconoce, ya que vivimos en una cultura consumista que nos ha enseñado a calmarnos con objetos externos, que se usufructúan, se compran y supuestamente dan felicidad. Se privilegia la inmediatez, lo rápido, domina la preocupación en eliminar todo conflicto a la brevedad. Lacan, en su referencia al Discurso capitalista, hace alusión al mandato del superyó a gozar, en sintonía con el imperativo de la época a ser cada vez más feliz, a tener más y mejor, todo más. El mercado ofrece objetos como puntos de fijación de goce que conducen al desborde y al exceso. La cuarentena nos impone una pausa, nos exige desarrollar paciencia, capacidad de espera. Puede ser una oportunidad para conectarnos con nuestros objetos internos: nuestras fantasías, fantasmas, recuerdos, deseos. En el texto “La capacidad para estar a solas”, Winnicott la define a ésta, como “uno de los signos más importantes de madurez dentro del desarrollo emocional”. El psicoanalista inglés sostiene que el desarrollo de esta capacidad permite estar con uno mismo y desarrollar la autonomía y la creatividad que surge del mundo interior. ¡Seguramente, de la cuarentena también podemos aprender!

--¿Aquellos que tienen trastorno obsesivo-compulsivo se ven también en estos tiempos más perjudicados que de costumbre?

S.L.: --El TOC es un trastorno complejo, que tiene diversas formas de presentación, en el que la ansiedad juega un rol preponderante. No es desatinado pensar que un cuadro de TOC en el que predominen, por ejemplo, las obsesiones de contaminación, pueda verse empeorado con la catarata de información alarmante que recibimos sin cesar de los medios de comunicación. Pero en salud mental no conviene hacer generalizaciones, como creer que todas las personas que padecen un TOC van a sufrir empeoramientos durante la pandemia. Algunos lo harán, otros no. Es muy importante insistir con la continuidad de los tratamientos instaurados durante el período de aislamiento sanitario. No abandonar tratamientos, y mantenerse en contacto permanente con el o los profesionales tratantes.

L.M.: --Los diagnósticos abarcan bajo la misma denominación situaciones que suelen ser muy diferentes y el impacto de la situación actual tendrá también consecuencias diferentes. Por ejemplo, justamente en estos días estoy atendiendo a dos pacientes con ese mismo diagnóstico y reacciones muy diferentes. En un caso, se trata de una joven muy angustiada ante todas las medidas dispuestas en torno al lavado de manos y limpieza, ya que las mismas reactualizaron rituales que tuvo tiempo atrás y que fueron en ese momento sumamente invalidantes. Está aterrada de volver a caer en la misma situación. El otro caso se trata de una joven que también en la sesión virtual que sostenemos, me manifestaba el profundo alivio que sentía al “tener que estar en su casa”, lo cual la libraba de las extenuantes jornadas que ella misma se autoimpone en su oficina, ordenando una y mil veces biblioratos y documentaciones varias.

--¿Aquellas personas que sufren cuadros hipocondríacos corren el riesgo de desestabilizarse ante esta situación o la hipocondría sólo es con enfermedades que el sujeto imagina que puede tener y no con una concreta?

S.L.:--El sujeto hipocondríaco presenta una excesiva preocupación acerca de su propia salud. “Excesiva” quiere decir fuera de toda pertinencia. Es sano preocuparse por la propia salud, y en estos días de crisis sanitaria es fundamental estimular conductas responsables de autocuidado y de cuidado de los demás. Volviendo al cuadro hipocondríaco, es verosímil pensar que una persona que padezca este trastorno, caracterizado por intensa ansiedad y momentos de angustia que llevan a un constante autochequeo de síntomas y de signos de enfermedad, pueda experimentar un empeoramiento de su cuadro. El contexto comunicacional actual es generador de ansiedad para todas las personas, sin distinción. Infografías constantes con los síntomas que deberían llevar a la consulta podrían estimular un incremento en la ansiedad y las conductas de auto verificación en un sujeto que padece este cuadro. Nuevamente, recomendamos disminuir la exposición a las fuentes de información alarmante y repetitiva, que en lugar de estimular actitudes de cuidado genera miedo excesivo, disconfort y en ocasiones, terror.

--¿Las personas diagnosticadas previamente con algún trastorno mental son las más vulnerables a sufrir ante esta situación o cualquiera está expuesto a una descompensación anímica?

S.L.: --La situación actual es generadora de ansiedad de por sí. Hay una situación inusual de emergencia sanitaria que conlleva un brusco cambio de rutinas junto a un estado de alerta y atención permanente a las noticias y las indicaciones emanadas desde la autoridad sanitaria. Se interrumpen tareas habituales, surgen dudas y temores antes inexistentes, hay seres queridos que cumplen cuarentena a distancia, y se disemina toda clase de noticias falsas o incorrectas a través de las redes sociales y algunos medios de comunicación que prefieren vender antes que informar. Y también es necesario mencionar que mucha gente no cuenta con una vivienda, ni con servicios básicos, de modo que hay que considerar que un número importante de personas hace “cuarentena” en situación de calle, o en barriadas muy precarias en las cuales es imposible seguir las instrucciones sanitarias al pie de la letra. La situación nos afecta a todos, pero especialmente a los más vulnerables. Hay que pensar la vulnerabilidad en sus diversas dimensiones, no solo la vulnerabilidad mental. También está la social, la de género, la económica, la de edad (niños, viejos). Es imperativo cuidar a todos y a todas en este momento crítico. En este panorama, debería hacerse un seguimiento especial de las personas que padecen trastornos mentales graves, implementando todas las medidas posibles para que no queden aislados de ayuda y para que no se interrumpan los tratamientos instaurados.

--¿Existen otras patologías que hayan notado en estos tiempos?

M. de los A. L. G.: --Hay patologías del encierro, que no se refiere al encierro físico ni a la cuarentena sino a aquellas personas que viven aisladas de su responsabilidad social, achicando la mirada del mundo, tornándose cada vez más prejuiciosas e intolerantes, sobrevalorando sus concepciones del mundo. Van distanciándose cada vez más de funciones comunitarias, o quizás nunca accedieron a ellas. Se tornan rígidas, como si envejecieran anticipadamente. Hay soledades inconmensurables de niños y adolescentes por padres sobrecargados de trabajo o por falta de trabajo. O por padres infantilizados que no los protegen. Son niños que muchas veces explotan o agreden porque sufren. Otra patología de los últimos tiempos es el cultivo del odio. Haters, intolerancias políticas, criminalización de los más vulnerables. Esas personas se alimentan con material afín a sus creencias que las redes envían por algoritmo reforzándolas y van construyendo mundos imaginarios con una única entrada de información: aquella que riega el sentimiento de hostilidad. Esa patología a la larga reduce la capacidad de pensar de las personas. En los últimos días muchos batallan con dilemas acerca de si visitar o no a una abuela, o se cuestionan el sentido de las cosas en su vida, en una suerte de estrés existencial.