La cuarentena obligatoria ha llevado a una explosión de consumos audiovisuales y búsqueda de diferentes formas de entretenimiento pero también, en un efecto si se quiere virtuoso, a un estímulo del pensamiento. La cabeza labura. La cabeza labura mucho. La cabeza labura demasiado, y ahí es donde lo de “efecto si se quiere virtuoso” se vuelve discutible. Y entonces quedan incontables registros, ideas sueltas que se van acumulando en el cajoncito de efectos del coronavirus.

* Hay un sensible aumento de la cantidad de mierda de perro en las veredas. Alguna vez el General señaló que los hombres son buenos pero si se los vigila son mejores, y parece claro que, sin la mirada examinadora de otros transeúntes, los dueños de perros se abstienen del acto de levantar la caquita. Total no hay nadie que los censure. Total hay menos gente para pisarla y un campo visual más despejado para evitarla. Aislamiento antisocial.

* Sí, estamos todos dale que dale a las plataformas de toda marca y color, legales o dudosas, poniéndose al día con series, miniseries, maxiseries, corto, medio y largometrajes. Pero ante la detención total de la producción audiovisual, y teniendo en cuenta que por más abundante que parezca un día se agotará el material o ya nada nos resultará atractivo, es probable que terminemos viendo de nuevo Bonanza, Starsky & Hutch, La Familia Ingalls y El Hombre Nuclear.

* En la era pre-cuarentena ya abundaban las quejas por la escasez de bicicletas del GCBA / Tembici, pero ante la repetida visión de estaciones completamente vacías cuando casi todos están guardados en casa cabe preguntarse dónde están todos esos rodados. ¿Se convirtieron en bicivoladoras y se largaron en busca de un planeta libre de virus? ¿Las está arreglando Rodríguez Larreta una por una? Entre las víctimas del Covid-19 habrá que contar a las bicis, borradas de la faz de la Tierra.

* La actitud corporal de las personas recuerda a aquel chiste de Quino en el que la multitud que pasaba por la vereda hacía un vacío alrededor del linyera y su sombrero de limosnas. Hoy no hay multitudes, pero cuando dos personas se cruzan llevan el “mantener la distancia” a extremos ridículos, esquivándose por diez o catorce metros, como quien elude a una piedra radioactiva. En el colectivo hay quien se lleva puesto un pasamanos quizá cubierto de gérmenes de toda clase por ni acercarse a alguien con barbijo, gorro, guantes y delantal de cirujano.

* Resulta comprensible y necesario que muchos músicos busquen hacer contacto con el público a través de múltiples plataformas. Pero el extremo de los “famosos” destruyendo “Imagine” bajo la horrenda traducción de "Supón" le confiere al Covid-19 una letalidad impensable en la propia estructura del virus. Se dice que hay un grupo comando averiguando las direcciones de los perpetradores para enviárselas a Mark David Chapman.

* El aplauso de las 21 a les trabajadores de la salud derivó en el cacerolazo de las 21.30 contra los sueldos de los políticos impulsado por el troll center macrista. Dado el nivel de hastío que se genera en los hogares, puede avizorarse un horizonte con el castañeteo de dedos de las 20 por wifi gratis, el silbidazo de las 20.30 por el bozal para Baby Etchecopar y el omm colectivo de las 22 por, sí, la reposición de Bonanza, Starsky & Hutch, La Familia Ingalls y El Hombre Nuclear. 

* Hitchcock lo anticipó: los pájaros están adoptando actitudes extrañas. La total ausencia de jubilados que las alimenten hace que las palomas hayan abandonado su general aire asustadizo; esperando en una parada de Plaza de los Dos Congresos, este cronista se vio de pronto rodeado por una patota alada amenazante, y solo la llegada del 151 evitó un final ciertamente indigno. “¿Murió de coronavirus?” “No, se lo morfaron 48 palomas famélicas”.