Marina es la protagonista de El peso de la tentación, una novela de Ana María Shua que tiene unos años, pero no pierde su capacidad de cuestionamiento sardónico. Publicada en 2007, se adelantó a la llegada del activismo gorde al país, aunque fue más motivada por el auge de métodos infalibles --e inhumanos-- para adelgazar que por un afán militante o moralista. Ya se sabe, las buenas intenciones pueden hacerle mucho daño a la literatura. Nada de eso ocurre en esta novela que se lee como thriller, ficción distópica o simplemente como la historia de una desesperación recurrente. Siempre con ritmo narrativo y sin subrayados innecesarios. 

La protagonista se interna en Las Espigas, un instituto para adelgazar que es famoso por sus métodos extremos. "Marina sabía muy bien lo que le esperaba en Las Espigas Sabía que internarse allí era parte del castigo por estar gorda, sabía que muchas otras formas de castigo la esperaban, y que había pagado por ellas. Mucho dinero. Bajó la cabeza. Estaba llegando a la balanza", se lee nada más empezar, en la página 8, en el capítulo "Pesaje". "Aún las situaciones que parecían puro goce sádico tenían su sentido en Las Espigas. Los gordos tienen tendencia a premiarse (con comida) cada vez que logran un pequeño descenso de peso. Y se desalientan (y comen de más) cuando no bajaron todo lo que esperaban", sigue el relato. 

Si la autora hizo una lectura crítica del discurso sanitario sobre la obesidad al abordar la historia es una pregunta difícil de responder, lo que sí ocurre a través del libro es que las cuestiones de la gordura y el disciplinamiento van desnudándose como lo que son: un sistema. "Tal vez por primera vez en su vida, en lugar de hambre y deseo, Marina sintió un retorcijón de asco en las tripas. Supo que quería diferenciarse de esos gordos recalcitrantes y pegajosos, que quería ser, ella también, una Recuperada, quería que un hombre pudiera volver a pasarle el brazo por el talle, tener talle. La sensación se transformó en una decisión fuerte, con visos de eternidad, que duraría casi hasta la medianoche", se lee en la página 149.

Algo del discurso estigmatizante de la falta de voluntad sobrevuela en la novela, pero siempre prevalece la profunda comprensiónde la protagonista, una mujer de unos 40 años y más de 90 kilos que vive el peso de los mandatos y se somete a las peores crueldades porque, ya se sabe, en esta sociedad, ser gorda es lo peor que te puede pasar.

El peso de la tentación, de Ana María Shua. Emecé, 2007.