Natalia Aruguete, periodista, docente e investigadora del CONICET, se metió en el ojo del huracán. En sociedad con el politólogo Ernesto Calvo –profesor de Gobierno y Política de la Universidad de Maryland, entre otros métiers— se propuso arrojar luz sobre ese atormentador mundo de sombras provocado por los trolls y las fake news que inunda las redes, en los raros días de hoy. Básicamente, bajo el propósito de describir cómo funcionan las redes, ambos se tomaron el tiempo necesario para generar ciertos antídotos contra los fantasmas virtuales. “Tornar legibles las redes es un paso necesario para que sean gobernables (por eso) las teorías que presentamos aquí son una vía para exorcizar la violencia”, se lee en la página 22 del libro Fake news, trolls y otros encantos (Siglo XXI). “La hipótesis que inicia el libro es que odiamos las redes no solo porque nos someten a actos de violencia, sino también por nuestra dificultad para entender las formas de esa violencia. De allí que nuestras indagaciones busquen tornarlas ´legibles´, comprender cómo funcionan desde distintas teorías. Esa es nuestra apuesta académica pero, además, procuramos que sea una herramienta política. Que sea, en definitiva, una forma de develar los mecanismos de las redes para exorcizar la violencia que se activa cuando se hace política, o se lucra con nuestros muros”, introduce Aruguete, siguiendo las estelas de James Scott, politólogo y antropólogo estadounidense, que puso lupa temprana en la problemática, a través del clásico Seeing Like a State: How Certain Schemes to Improve the Human Condition Have Failed, publicado por la Universidad de Yale, en 1998.

Además del trabajo pionero de Scott, otra fuente clave para la investigación fue Anatomía política en Twitter, en Argentina de Calvo. “Cuando leí ese libro, encontré un enfoque que problematizaba el diálogo político en twitter de manera no banal; eso me interpeló más que las miradas celebrativas e ingenuas de otros estudios sobre redes sociales”, enmarca Aruguete, sobre otro disparador del trabajo. Incluso fue ella quien le propuso a él, dada la lectura, reflexionar sobre el diálogo entre medios tradicionales “y usuarios de a pié” en twitter. “Me acuerdo que lo planteé en términos de diálogo y no de efecto mediático, porque empezaba a entender el rol clave de los usuarios al activar determinados mensajes para garantizar su circulación. Eso ocurrió a mediados de 2016, en pleno tarifazo, que fue nuestro primer estudio de caso. Desde entonces, no paramos de explorar distintos eventos políticos que consideramos clave de la política actual”, señala la especialista, yendo a los primeros trazos de este trabajo basado en una original fusión entre ciencia política, comunicación y análisis de redes.

--Además del hashtag #Tarifazo --y otros-- trabajaron también con el caso Maldonado. ¿Motivo?

--Todos fueron casos elocuentes para mostrar cómo funcionan (para bien y para mal) las redes sociales. En el caso particular de Santiago Maldonado, la conversación en twitter alrededor de su desaparición se polarizó mucho, tal como ocurrió durante la elección en Brasil o en cualquier campaña electoral. En estas redes polarizadas, en particular, encontramos otros elementos elocuentes. En la red #Maldonado, analizamos cómo se activaron distintos encuadres (formas de percibir, comprender y definir ese evento) en determinadas regiones de la red. Mientras los usuarios kirchneristas-peronistas definieron la situación como una #DesaparicionForzada, en la comunidad pro-cambiemos conceptuaron el caso como un aprovechamiento electoralista del Kirchnerismo.

El trabajo conjunto de Aruguete y Calvo tuvo su origen en sesudas reuniones en el Café Cortázar de Palermo, entre café y medialunas. “En esos días de intercambio virtuoso ocupé el lugar de la ´teórica total´, para graficarlo con un sarcasmo. De manera que muchas de nuestras charlas tuvieron esa tónica: yo aportaba delirios teóricos sobre framing (encuadre) y medios, mientras que Ernesto los bajaba a tierra al traducirlos empíricamente”, detalla la investigadora. “Recuerdo una ocasión en la que le hablé sobre la dependencia creciente que mostraban los periodistas y editores hacia las métricas, esos datos que informan sobre el tamaño y el comportamiento de la audiencia en relación con las noticias. Me preocupaba el impacto que ese ´sometimiento´ generaba en los criterios de noticiabilidad. Después de pensarlo mucho creamos un modelo llamado “News by popular demand” (noticias a pedido del público), donde intentamos medir la congruencia entre los usuarios de redes sociales, a partir de la cercanía ideológica con la línea editorial del medio, el interés sobre el asunto en cuestión y la reputación de los medios estudiados”.

