Estoy con acidez, y así como Borges escribió "Funes el memorioso" para curarse del insomnio, yo, para no ser menos, voy a escribir esto para que sientan acidez ustedes también. Ya saben: juntos en las buenas y en las malas, sobre todo en las malas. En las buenas nadie necesita de los otros.

Aunque, por las caras que se ven en la calle, diría que somos miles los que sufrimos acidez. Ahora dos argentinos se encuentran en Groenlandia y ya no se reconocen por hablar al vesre sino por la cara de acidez. Y ni hablar de dos argentinos en el supermercado, al abonar el atún que valía quince y vale treinta.

Los que sufren acidez se reconocen en secreto, como los masones. Se tocan la panza y eructan en Re bemol, algo que de estar sano es imposible. ¿No bastó con dejar el asado, la joda, el whisky del bueno?, me pregunto. ¿Será la pizza de harina barata y gorgojos que los chinos te venden como "nutrientes orientales"?

Es tan desesperante sufrir de acidez que uno entra en un estado de ensimismamiento tal que pareciera que está filosofando. Y filosofandome pregunto sila acidez será todo lo que le dejaremos a nuestros hijos. ¿Llegará el momento en que uno le muestre el cajón de los remedios, y le diga: "algún día toda esta acidez será tuya, hijo mío?

Algunos intrépidos han hablado de la revolución de la alegría, una revolución donde todos seríamos, de manera inexplicable, estúpidamente felices. La revolución de la acidez es lo contrario. Porque para dejar de sufrirla hay que hacérsela sufrir al otro medio país. Porque si la historia la escriben los que ganan, la acidez la sufren los que pierden.

¿Qué perdió?, señor Chiabrando, me pregunta el médico como diciendo "te conozco, mascarita". El orgullo por un país de pie, comienzo a decir yo, y sigo... el asado, no estar preocupado por el trabajo. Sigo hasta que el tipo me invita con una copa de Subsalicilato de Bismuto. Brindamos antes de abonarle la visita, porque sé que eso me volverá la acidez que el Bismuto me curó.

¿Hay acidez de derecha y acidez de izquierda? Supongo que sí.La acidez de izquierda es porque se reparte poco y la de derecha porque se reparte algo. Mientras, la clase media reclama que su acidez también sea escuchada, que no la usensólo para inflar globos, y que si hay un golpe de estado le avisen con tiempo, para planchar el traje, y no sólo para el "After", cuando toda la torta (que da acidez), está repartida. ¿Un globo inflado por alguien que sufre acidez, será un arma de destrucción masiva?

Hay que reconocer que la clase media encontró formas de combatir la acidez:cacerolear (un gran ejercicio, aeróbico y muscular a la vez), indignarse por las dudas (la famosa catarsis de la que hablaba Aristóteles), una terapia que se llama "a gritar que se vayan todos", aunque media hora antes hayan sido sus héroes, y unirse a coros donde se canta siempre una única canción: "Viva el cáncer". Porque burlarse del mal de otros (sobre todo si es un mal peor) ayuda a sobrellevar el de uno.

Chiabrando, no se haga el filósofo, dirá usted, gastrítico mío. Está enojado por su acidez y se burla de los indignados y de los caceroleros. ¿No es lo mismo?Claro que no, ulceroso mío de mi corazón, el indignado quería volver al estado de bienestar que le afanaron. La simpática indignación era un berrinche de gente bien que perdió una pieza del Scalextric.Cuando le devolvieron sus juguetes, o amagaron devolvérselos, se fueron a su casa a tomar la leche, como volvieron a sus casas los "que se vayan todos" cuando le devolvieron sus ahorros, previamente devaluados. Chau, los saludaban los bancos desde Wall Street, hasta la próxima gastritis.

El que tiene acidez quiere sangre, cortar cabezas, quemar algo para que no le queme más el estómago. Quiere electrocutar al tipo que viene a medir la luz, así demora unas semanas más la factura. No vaya a cometer el error de tomar esto a la ligera. Hay que aprender de la historia. Napoleón y Calvino sufrían de acidez. Hitler también, así que tome nota. Y ahora Chiabrando.

La historia se puede escribir alrededor del problema de la acidez. La disputa civilización y barbarie era un problema de acidez porque en las ciudades se sufría por las aguas contaminadas mientras que el gaucho tomaba pura agua de lluvia y de manantiales.Claro, como el tipo era feliz, había que estigmatizarlo por bruto, mugriento, vago.

Para colmo, el gastrítico vive en un círculo vicioso. Te llega la factura del gas que te da acidez, más acidez tenés el día que la vas a pagar, pero pagar te permite tener gas para hacerte el tecito digestivo que ayuda a sobrellevar la acidez.

Para peor, la acidez es transferible, como el dinero que va de Suiza a Panamá y de ahí a Luxemburgo. Sobre todo si uno se malhumora fácil. Se muere un pibe en un concierto y te da gastritis el artista. Te dicen que la muerte fue por aplastamiento y la acidez se enfoca en el organizador. Al saber que la muerte fue natural,tu acidez se traslada al Estado que no previó ambulancias. Alguien dice que la muerte fue por mezclar droga con cerveza, ahí la culpa de tu acidez la tiene Quilmes. Al final llegás a la conclusión de que la vida es así, injusta, y en lugar de calmarte, tu acidez se duplica.

¿Alguna vez argentina fue un país libre de acidez, acidity free? Seguramente en la cabeza de todos se presenta esa postalde gente sentada en la vereda, compartiendo con el vecino, etc., olvidando que era una vida de pobreza, de injusticias y de enormes desigualdades. Y que alrededor de esa postal había guerras, golpes de estado, represión.

Cuando la acidez corre el riesgo de volverse perpetua (cuando la cara te va quedando como Voldemort), la única solución es hacer una revolución. La revolución de la acidez. No es casual que este gobierno le hable a la gente de alegría. Es para combatir la acidez. Porque ya está estudiado que la acidez colectiva termina en revolución bajo el lema "antiácidos para todos y todas, carajo".

Si uno no hace la revolución, tendrá que vivir en un estado de acidez permanente, como el estado natural del hombre del siglo XXI. El gobierno no debería temerle a los partidos opositores (algunos más fáciles de comprar y más baratos que la harina con gorgojos). Deberían temer a la acidez colectiva. No saben de lo que son capaces un grupito de argentinos, sin nada de héroes, pero con gastritis. Y para colmo, las herramientas para ser feliz son esquivas, aquellas que te dan acidez están siempre en el camino. Hora de comenzar a hacerlas a un lado.

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