Desde Río de Janeiro.La nueva estrategia de la derecha es la perversión dentro de la democracia liberal, contando con los medios y el poder judicial como piezas fundamentales. Es un golpe que toma forma institucional, pero que destruye la democracia desde adentro, creando otra institucionalidad, blindada, para evitar que la izquierda regrese al gobierno. Toma el nombre de guerra híbrida.

El primer movimiento de esta guerra híbrida en Brasil fue el golpe de estado contra Dilma Rousseff, que tomó la forma de un impeachment político, sin base legal, pero confiando en la connivencia del silencio cómplice del poder judicial.

La democracia fue rota para sacar el Partido de los Trabajadores (PT) del gobierno y reanudar el modelo neoliberal , despues de que la derecha haya sido derrotada cuatro veces consecutivas, en disputas democráticas. Ahí decidio optar por el atajo del golpe.

El segundo movimiento fue la detención y la condena de Lula sin ninguna prueba y la prohibición de su candidatura, cuando Lula era favorito para ganar en primera vuelta las elecciones presidenciales en 2018.

El tercer movimiento fue el montaje monstruoso a través de cuál se dio el fraude que impidió, de manera absolutamente ilegal que Fernando Haddad fuera elegido presidente de Brasil. La derecha promovió así la elección de Bolsonaro de forma vergonzosa.

Dado que Bolsonaro se reveló un buen candidato para la operación electoral montada por la derecha, pero un mal presidente, era necesario resolver el problema de la gobernanza. La Fuerzas Armadas, en lugar de cumplir con sus funciones constitucionales de garantizar la soberania nacional, se habían convertido en una reserva alternativa de poder para la derecha, dado que los partidos de derecha tradicionales habían entrado en crisis, tal como habia sucedido en 1964 y por más de dos décadas después.

En el gobierno de Bolsonaro los militares han participado desde el principio, sosteniendo de cerca al presidencia, y han estado de acuerdo con todo lo que hace el gobierno, desde la radicalización del modelo neoliberal a la privatización de bienes públicos, incluídos centralmente los ataques a la Petrobras. Estaban esperando que el gobierno se debilitara para cercar a Bolsonaro, poner límites a ciertos excesos y finalmente construir un asedio institucional.

Hubo quienes hablaron de un parlamentarismo blanco, que sería impuesto por el Congreso, pero lo que queda por delante es un parlamentarismo verde oliva, con un tipo de primer ministro militar, el general Braga Neto, quien asume el rol de coordinador de ministros y, especialmente, encargado de la política de salud para prevenir cualquier locura de parte de Bolsonaro.

Ya hay una coordinación militar, que institucionalmente vacía el peso de Bolsonaro. Bolsonaro sigue con sus amenazas, sin capacidad de ponerlas en práctica. No hay ninguna reapertura apresurada del comercio, menos aún reemplazo del ministro de Salud. Bolsonaro queda aislado, con todos en su contra, como el mismo general Villas Boas ha afirmado. Queda reducido a la impotencia. Habrá que ver cómo reaccionan él y sus hijos.

La guerra híbrida llega así a su nueva etapa: la del blindaje del gobierno, preparándose para construir una operación que intentará evitar que el PT gane las elecciones presidenciales del 2022. Este es el próximo objetivo de guerra híbrida.

Pero no juegan solos, hay otras fuerzas en el campo y están sus propias contradicciones. Un mantenimiento del modelo neoliberal, sobre todo en medio de una economía con una fuerte recesión, es propicia para grandes movilizaciones populares, en defensa de los intereses de todos, en primer lugar de puestos de trabajo. El gobierno estará tentado a endurecerse más, desatando procesos de represión abierta.

La izquierda cuenta con el fortalecimiento del Estado, del sector público, de la salud publica, de las universidades y centros de investigación, y con los sentimientos de solidaridad com los más desfavorecidos. Cuenta con todos estos elementos generados y fortaercidos durante  la crisis de la pandemia, para proponer que la reconstrucción de la sociedad solo pueda ocurrir con el protagonismo de la esfera pública, con el fortalecimento la democracia y la participación popular.

Será un período de grandes disputas, políticas e ideológicas, que definirá los horizontes de Brasil por mucho tempo, con repercusiones en todo el continente. La redemocratización de Brasil pasa por la derrota del proceso de militarización del gobierno y el restablecimiento de elecciones libres y democráticas