--A propósito, otra de las cuestiones del libro versa sobre la relación entre las redes y los medios de comunicación tradicionales. ¿Qué grado de intensidad detectaron en tal vínculo?

--Bien, en el actual ecosistema comunicacional, donde los medios tradicionales afrontan problemas financieros y de sustentabilidad, la práctica periodística se ha reconfigurado. Los medios ya no monopolizan la producción y distribución de noticias y opiniones legítimas. Dado que la proliferación de contenidos en línea destronó al periodismo del vértice que ocupaba en la pirámide de la circulación de noticias, los trabajadores de prensa empezaron a compartir la responsabilidad editorial de dar forma y asignar relevancia a las noticias. A eso se suma otro factor que explica la relación medios-público en redes sociales: la “percepción selectiva” de los usuarios --esto es, la propensión a acercarnos a aquellos medios cuyas líneas editoriales son congruentes con nosotros-- se ve reforzada por la dinámica algorítmica que les devuelve una versión aumentada de sus cosmovisiones. Esos factores generan que en redes sociales nos relacionemos mayormente con aquellos medios que son consistentes con nuestro “mundo de la vida”, ese lugar en el que, según Habermas, hablante y oyente salen al encuentro.

--¿Las redes amplifican y reproducen las miserias de la humanidad ya dadas o hay un plus virtual, autónomo, ahí?

--Por un lado, nosotros no abandonamos las redes porque somos abducidos por ese goce cognitivo de compartir mensajes que son consistentes con nuestra cosmovisión, aun cuando ello nos convierta en objeto de ataques o emisores de violencias. Del otro lado, las redes funcionan como cámaras de eco que alimentan y educan nuestro comportamiento. Los mensajes que son distribuidos por los algoritmos virtuales nos devuelven una versión ampliada de nuestro mundo de la vida. Por eso con Ernesto decimos que, dentro de las burbujas de filtro virtuales, “todos somos mayoría”.

--Respecto de la dimensión ideológica que se aborda en el libro,  ¿por qué se hace hincapié en la diferencia entre “decisiones” y “preferencias” políticas en los usuarios de redes?

--Creo que no son necesariamente momentos distintos, o tal vez sí lo sean pero están concatenados. A partir de nuestras preferencias políticas, ideológicas y afectivas, tomamos decisiones en redes sociales. Esas decisiones se traducen en reacciones frente a los mensajes, que pueden ir desde ignorar un contenido que nos genera disonancia y nos perturba cognitivamente, responderle si nos interpela desde una postura crítica, o retuitearlo cuando coincidimos con su definición de la situación. Esas decisiones que toman los usuarios, tal como mostramos en el libro, tienen consecuencias topológicas. Es decir, impactan en los niveles de circulación y propagación que habilitamos al replicar (retuitear) mensajes con los que nos identificamos y que, por ese mismo motivo, nos place compartir con nuestros pares. Luego viene el turno de los algoritmos, que nos devuelven un eco de esas creencias, una versión aumentada de ese “mundo de la vida” del que hablaba Vladimir Orlando Key. En la década del sesenta del siglo pasado, este politólogo decía: “lo que sale de una cámara de eco guarda una relación inevitable e invariable con lo que entra en ella”. En redes sociales se utiliza ese término para referirse a la situación en la cual la información, las ideas o las creencias son amplificadas por transmisión y repetición en las burbujas virtuales.

--¿Cuáles serían los “otros encantos” que se nombran en el título del libro?

--En el trabajo estudiamos varios eventos ocurridos en distintas latitudes. En algunos de esos casos observamos estrategias de fake news y ataques que se consolidan en un escenario virtual ideológica y afectivamente polarizado. Pero no son los únicos “encantos” que esconden las redes sociales, que también se disponen como espacios para las resistencias sociales y la puja por una agenda alternativa, promovida por colectivos y activistas. Las experiencias electorales más recientes se contraponen a las resistencias impulsadas por colectivos sociales que logran estructurar escenarios despolarizados desde una narrativa consensuada y saludable. En esas condiciones, la intencionalidad política de vaciar de contenido la plaza discursiva, recurriendo a estrategias de desinformación dispuestas por redes de usuarios coordinados, no tiene asidero.

--El propósito central del trabajo es contestar “cómo” funcionan las redes. ¿Qué hay respecto del “por qué” y el “para qué”?

