Producción: Javier Lewkowicz


Aplanar la crisis laboral

Por Matías Maito *

Según la Organización Internacional del Trabajo, enfrentamos la peor crisis social y laboral desde la Segunda Guerra Mundial. Hace menos de un mes habían previsto que, en el peor de los escenarios, se perderían casi 25 millones de puestos de trabajo a nivel global. Sin embargo, hace unos días sostuvieron que existe alta posibilidad de que esa cifra sea sobrepasada.

Los primeros datos concretos van en el camino de esas estimaciones. En Estados Unidos, 16 millones de personas solicitaron el seguro de desempleo durante las últimas semanas. En el Reino Unido, los resultados de una encuesta marcan que el 8 por ciento de los trabajadores que tenían un empleo un mes atrás ya lo perdió.

Nuestro país en particular afronta la crisis en un escenario que ya era de alta fragilidad: 8,6 millones de personas atraviesan problemas de empleo severos, cifra que representa al 45 por ciento del total de los trabajadores activos. De ese conjunto, 1,6 millones se encuentran desocupados y 7 millones trabajan en condiciones de informalidad (4 millones en relación de dependencia y 3 millones como trabajadores independientes que no están inscriptos ni al régimen de monotributo ni al de autónomo).

La crisis actual agudiza esa situación. Desde el CETyD estimamos que el 65 por ciento de la población activa tiene altísimas dificultades o está imposibilitada de mantener su actividad y/o sus ingresos durante la actual etapa de aislamiento social dispuesta por el gobierno nacional. Una encuesta entre casi 1000 MiPyMES de la Fundación Observatorio PyME da cuenta que más de la mitad de ese tipo de empresas no está operativa y que el 6 por ciento está considerando abandonar la actividad (lo cual pone en riesgo el empleo de 190.000 trabajadores).

En esta coyuntura nos encontramos frente a una dificultad adicional. Salvo en casos muy excepcionales como podría ser el de las plataformas digitales de reparto, el aislamiento social impide la proliferación de “changas” y otros “empleos refugio” que podrían amortiguar la disminución de trabajo e ingresos. Esto último, resulta dramático en los barrios más vulnerables, donde cartoneros, trabajadores de la construcción y tantos otros no pueden obtener su sustento diario. Y también impide que se replique un proceso similar al que tuvo lugar entre 2018 y 2019 cuando, ante la ausencia de políticas públicas, la multiplicación de este tipo de actividades laborales (mayormente precarias) contuvo el aumento del desempleo. Recordemos que entre los terceros trimestres de esos dos últimos años se destruyeron 120 mil empleos asalariados registrados, pero esa caída fue compensada por la creación de 16 mil puestos no registrados y de 265 mil no asalariados (fundamentalmente, trabajadores por cuenta propia).

Por eso los desafíos de la situación actual tienen una dimensión inédita. El foco de las políticas públicas que está implementando actualmente el gobierno nacional es preservar los puestos de trabajo actualmente existentes e intentar compensar la caída de los ingresos de quienes no tienen un empleo asalariado registrado, además de mejorar las prestaciones de la protección social.

Con el programa de emergencia implementado en el marco de la pandemia, el Estado se está posicionando como sostén (efectivo o potencial) de parte de los ingresos de más de la mitad de la población económicamente activa. Por caso, los 10.000 pesos que perciben los beneficiarios del Ingreso Familiar de Emergencia representan el 58,5 por ciento de los ingresos laborales que percibe una familia beneficiaria tipo durante un mes y el 46,5 por ciento de los ingresos totales.

Esta situación es de imposible sostenibilidad en el tiempo, máxime teniendo en cuenta la situación de las cuentas fiscales. Por eso, queda claro que la implementación de este esquema de protección social para la emergencia precisará de redefiniciones en torno a la recaudación, el origen y el destino de los recursos públicos. Porque si de lo que se trata a nivel global es de aplanar el impacto de una crisis que tendrá dimensiones que no observamos desde la Segunda Guerra Mundial, seguramente sean necesarias respuestas de una dimensión tan excepcional como las de aquel entonces. Esperemos que también ello contribuya a reconfigurar un mundo más equitativo.

