Este pueblo no se cansa, esto es lo que dijo la calle, lo que enunció con orgullo y voluntad, en el sujeto y en el predicado. Pueblo, sí, reconociéndose en el otro, en la otra, en quienes ponen sus pasos en la misma dirección de la Justicia y de la Memoria. Ningún cansancio, aunque la calle haya sido el lugar del abrigo para contrarrestar la intemperie de este último año y tres meses en que la derecha asfixia. Memoria contra el vacío de las emociones mercantilizadas que se proponen, Memoria contra el negacionismo y la relativización del genocido; con la misma voluntad de Justicia aunque su paso demasiado lento quiera negarla. Estar en la calle, compartir la plaza, volver a decir Nunca Más es lo que convierte a esta fecha de conmemoración de la crueldad instalada en todas las instituciones del Estado en un momento de reafirmación de nuestro orgullo popular. Es este pueblo el que masivamente, año a año, le pone un límite al poder y se lo apropia. Poder es también este estar juntos y juntas. Poder es reconstruir en cada paso dado en el trayecto de la Avenida de Mayo y en la Plaza que las Madres y las Abuelas fijaron el punto más cristalino de la dignidad el sueño de libertad que alentó a quienes ya no están y a quienes sobrevivieron para donar su palabra, su experiencia, sus heridas y sus luchas. Este poder no puede ser arrebatado, aunque a veces parezca, aunque se intente minimizarlo. Este poder es el que nos convierte en pueblo.

Son 30 mil y eso no es un número. Es nuestra memoria ardiente. Es cada nombre y cada historia, es la voluntad de transformación que no perdimos. Son 30 mil y esa dimensión no se pierde mientras el 24 de marzo se hable en las escuelas, se instale en las mesas familiares, se convierta en el límite de humanidad que sellamos como pacto cada vez que salimos a la calle. Es  es el día en que agarramos fuerte la mano de nuestros hijos y nuestras hijas, en que acompañamos los pasos débiles de esas mujeres que abrazamos y que aún cuando falten tantas, caminan con nuestros pasos. Es el día en que la historia es este presente rebelde y persistente que se organiza para gritar que adonde vayan, a los genocidas los vamos a ir a buscar. Es el día en que buscamos a los afectos en la multitud y los encontramos en cada rostro, en cada presencia nueva, en las que llevamos en el corazón para saber que estamos en el lugar correcto, el de la demanda y el sueño compartido de una Justicia que no es sólo por los crímenes del pasado sino también por el hambre que ahora mismo se impone, Justicia contra el Estado represivo, Justicia contra la expropiacion del futuro que significa el endeudamiento. Es el día en que hacemos que el lugar que nos dejaron, ese que nos pretendía víctimas, se convierta en el que queremos estar porque es nuestro orgullo popular que todos y todas sepamos de qué se trata cuando decimos Nunca Más, cuando decimos 30 mil.

Que el tiempo se detenga, que no haya más obligaciones que reafirmar este compromiso con la historia y con el futuro es nuestro derecho. Cada quien encuentra su bandera para marchar, su lugar en la Plaza, su capacidad para los abrazos; el cuerpo colectivo de todos modos dice una sola cosa: nos arden en cada músculo y en la sangre que fluye los relatos y los amores interrumpidos por el Terrorismo de Estado. Tenemos nuestras bocas para que el hilo de la historia no se corte, tenemos nuestros pasos para hacer de este trayecto de la marcha el surco por donde el futuro encuentre su deseo de Justicia. Tenemos a nuestro favor no habernos detenido nunca, por más que las décadas se acumulen, este 24, como cada 24 de marzo, cuando salimos a la calle y nos reconocemos en otros, en otras, estamos tan vivos y recuperamos tanta rebeldía, que tomar el cielo y desgarrarlo no es un sueño sino una chance que tomamos, al mismo tiempo que la mano de nuestros hijos y nuestras hijas, al mismo tiempo que acomodamos los pasos para ir al ritmo de los más débiles, al mismo tiempo que diseñamos, con errores y aciertos, con dudas y con temblores, ese país que nos contenga a todos y a todas y que se hace enorme y se hace fuerte cuando decimos Nunca Más y sabemos de qué se trata. Este pueblo no se cansa, este pueblo se mira una vez en el espejo de la calle. Y en ese hermoso reflejo inventa sus próximos pasos. Por quienes no están, pero están presentes; hasta la victoria, siempre.