En medio de la pandemia de coronavirus y desafiando nuevamente el aislamiento social, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, acudió a una masiva manifestación a favor de su gestión acompañado por once ministros. Desde el Palacio de Panalto, el mandatario destacó la gran presencia de seguidores en el acto pese a las medidas de los gobiernos regionales para evitar las aglomeraciones. Bolsonaro aseguró que el gobierno federal "ha brindado todo el apoyo" para ayudar a los pacientes de covid-19, y volvió a distanciarse de los gobiernos regionales y municipios que proponen continuar con las medidas de confinamiento. A diferencia de actos anteriores , Bolsonaro bajó algunos decibeles y evitó hacer referencias al Poder Judicial, que lo tiene en la mira por graves acusaciones que lo incriminan. 

Aunque evitó el contacto físico y usó un tapabocas durante la media hora en que acompañó la movilización frente al Palacio de Planalto, el jefe de Estado bajó por la rampa de la edificación para acercarse lo máximo posible a los manifestantes y llegó a cargar a dos niños y a levantar las manos de los ministros presentes. La expansión del coronavirus, que llegó a Brasil en febrero y ya suma más de 230 mil contagios y 15 mil muertes, se produce en medio de otros brotes infecciosos que ya venían preocupando a las autoridades sanitarias. 

Las declaraciones de Bolsonaro durante la manifestación fueron transmitidas en vivo por las redes sociales oficiales del mandatario. Desde el Planalto, Bolsonaro volvió a criticar las medidas de distanciamiento social adoptadas por los gobiernos regionales y municipales para combatir el avance de la covid-19 y defendió la normalización de las actividades. "La población quiere trabajar para colocar comida en la mesa", aseguró. Para Bolsonaro, más preocupado por la paralización del país que por la salud de sus habitantes, la covid-19 "va a contagiar al 70 por ciento de la población tarde o temprano" y "va a matar mucha gente sin importar las medidas de distanciamiento que se adopten".

Luego de haber sido duramente criticado por haber participado en manifestaciones similares a las de este domingo, en las que se proponía el cierre del Congreso y de la Corte Suprema, así como otras medidas antidemocráticas como una directa intervención militar, Bolsonaro destacó que en la de este domingo no había ningún mensaje contrario a la Constitución. "Es una manifestación pura de democracia. Estoy muy honrado con eso", afirmó. Sin embargo, Folha de São Paulo  señalói que antes de la llegada del presidente al acto, miembros de su equipo de seguridad pidieron a los manifestantes que fueran retirados carteles con duras críticas al Parlamento y a la Corte.

Bolsonaro no da tregua en su empeño para que los gobiernos regionales levanten las restricciones y permitan la normalización de las actividades, a tal punto que esta semana ordenó la apertura de gimnasios y salones de belleza por considerarlos esenciales. Pero la gota que rebasó el vaso fue la presión de Bolsonaro para que el entonces ministro de Salud Nelson Teich autorizara el uso de la cloroquina en el estadio inicial del tratamiento de pacientes de covid-19, a pesar de que las pruebas con ese medicamento no fueron concluyentes sobre sus beneficios.

Este fue uno de los motivos que llevaron a Teich a renunciar el viernes al cargo que había asumido hacía sólo 28 días y en medio del agravamiento de la pandemia en Brasil, que, con 233.648 casos confirmados y 15.668 muertes, ya es el cuarto país con más contagiados en el mundo. El antecesor de Teich, Luiz Henrique Mandetta, un férreo defensor de las medidas de distanciamiento social, fue destituido el mes pasado. Los dos eran médicos y ahora, con la curva en plena escalada, la cartera de Salud queda de forma interina a cargo de Eduardo Pazuello, un general del Ejército sin experiencia en el área.

Una tormenta perfecta

Las previsiones científicas indican que los contagios y muertes seguirán creciendo de forma exponencial en este país de 210 millones de habitantes, y que el pico se producirá en las próximas semanas. A las puertas del invierno, Brasil camina hacia una tormenta perfecta con la curva del coronavirus en alza, el inicio de la temporada de influenza, el final de la de dengue y brotes activos de otros virus que ya se creían superados, como el sarampión.

El país ahora está superando el pico de dengue, transmitida por el mosquito Aedes Aegypti, que también es portador del virus del Zika, la fiebre amarilla y el chikunguña, que suele ser en abril y mayo. Según el último boletín del ministerio de Salud, en lo que va de año se han notificado 676.928 casos probables de dengue y 265 muertos. A partir de junio, con la llegada del invierno, los casos de dengue bajan pero suben los de gripe común y otras enfermedades respiratorias.

A todo esto hay que agregarle también brotes de sarampión que continúan activos en las cinco regiones de Brasil: norte, nordeste, centro-oeste, sudeste y sur. En lo que va del año ya se reportaron 2.910 casos de sarampión, casi la mitad de ellos en el estado de Pará, también uno de los más afectados por el coronavirus, y tres víctimas fatales.