* Director del CETyD (IDAES-UNSAM).


Modelo para armar

Por Germán Tessmer ** y Luciano Jara Musuruana ***

Entender el impacto de la cuarentena en el mercado laboral, tendrá un grado de complejidad mayor al habitual. Es que la medida no solo impacta en la actividad económica, sino que también extiende sus efectos a los mecanismos de recolección de datos sobre los que se construye nuestra visión, y que han sido suspendidos temporalmente.

Incluso si se relevara información, las decisiones que tomen los encuestados difícilmente presenten un buen indicador de la población que estadísticamente representan bajo una situación típica. Ante un hecho anómalo generalizado, el comportamiento de los agentes, inevitablemente rompe la lógica de regularidad sobre la que se construyen este tipo de encuestas.

¿Qué podemos afirmar? La primera cuestión a abordar, es el punto de partida macroeconómico previo a la cuarentena: bajo crecimiento, divisas genuinas insuficientes, inflación inercial, apreciación del tipo de cambio, déficit fiscal, alta presión fiscal, vencimientos de la deuda, y altas tasas de interés.

En este escenario, difícilmente haya espacio para la concreción de decisiones de inversión nuevas, salvo en sectores sumamente rentables. Dado que las decisiones de inversión ponen en juego expectativas sobre ganancias y riesgo futuro, puede suponerse que la merma de la actividad económica producto del confinamiento, terminará por inhibir las que estaban en duda. Lo que se ahorró para invertir o por motivo precaución, pasará a desahorrarse para gastar.

Primera implicancia: la creación de nuevos puestos de trabajo, se ha pospuesto y reducido. Los sectores de la población que se encontraban desempleados o empleados en el sector informal y buscando formalizarse, verán prolongar su situación. Este grupo tiene un fuerte componente de jóvenes y jóvenes adultos, de baja calificación. Y las condiciones empeoran cuando se controla por género.

Resta preguntarse por lo que ya estaba funcionando. En 2018 se registró una fuerte profundización de las brechas salariales por nivel de estudios. Según el modelo que se estime, en el segundo trimestre 2018 los diferenciales de salarios para personas con estudios universitarios completos, se amplió entre 32 por ciento a 39 por ciento interanual en relación a personas con estudios terciarios, y entre 23 por ciento a 28 por ciento en relación a personas con estudios universitarios incompletos. Sin reversión de tendencia en 2019, la cuarentena inicia con un mercado laboral más polarizado en términos de ingreso.

Por supuesto, la magnitud del shock por confinamiento, va a ser distinta por sector y régimen de contratación. Según datos del cuarto trimestre de 2019, el 53 por ciento de los ocupados cae en la categoría de asalariados informales, patrones, cuentapropistas y trabajadores familiares. Posiblemente, la franja de ocupados más afectada por la situación. En términos sectoriales, de las actividades más comprometidas, destacan los rubros comercio, y hoteles y restaurantes. En conjunto, representan aproximadamente 22 por ciento de los puestos de trabajo.

Es difícil realizar una afirmación sobre los sectores y trabajadores directamente afectados. Todo va a depender de la capacidad de las familias y empresas para cubrir los faltantes, ya sea liquidando ahorros o liquidando capital. Y, por supuesto, de la capacidad estatal efectiva para ayudar a paliar el problema. En todo caso, es de esperar un aumento de la desocupación en el corto plazo. Pienso en un pequeño taller textil con pocos empleados, por ejemplo.

Pasada la cuarentena, todo parece indicar que los sectores no directamente afectados deberían poder retomar la actividad en un nivel más bajo, como resultado de las pérdidas por transacciones no ejecutadas y de las intermitencias en la cadena de pagos. La recuperación va a llevar tiempo, pero en estos sectores la capacidad instalada no debería estar afectada, y el esfuerzo consistirá en reconectarla. Sin embargo, bajo este escenario, es de esperarse que el mercado laboral que surja tras la cuarentena sea uno más polarizado y, por ende, más desigual.

** Magister en Economía. Director del Observatorio Económico Social | UNR. https://observatorio.unr.edu.ar/ @OesUnr

*** Licenciado en Economía. Sub-director del Observatorio Económico Social | UNR