Esta semana se inaugura la Estación “Santa Fe-Carlos Jáuregui” en la Línea H de Subte. Un logro colectivo que impulsamos en la Legislatura junto a Maximiliano Ferraro y Carlos Tomada; y el impulso primordial de Gustavo Pecoraro. Y que pese a las dudas iniciales, contó con el voto unánime de los y las legisladoras. 

Rememorar a Jáuregui es intentar también reconstruir qué significaba su militancia en un hoy en el que los derechos del movimiento LGBTIQ han alcanzado en nuestro país niveles de reconocimiento internacional. Pero es también un impulso para comprender que esos derechos son los de todos y todas, y que se encuentran en permanente expansión.

“A medida que fue pasando el tiempo, al ir observando mi vida y la de mis amigos, me fui dando cuenta de un hecho: que una persona sea o no gay debería ser un dato sin importancia. ¿Qué heterosexual va por la vida contando sus intimidades sexuales? ¿A quién le importan?”, nos dice Carlos. El orgullo por ser quien somos es fundamental para construirnos como sujetos y para defender nuestros derechos. Esto fue algo que Jáuregui comprendió cabalmente, y como pionero en las marchas que hoy son multitudinarias, nos enseñó a enfrentar la mirada del otro con alegría y desparpajo. Ese decir “yo soy” nos permite sostenernos, comprendernos, acompañarnos.

Pero también nos enseña el lugar preponderante de la militancia, de la organización. En tiempos en que algunos quieren volver a imponer el temor y el agravio sobre quienes militan, el ejemplo de Carlos es también el de los logros que hemos alcanzado a partir de la militancia. Lo que parecía imposible se pudo lograr a partir de unirnos, de pensar organizadamente cuáles podían ser los mejores pasos para conquistar nuestros deseos.

En los años ´70/´80 en la Argentina, la diversidad en las identidades sexuales continuaba siendo un tema tabú, que debía transitarse en privado. La persecución policial y social hacia quienes fueran “distintos y distintas” ha causado numerosas tragedias personales y familiares; que a la distancia parecen tan inverosímiles, que en su dolor nos incitan a expandir nuestros conocimientos y abolir nuestros prejuicios. Pero hay que comprender, reitero, lo que nos ha costado llegar a este punto, el sacrificio que hemos realizado para conquistar este presente, y su defensa es una tarea del hoy que nos sigue implicando a todos y todas.

Que es también parte de un mea culpa que quienes militamos debemos hacer: el tiempo que le llevó a las organizaciones políticas comprender que los derechos del colectivo LGBTIQ debían ser parte de sus programas y propuestas. Carlos Jáuregui fue también en eso pionero, junto a muchos compañeros y compañeras que desde sus organizaciones impulsaron la discusión en el seno de la militancia. Esa es una deuda que aún transitamos en muchos espacios, y que día a día tratamos de solucionar en la práctica, con espacios dedicados a discutir estos temas.

Pero quizás lo más interesante de la militancia LGBTIQ es su férrea voluntad de expandir los límites de lo que compartimos y pensamos. Que cuando uno cree haber comprendido todo lo referente a los derechos que nos atraviesan, aparecen nuevos interrogantes que nos obligan a reconsiderar lo que hasta ahora hemos realizado, e incluso cómo comprendemos lo que nos pasa.

Hoy homenajeamos una vez más a Carlos Jáuregui, y en su nombre, a todos y todas las que han batallado en estos años por impulsar y ampliar los derechos del colectivo LGBTIQ. Una tarea que día a día seguimos cumpliendo, en memoria de quienes han partido y en amparo de quienes vendrán.

* Diputado porteño, Frente para la Victoria.