--El “por qué” y el “para qué” forman parte de esa mirada macro —académica, aunque también política— del funcionamiento de las redes. ¿Por qué estamos allí, para qué sirven? Es cierto que transitamos una arena donde las voces reconocidas no son muchas ni diversas, donde las batallas culturales no las gana el mejor argumento sino la mayor difusión, y que el alcance de esas narrativas está motorizado por el origen político de los actores y por su adscripción a una red estable de relaciones sociales. Pero también debemos reconocer que la polarización política, las jerarquías mediáticas, la concentración de la información y la hegemonía en redes no son una invariante. Estos ejes que menciono, vertebradores de la vida social virtual, varían según el asunto de interés que tenga lugar en un contexto determinado.

--El libro hace hincapié también en un péndulo entre violencia y democracia (lo “malo” y lo “bueno” de las redes, se intuye) ¿qué prima, en su visión?

--Creo que cada vez más priman las violencias de distinto tipo, tanto en el espacio digital como en el mundo no virtual. Sobre todo porque lo que se incrementó dramáticamente es la polarización afectiva. No me refiero a un alineamiento o distanciamiento racional a partir de un razonamiento que analice los pros y contras de una decisión de política pública. El denominador que observamos en los eventos trabajados en el libro es que los mensajes nos interpelan afectivamente cuando nos enojan, nos indignan, nos dan asco; es decir, cuando comunican información que apela a nuestras creencias previas y nos sugieren interpretar la (des)honestidad, la mezquindad y la calidad humana de aquellos con quienes disentimos. Yo soy una escéptica de las redes sociales en cuanto a su capacidad de democratizar el flujo de la información, pero sí creo que, en la medida en que nos formamos política y colectivamente, podremos encontrar en estas plataformas espacios para la resistencia y la lucha por el poder simbólico. En la Argentina fue muy contundente lo que se generó en las redes #AbortoLegal y #MiraComoNosPonemos, por ejemplo.

--O la cuestión Bolsonaro, que es otro de los análisis de caso que abordan.

--En #Bolsonaro, encontramos una forma singular de administrar y procesar las agresiones: la política de Astroturfing consistente en crear una red artificial de usuarios y medios fakes para generar la percepción de que existía una comunidad de apoyo u oposición a un candidato o partido. El fin último de ese mecanismo fue ocultar al emisor y esconder su estrategia. Ahora, para que una campaña de Astroturfing tenga éxito, esos operadores digitales necesitan encadenarse con usuarios reales y garantizar la propagación de sus narrativas por las redes. En la red #Bolsonaro, en particular, la campaña motorizada inicialmente por astroturfers (intoxicadores virtuales) debió integrarse con usuarios reales para que la operación política pudiera ser observada por votantes y políticos. En el caso de #AbortoLegal, en cambio, fue la anti-red de nuestro libro: despolarizada, con un discurso limpio, saludable y didáctico; una red plebeya. Allí, no hubo asidero para la propagación de fake news.

--En lo personal, ¿con qué frecuencia usás las redes? ¿te perturban?

--Tengo épocas. A veces me ausento un tiempo y dejo de usarlas… y cuando vuelvo a ellas, simplemente sucede. Solo lo hago si siento que tengo algo para decir. Cito mucho a otros autores o colegas en las redes. En contadas ocasiones me sale usarlas para contar banalidades o asuntos cotidianos, no tengo esa chispa que les admiro a quienes sí saben hacerlo. Por suerte, no siento que deba habitar las redes asiduamente para que no me olviden. Trato de ser coherente con esa tesitura, me aterran los niveles de narcisismo que nos generan las redes. Pero asumo que en ese punto me tocan las generales de la ley.

La ficha

Natalia Aruguete es doctora en ciencias sociales, investigadora del Conicet, periodista, y profesora de la Universidad Nacional de Quilmes y de la Universidad Austral. Lleva escritos casi cincuenta artículos (publicados en revistas especializadas de diversos países) cuyas temáticas centrales giran en torno a las agendas políticas, mediáticas y públicas en el diálogo entre medios tradicionales y redes sociales. También ha escrito tres libros dedicados a tales temáticas: El poder de la agenda. Política, medios y público (Biblos, 2015); Teorías de la opinión pública y de construcción de agenda (UNQ, 2012) y Los Medios y la Privatización de Entel. El tratamiento noticioso del servicio telefónico argentino en el contexto de su privatización (Editorial Académica Española, 2011). Además se desempeña como colaboradora especializada en Página/12 y en la edición Cono Sur de Le Monde Diplomatique. Licenciada en Ciencias Sociales de la UBA y graduada como magíster en Sociología Económica en IDAES de la Universidad Nacional de San Martín y como doctora en la Universidad Nacional de Quilmes, ha dictado cursos de grado y posgrado en diversas universidades del país, además haber transitado bajo ese rol los niveles medio y terciario.