Blow the Man Down     7 puntos

Estados Unidos, 2019.

Dirección y guion: Bridget Savage Cole y Danielle Krudy.

Fotografía: Todd Banhazi.

Duración: 91 minutos.

Intérpretes: Sofie Lowe, Morgan Sailor, Margo Martindale, June Squibb, Will Britain, Skipp Sudduth.

Estreno en el canal Amazon Prime Video.

Abrigados con camperas de motivos escoceses, el grupo de pescadores comienza a entonar una canción marinera mientras hacen su trabajo. Pero no se trata de una work song como las de los esclavos afroamericanos en los algodonales del siglo XIX, sino una interpretación hecha de frente a cámara, que incluye una guiñada de ojo directamente dirigida al espectador. Lo que sigue no tiene nada de musical, ni tampoco de ruptura a medida de la llamada “cuarta pared”, al estilo de Jean-Paul Belmondo en Sin aliento. Salvo la nueva guiñada que, así como abrió el relato, también lo cierra. En su ópera prima las realizadoras Bridget Savage Cole y Danielle Krudy practican un riguroso realismo portuario… hasta el momento en que los cadáveres comienzan a proliferar, instancia a partir de la cual Blow the Man Down deriva hacia el terreno del policial. La película, que no pasó por los cines, es una de las recientes adiciones del canal Amazon Prime Video, aunque quienes no estén abonados también pueden buscar otras opciones para verla con subtítulos en castellano.

Priscilla y Marie Beth Connolly vienen de enterrar a su querida madre en su pueblito de Maine, en la Costa Este de Estados Unidos, cuando a la hermana menor se le ocurre ir al pub de la zona a liberar un poco de tensión. Allí se le arrima uno de los varios tipos que toman cerveza en la barra o en las mesas, y Mary Beth, algo pasada de cerveza ella también, se sube a su auto. Cuando se niegue a seguir adelante, el tipo hará lo que los tipos como él hacen en estas situaciones: intentará forzarla como sea. No cuenta (el espectador tampoco) con que la rubia muchachita de aspecto angelical decidirá usar un arpón, no precisamente para cazar ballenas. Casi al mismo tiempo la policía encuentra otro cadáver, el de una de las pupilas del burdel del pueblito, dando inicio a una espiral de negocios sucios y crimen que salpica desde tiempo atrás al pueblo entero. Incluso a los vecinos (y las vecinas) más insospechables.

Las realizadoras combinan un realismo totalmente desglamorizado con el canon policial, que incluye, además de los crímenes, una prueba olvidada en el lugar del crimen, la investigación respectiva, la oferta de una gran suma de dinero para dejar todo como está, el chismorreo de las vecinas y la idea del pueblo lleno de esqueletos en el ropero, propia de series como The Bridge y The Killing. La diferencia la hace el estilo. Aquí lo que prima no es la anécdota policial sino el realismo seco y como de todos los días con la que ésta está narrada. Los actores (preponderantemente actrices) son convenientemente desconocidos (salvo la fabulosa Margo Martindale, la señora más temible del cine y la televisión contemporáneos, y la olvidada Annette O’Toole en un papelito secundario) y no hay un solo detalle de maquillaje fuera de lugar. Más que una estadounidense, Blow the Man Down parece una de esas películas inglesas de look igualmente cotidiano.

Las calles del pueblito están tapadas de nieve y el tono del relato se corresponde con tanto hielo, aunque Martindale, en el papel de la furiosa madama del pueblo, le sube un poco la temperatura. ¿Y el coro de pescadores? Funciona como un coro griego, puntuando la acción con viejas canciones marinas, daría la impresión que de un origen tan irlandés como los antepasados de la gente del pueblito. En el teatro griego el coro era un elemento fijo de las tragedias. Aquí puede ser que sea así, puede que no. Lo seguro es que las dos guiñadas mencionadas son las únicas que el relato se permite: no hay aquí ningún mensaje cómplice al espectador y hasta los crímenes son secos y realistas, sin esas disfrutables orgías de sangre propias de series como Fargo. Las protagonistas de Blow the Man Down son primerizas en el crimen, y por lo tanto no hay aquí la menor exuberancia criminal sino dudas, torpeza y vueltas atrás. Algo que el relato tampoco hace: como toda narración realista, ésta avanza respetando la más estricta cronología.