Con la flexibilización en el AMBA y el tedio social, cada vez son más las personas que circulan por las calles. El problema, según sostienen los expertos desde el inicio de la pandemia, resulta concreto: a más movilidad mayor propagación del virus. Al correcto uso del barbijo (debe cubrir la boca y la nariz de manera permanente), los otros mandatos que la ciudadanía debió interiorizar fueron el de la distancia social (2 metros como mínimo) y el de la higiene de manos (constituye la principal barrera para enfermedades virales respiratorias como la covid-19). Ahora bien: ¿cómo evitar los lugares cerrados, concurridos y con contactos cercanos? ¿Quiénes son los individuos supercontagiadores? ¿Por qué el transporte público es el peor de los problemas? Sobre todo esto ofrecen su punto de vista Leda Guzzi, médica infectóloga, y Soledad Gori, doctora de la UBA e Investigadora del Conicet.

Distancia social (no personal)

“La clave es mantener una distancia social de al menos dos metros y evitar transgredir ese espacio físico. En los sitios cerrados, cumplir con esta norma es realmente importante”, recomienda Leda Guzzi, médica infectóloga de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI) y referencia en el área. Guzzi habla de evitar las 3 C, una regla mnemotécnica que puede ser útil a los efectos de cumplir con las normas. “No hay que frecuentar lugares Cerrados, Concurridos y con Contacto cercano porque aumentan las chances de contagiarse con coronavirus. Cada C por separado incrementa el riesgo, imaginate si las tres confluyen. Y si además de estar en un salón confinado lo estás compartiendo con una persona que --por alguna razón que todavía desconocemos-- es 'supercontagiadora', se complejiza mucho más”, plantea.

Los “supercontagiadores” son aquellos individuos que pueden diseminar el virus a una cantidad mayor de personas de lo que habitualmente ocurre. No pueden ser identificados previamente y usualmente se hallan en fase presintomática o asintomática y detentan una elevadísima carga viral en su faringe. Los supercontagiadores, dice Gori, son personas que contagian a decenas. “En un trabajo se observó este fenómeno a través de estudios del árbol filogenético del virus y su impacto en la población. No se sabe aún pero podrían ser personas con mayor carga, mayor incubación, síntomas más leves y mayor liberación de secreciones”, apunta la doctora de la UBA e Investigadora del Conicet. Desde aquí, comenta: “Hay sujetos que tienen más carga viral que otros y no se sabe por qué. Hay muchas preguntas que nos seguimos planteando desde la ciencia y lo seguiremos haciendo por mucho tiempo. Pensemos por un segundo si alguno de los supercontagiadores asistió a las marchas anticuarentena de hace un tiempo”.

Lo complejo de las manifestaciones públicas es que cuando la gente grita, salta, canta o jadea puede diseminar el patógeno con mayor fuerza, de manera que la barrera de los dos metros deja de ser suficiente. De forma similar sucede con aquellos que realizan actividad física, generan un incremento en su frecuencia respiratoria y producen aerosoles. “Éstos, eventualmente, pueden persistir un poco más en el aire. Existen determinadas situaciones, sobre todo en ambientes cerrados, que podrían favorecer el desarrollo de aerosoles y hay que prestar atención”, advierte Guzzi. Desde esta perspectiva lo entiende Gori cuando destaca: “A los individuos supercontagiadores se suman los eventos de esta clase. Me refiero a fiestas, donde evadir el contacto físico es prácticamente imposible. Cuando uno canta o grita se ve muy claro: en un estudio sobre un contagio en un coro de EE.UU. se comprobó cómo un puñado de personas propagó el coronavirus a todos los presentes”, expresa y continúa con su ejemplo para ilustrar el argumento: “Sus gotas fueron más lejos porque salieron despedidas con fuerza. Con la actividad física en los gimnasios, ambientes cerrados por excelencia, podría suceder algo parecido. Hay gente agitada que expulsa gotas por todos lados y sin darse cuenta”.

