La chance de poseer una herramienta que beneficie a la mente está cada vez más desarrollada, y además de las cuestiones personales también avanza en el ámbito del deporte. La alta competencia es un sitio donde se requiere de factores múltiples para lograr las metas, y la ayuda psicológica ya juega un rol fundamental en la preparación de los atletas.

La situación más curiosa transita en el fútbol, el lugar donde todavía aparecen ciertas reticencias para terminar de aceptarlo. En Argentina, de los 24 equipos que participaron de la última Superliga, apenas cinco son los que cuentan con un psicólogo que trabaja con el plantel profesional: Boca Juniors, River Plate, Vélez Sarsfield, Patronato de Paraná y Talleres de Córdoba. Una cifra menor.

Las otras disciplinas son las que le permiten más espacio a la psicología, y no ocultan la gran trascendencia que le significa. La tiradora Fernanda Russo, la yudoca Paula Pareto, el equipo de rugby de Los Jaguares, tenistas, automovilistas y gimnastas son algunos de que los que se nutren de esta especialidad en el país. El resto del mundo también lo hace más visible, y conjuntos como el Liverpool inglés que conduce Jürgen Klopp, o el seleccionado español que dirige Luis Enrique tienen un psicólogo en sus planteles.

La experiencia más recordada en el fútbol argentino fue la que protagonizó el doctor Oscar Mangione en Boca, que trabajó en el club entre 1989 y 1993, con Carlos Aimar como entrenador primero y con Oscar Tabárez después. Sin embargo, su ciclo no finalizó bien, debido a que los futbolistas lo acusaron de que transmitía información a los dirigentes sobre la intimidad del grupo.

La imagen que quedó de Mangione no fue la mejor, y tampoco del trabajo que realizó. El año 2000 mostró un quiebre en estas barreras, con el técnico José Pekerman al mando de los seleccionados argentinos juveniles, cuando decide incorporar al psicólogo Marcelo Roffé en su cuerpo técnico. Pekerman también fue un pionero al sumar al entrenador de arqueros, y en ese momento convocó a Ubaldo Fillol para estar junto a los chicos. Este puesto ya forma parte de todos los cuerpos técnicos. En cambio, el lugar para el psicólogo todavía no está asegurado.

Pablo Nigro lleva 15 años en el departamento de psicología de River, y hace siete que tiene relación con los futbolistas profesionales. Iván Tcherkaski se sumó hace tres años al mismo departamento en Boca, y ahora está a cargo de la primera división.

Gallardo junto al psicólogo Pablo Nigro.

Luis Enrique asumió en la Selección Española y desde el primer momento cuenta con el especialista Joaquín Valdés. El ex delantero tuvo un período donde abandonó el cargo, debido a un problema de salud de su hija, que luego falleció, y retornó el año pasado al equipo. Otro líder que también trabajó con un psicólogo deportivo en su época gloriosa en Chicago Bulls fue Phil Jackson, quien lo cuenta en su libro “Once anillos”.

“Me parece que se pudo aprender a darle respuestas a las demandas de los deportistas. Esa fue una de las claves”, le explica Roffé a Líbero, sobre la necesidad de que ellos requieran de un especialista.

Entre las negativas que los técnicos le encuentran a utilizar esta herramienta, Roffé las menciona en su libro “Psicología del jugador de fútbol: con la cabeza hecha pelota”: ignorancia y prejuicios; dificultad para el trabajo interdisciplinario (rechazo de la ciencia); de aceptar esta ayuda sienten que están en falta o que son incapaces; hay psicólogos que no asumen un perfil bajo; tendencia a creer en elementos mágicos externos; entre otras.

Los entrenadores que más rechazo pusieron a este tipo de asistencias fueron Alfio Basile, Daniel Passarella y Héctor Veira. Inclusive, en muchos casos, ellos mismos dejaron el claro que actuaban como psicólogos para levantar el ánimo de los futbolistas. El intento por trabajar en estos temas fue tergiversado en muchos casos: Boca contrató en 1998 al mentalista Aldo Vadino, el cual se presentó como “especialista en programación neurolingüística”. La Selección de Brasil, ese mismo año, fue al Mundial de Francia con Evandro Mota, definido como “ingeniero de las emociones”. A ellos se suman los denominados brujos o gurúes, con escasa capacidad para desarrollar esta tarea.

Roffé, el primer psicólogo argentino que trabajó en dos mundiales, con Argentina en 2006 y con Colombia en 2014, expresa que “el psicólogo deportivo en el fútbol de primera no se termina de naturalizar, en principio porque faltan líderes. El que sabe conformar equipos interdisciplinarios sabe trabajar en equipo. El caso de los cinco que están ahora en primera división, también ocurre lo mismo en España, Inglaterra u otros países”. Pero aclara que “lo importante es que en juveniles se ha ganado el lugar, y nadie ya lo discute. Esos son los jugadores que el día de mañana lo van a pedir para primera, y cuando sean técnicos lo van a valorar”. En el Mundial de Brasil 2014 había cinco psicólogos de 32 participantes.

Luciano Dayan, psicólogo y docente de la Licenciatura en Psicología de la Fundación Barceló, trabaja intensamente con deportistas por estos días, debido a que se encuentra posgraduado en Psicología del deporte en la UBA, por las diferentes actitudes que causa la pandemia. “En estos tiempos, ellos se ven interpelados porque su actividad y su identidad como tal está cuestionada. Yo creo que esto es como se trataba antes a la nutrición: nadie se preocupaba de la alimentación, y hoy es fundamental para el deportista. La psicología se va a terminar imponiendo de la misma manera”, destaca.

“El fútbol -continúa Dayan- es un ámbito bastante conservador con este tema. Pero creo que hay una generación de psicólogos, no por edades sino en la formación de como entendemos el deporte, que estamos muy lejos de complicar la comunicación, o que nos cueste llegar a los técnicos y a los dirigentes”.

La situación de pandemia también reflejó a los deportistas que cuentan con mayores recursos para afrontarla desde lo mental. Rafael Nadal dijo que no entrenar unos meses le lleva un año de recuperación, y esto lo deja en una situación de mucha incertidumbre.

De esa manera, Roffé, que es Presidente de la Sociedad Latinoamericana y del Caribe de la psicología de la actividad física y del deporte, remarca que “cada vez son más los deportistas individuales, que comunican públicamente que recurren a un psicólogo deportivo para optimizar su rendimiento. Por eso es importante que además de psicólogo también haga la especialidad deportiva, que dura dos años. Los deportistas se dan cuenta que hay que fortalecer la mente, porque saben que termina marcando la diferencia”.

La psicología del deporte está cada vez más instalada, con los objetivos bien claros hacia donde apunta.