Pensar en Haroldo Conti y Agustín Tosco supone un horizonte ideológico compartido, la patria socialista. También, una militancia activa en el Frente Antiimperialista y por el Socialismo (FAS), alianza electoral de los primeros setenta que formaron: el Partido Revolucionario de los Trabajadores, el Partido Comunista Marxista Leninista, el Frente Revolucionario Peronista 17 de Octubre, el Grupo Praxis, entre otras organizaciones de izquierda. Esto demanda, me refiero a la alineación del mapa político setentista argentino, de literatura académica probada, de las tantas existentes. No es el objeto de las siguientes líneas. Ahora, si a la relación la ubicamos un día de junio, el 15 más precisamente, del año 1974, en el barrio Ludueña de la ciudad de Rosario y en el marco de un encuentro popular, el texto adquiere formas de anécdota. Y allí vamos.

La cancha del club Tiro Federal (en la foto) fue el escenario del VI Congreso de la coalición política, y significó el último plenario antes de la represión montada por “la pesada” de López Rega. Frente a treinta mil personas -predestinada cifra- hicieron uso de la palabra sus líderes más notables: Alicia Eguren, Rodolfo Ortega Peña, Eduardo Castelo, Silvio Frondizi, Norberto Pujols, Manuel Gaggero y Agustín Tosco. 

Días posteriores al episodio multitudinario, consultado por la revista Crisis de la que era colaborador, Conti, tras explicar su rechazo al concurso sobre la beca Guggenheim por creerla una operación de colonización cultural, agrega: “Para terminar con esto, sin dejar por otra parte de ser consecuente con lo que llevo dicho, quiero dejar establecido, porque son pocas las oportunidades de proclamar lo que uno piensa, que apoyo el FAS, a cuyo VI Congreso en barrio Ludueña, de Rosario acabo de asistir, junto con mi compañera y los escritores Constantini y Santoro, que he ofrecido colaboración para lo que mande el compañero Agustín Tosco y creo decididamente en la patria socialista” . 

Estas palabras ratificaban lo que había expresado un año antes en Córdoba, pero su vehemencia al enunciarlas mostraban un definitivo convencimiento, efecto, se cree, de una fortuita reunión.

Luego del discurso, un grito de piedra más dirá Osvaldo Bayer, el gringo Tosco entre abrazos y muestras de cariño saludó, alejándose del convite en compañía de algunos camaradas. Caminando, tomaron Casilda hasta Felipe Moré, calle paralela a las vías que desemboca en Junín. Después de llegar a la arteria más transitada de la zona, avistaron en las inmediaciones un bar, lugar donde minutos antes habían ingresado el Flaco con su señora, Marta Scavac. Al reconocerse compartieron una charla, continuándola más allá del cierre del local. 

Los dichos de un vecino, noctámbulo y añoso, certifican que se los vio alejarse, casi hermanados, rompiendo la noche rumbo a la avenida Alberdi, mientras los ecos de la muchedumbre reunida horas antes, acompañaban sus pasos.