La distancia social, no obstante, no implica distancia personal. A nivel general, la ciudadanía se ha adaptado a esta nueva normalidad y ha aprendido a relacionarse por múltiples canales que la virtualidad ofrece. Es cierto: no es la mejor opción, la presencialidad difícilmente sea reemplazada. El calor de un abrazo y la complicidad ante un gesto son escenas que se extrañan aunque ya regresarán.

Tapabocas (y narices)

Aunque desde hace varios meses se dispone de información basada en evidencia científica, algunas veces, a parte de la ciudadanía le cuesta cumplir con las recomendaciones sugeridas por la comunidad de expertos. “Todavía vemos a mucha gente que no se coloca el barbijo de la manera adecuada. Debe cubrir tanto la nariz como la boca y utilizarse de manera consciente. No sirve si lo usamos por debajo del mentón, como collar o bufanda. Es clave que se trate de una prenda cómoda y que se ajuste como es debido ya que si dificulta la respiración no es muy efectivo que digamos”, relata Guzzi.

Es natural que la incomodidad emerja con una prenda que hasta hace unos meses solo era privativa de un puñado de trabajadores de la salud y en el presente se extendió hacia toda la sociedad. La internalización de conductas lleva tiempo: “La gente se lleva mucho las manos a la cara, hay que tratar de suprimir este comportamiento”, asegura la médica infectóloga. “Si estás en el comedor de tu laburo es necesario estar el menor tiempo posible sin cubrebocas. No sobrecargar las mesas y tratar de administrar turnos. No compartir el mate ni otro tipo de bebidas también debe ser regla”, opina Gori. Desde este punto de vista, lo ideal es que los barbijos se utilicen solo un día y los descartables se desechen y los reutilizables sean lavados de manera correcta, a mano o en lavarropas.

Transporte público: el peor de los males

“Desafortunadamente remite a un modelo de hacinamiento con el que costará mucho luchar. Se requiere de planificación, pero hay condicionantes por todos lados. En la medida de lo posible habría que evitarlo durante la pandemia y reemplazarlo por otras opciones, ya sea la caminata o la bicicleta”, afirma Guzzi. Ahora bien, también es cierto que en muchos casos las personas tienen que tomar colectivos, trenes o subtes para acercarse a sus empleos. “Si no queda otra, la alternativa que se me ocurre es evitar transportes que estén colmados de pasajeros. De cualquier manera, si solo viajaran pasajeros sentados, lo cierto es que la distancia entre asientos es mínima, así que la situación es muy difícil. Realmente el transporte público representa el principal desafío para la pandemia”, asegura la experta de la SADI.

“Depende mucho de cómo se viaje, pero a priori lo que se puede decir es que son ambientes cerrados, con poca circulación de aire. La ventaja, a diferencia de una fiesta o un gimnasio, es que uno no suele moverse por todo el vagón o por todo el colectivo. Encuentra su lugar y trata de desplazarse lo menos posible. Convendría que no estuvieran colapsados pero hay algunas imágenes circulando que exhiben lo contrario”, señala Gori al respecto. Lo que aún empeora las cosas es que, al problema de subir al transporte y compartir un lugar con mucha gente, también debe sumársele el tiempo de espera en las estaciones. Los lapsos muertos suelen ser de mucha aglomeración y diseminación viral. Mantener la distancia socias se vuelve una misión difícil de cumplir en la práctica.

Una sugerencia adicional de los especialistas es mantener las manos limpias (con alcohol en gel o cualquier otro producto sanitizante) al subir y bajar de los vehículos. Rozar superficies como manijas, picaportes o barandas que otros pasajeros tocaron antes y podrían tener al patógeno, también es una práctica peligrosa. Las manos son los vectores principales de los virus y bacterias, así que mantenerlas limpias puede funcionar como una práctica saludable que trascienda a la pandemia de la covid-19 y contribuya a combatir otras en el futuro.

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