Imágenes, imágenes, imágenes. Un trazo seguro se va deslizando sobre el papel trasladando ideas. Hay códigos que pertenecen a las vanguardias históricas que son recuperados por la danza, la escenografía, los mapas de iluminación, las puestas teatrales, el cine y la historieta. Las bandas dibujadas como llaman muchos europeos a este específico medio de comunicación masivo consumido por niños, jóvenes y algunos adultos.

En la película El ciudadano se destaca una innovación calificada casi de descubrimiento: primer y último plano dotados de la misma nitidez visual. Orson Welles, su magnífico director, explicó que el hallazgo se dio por una carencia de dinero para comprar diferentes lentes y que se usó el mismo en todas las tomas para evitar mayores gastos. Miramos hoy esa peli y lleva a muchos cinéfilos a un gran asombro por el efecto logrado.

¿Qué ve Jean Giraud en esa obra? Más que observar, toma el hallazgo para usar ese ‘truco’ en numerosos dibujos: la misma línea, clara, precisa, del mismo grosor y oscuridad para todos los planos de sus múltiples obras. Asombroso efecto que cautiva hasta hoy. Las observaciones que construye sobre las artes plásticas producen cambios y descubrimientos en sus modos de figurar el universo propio.

Da cuenta de que entre muchas técnicas, el pop art, agranda imágenes o quita elementos para jerarquizar otros. Moebius hace una operación con sus dibujos inspirados en Venecia, simplemente: ¡vaya complejidad!, simplemente le quita el agua. Sigue su dibujo hasta las profundidades desconocidas del cauce e invierte las propiedades de los objetos-símbolos de esa mítica ciudad. Las góndolas vuelan a la vez que bogan sobre en medio del vacío del líquido.

Trato de escudriñar sus fuentes que van desde el centro de la historieta de ciencia ficción a las investigaciones en inmersiones en corrientes místicas, a la larguísima relación con su amigo Jean Claude Mezières y al psicomago chileno-francés Alejandro Jodorovsky. Búsquedas infatigables de una imaginación prodigiosa. Colaboración con películas augurando futuros increíbles, taxis aéreos en el aire de ciudades pensadas para personas trabajando felices.

Con Mezières ―colega que vivió una soñada historia de vaqueros en Estados Unidos― concibieron el famoso personaje del cowboy Blueberry.

Tanta ficción que sirve de base a los juegos actuales de niños y adolescentes. El budismo, sus búsquedas interiores producen también textos apasionantes, comparto uno: “El papel del artista consiste en situarse en la encrucijada de las técnicas materiales y de la introspección espiritual, en la encrucijada del mundo exterior y el interior (…) no será el de un especialista sino el de coordinador entre la visión racional y analítica, y la visión analógica e intuitiva. Son pasteles en la cara, pero un pastel en una cara es una evidencia. Laurel y Hardy no los usaron por casualidad, aquellos dos grandes genios, el Yin y el Yang”.

Difícil de seguir, cada uno de sus trabajos nos sumerge en pensamientos profundos, creativos, puros.

Esta imagen increíble me persigue toda vez que encuentro una piedrita o la cabeza de un ‘clavo’ en medio de las calles de Rosario.

 

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