Cuarta película que aborda la figura del mítico Gauchito Gil en menos de dos años, el film homónimo de Fernando Del Castillo se concentra en la reconstrucción del relato histórico detrás del personaje, indagando en el origen de uno de los ritos místicos más extendidos de la cultura popular local. Tan lejos del documental Antonio Gil, en el que Lía Dansker retrató las peregrinaciones multitudinarias al santuario del venerado, como de la ficción pura sobre la que se mueve Un Gauchito Gil, de Joaquín Pedretti, este nuevo acercamiento tiene varios puntos en común con la perspectiva que Cristian Jure desarrolló en Gracias Gauchito Gil. A diferencia de esta última, en donde el desvío hacia lo fantástico ocupa un rol importante, Del Castillo se atiene a lo que se conoce del personaje real a partir de los documentos de la época. Y se permite hacerlo echando mano a los recursos propios de géneros como el drama (en sus variantes romántica y trágica) y sobre todo, el western.

Como ocurre con el origen de este último en del cine clásico de los Estados Unidos, el director usa al western como vehículo para contrabandear ese relato histórico. Siempre propenso a permitir el surgimiento de lo heroico, el western resulta ideal para que las narraciones épicas en torno al origen de una nación fluyan de forma cinematográficamente atractiva. El director (y guionista) aprovecha las posibilidades de dicho molde para plantar sobre él la estructura de una historia que tiene como trasfondo a la nefasta Guerra del Paraguay, y al enfrentamiento entre unitarios y federales, génesis de la disputa ideológica que desde su origen signa el devenir de la política vernácula.

Los hechos que narra Gauchito Gil tienen lugar en Corrientes, en 1870. Ahí y entonces transcurren los últimos días de Antonio Gil, un exsoldado del ejército que formó parte de la Triple Alianza con Uruguay y Brasil para aplastar al pujante Paraguay. A pesar de su desempeño heroico, el gaucho aprendió en el campo de batalla el sinsentido de esos enfrentamientos fraticidas. Por eso al ser obligado a alistarse en las filas celestes del liberalismo correntino, Gil (que se identifica con el colorado de los autonomistas) no solo se niega a hacerlo sino que huye, y comienza a ser perseguido por desertor y cuatrero.

Como un Robin Hood sapucay que reparte su botín entre la peonada, el prófugo se convierte en héroe del pueblo. La vida del matrero, que en la actualidad es venerado como un santo, le sirve a Del Castillo para exponer de forma sucinta el contexto histórico y su apuesta funciona. También lo hace en el terreno narrativo, poniendo en escena con eficiencia los hechos que llevaron a Gil a trascender su propia muerte. Para ello cuenta con el trabajo de un elenco que en general maneja bien el tono dramático que demanda el western. A pesar de los excesos de una musicalización demasiado presente y connotativa, y de las dificultades de una producción limitada, Gauchito Gil consigue narrar lo histórico y rescatar lo heroico para comprender lo mítico.

Gauchito Gil 6 puntos

Argentina, 2020

Dirección y guión: Fernando Del Castillo

Duración: 90 minutos

Intérpretes: Roberto Vallejos, Claudio Da Passano, Paula Brasca, Éstel Gómez, Santiago Vicchi, Gerardo Maleh.

Estreno: La película puede verse a partir de hoy en la plataforma Cinear Play.