La diócesis católica de San Rafael (Mendoza) vive en estos momentos un grave conflicto entre el obispo Eduardo María Taussig y un grupo de sacerdotes que, basados en motivos "doctrinales", se resisten a obedecer las órdenes de su superior argumentando que es el obispo quien está "en contra las normas de la Iglesia". Si bien se trata de diferencias cuyas raíces hay que rastrear en la historia eclesiástica y que tienen que ver con una diócesis convertida en reducto del ultra conservadurismo católico enfrentado también al Vaticano, el último detonante fue la resistencia de un grupo de curas en acatar la decisión de titular del obispado rafaelino quien, a propósito de la pandemia de la covid-19 y en consonancia con todo el episcopado de la región cuyana, determinó que la comunión eucarística se entregue en la mano de los fieles y no más en la boca, un hábito abandonado en la mayoría de la Iglesia desde los años setenta pero que hasta hoy mantienen los grupos más conservadores.

En medio de este debate sobre las formas litúrgicas y de manera independiente con aquella medida, el obispo Taussig resolvió además la semana anterior el cierre del seminario Santa María Madre de Dios, siguiendo indicaciones emanadas el 6 de julio último de la Sagrada Congregación para el Clero, el organismo vaticano encabezado por el cardenal Beniamino Stella, responsable de supervisar la formación de los sacerdotes en todo el mundo y que, con anterioridad, había realizado una investigación sobre lo que venía ocurriendo en esa casa de estudios religiosos.

Tortolo y la dictadura militar

El antecedente más lejano del seminario rafaelino se remonta al final de los años setenta, cuando el entonces arzobispo de Paraná, Adolfo Servando Tortolo, también presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, decidió instalar en la capital entrerriana una casa de estudios religiosos para formar a los futuros sacerdotes desde su óptica ultra conservadora. A Tortolo se lo recuerda como un firme aliado de la dictadura militar y cómplice de las violaciones a los derechos humanos cometidos en ese período. El 24 de marzo de 1984 el obispo de San Rafael, León Kruk, fundó el seminario diocesano y tres años después recibió allí a los seminaristas conservadores y a sus profesores cuando el obispo Estanislao Karlic, arzobispo de Paraná desde 1986, decidiera dar por terminada esa experiencia. Kruk, también un militante del conservadurismo, abrió las puertas del seminario para recibir postulantes de otras partes del país que comulgaran con su mirada, lo que motivo tensiones con el resto de los obispos y con el Vaticano. A Kruk, fallecido en 1990, lo sucedieron los obispos Jesús Roldán y Guillermo Garlatti, quien en 1997 restringió el ingreso al seminario de postulantes provenientes de otras partes del país. San Rafael, donde también se asentó la congregación del Verbo Encarnado, se había convertido en un imán para el conservadurismo católico. En el 2004, cuando Taussig llegó a la diócesis, revirtió la decisión de su antecesor y volvió a acoger en su seminario a postulantes integristas de otras partes del país. En ese camino contó con un aliado dentro del episcopado: el arzobispo de La Plata, Héctor Aguer, hoy ya retirado.

Pese a ser un conservador Taussig es un hombre obediente de la autoridad eclesiástica. Con Francisco en el Vaticano primero se ordenó investigar y ahora clausurar el Seminario Santa María Madre de Dios. Los seminaristas, alrededor de treinta, que allí cursaban serán reubicados en otros centros de formación religiosa de todo el país.

El pasado 12 de junio los obispos de Mendoza, en forma colectiva, emitieron un documento para establecer que, en vista de la pandemia, "no hay saludo de la paz (en las misas) y que la comunión se distribuirá sólo en la mano" y solicitaron a sacerdotes y fieles "ser respetuosos de estas exigencias". Prohibieron también el uso del agua bendita.

Los curas desacatados

Los curas del seminario de San Rafael decidieron leer en las misas la disposición del obispo, pero se negaron a acatar la medida por considerar que, como advierte una carta firmada por "cristianos bautizados", las disposiciones de Taussig contradicen la "verdadera doctrina", señalando además que "estaremos firmes en la defensa de la formación piadosa y ortodoxa". La reacción de Taussig no se hizo esperar. En carta fechada el 31 de julio y dirigida a los sacerdotes Ramiro Sáenz, Alejandro Casado y Alejandro Giner, les anticipó una "amonestación canónica" (sanción eclesiástica) y los increpó diciendo "¿quienes son ustedes (...) para enmendarle la plana a las disposiciones de la Conferencia Episcopal o al resto de los obispos del mundo, o a los Papas que establecieron esta modalidad de comulgar (en la mano) en los últimos cincuenta años".

Más allá de la repercusión local, el problema superó los límites de la diócesis de San Rafael. La Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina, que encabeza el obispo Oscar Ojea, dio a conocer una declaración de apoyo a la medida de Taussig, señalando que la formación sacerdotal debe acoger "en su totalidad y sin reservas las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia, principalmente las contenidas en el Concilio Vaticano II". De esta manera, la máxima jerarquía católica pone sobre la mesa el verdadero trasfondo del conflicto: desde su fundación el seminario de San Rafael ha sido un reducto destinado a resistir los cambios introducidos en la Iglesia Católica desde el Vaticano II (1962-65) y que habilitaron en América Latina aperturas teológicas y pastorales. Sin embargo, la Iglesia argentina convivió durante muchos años con esos grupos.

Una clara manifestación de lo anterior es el respaldo que Héctor Aguer le dio en su momento al seminario y al propio Taussig, a quien ahora se dirige como "querido Eduardo" a través de una carta que hizo pública y en la que lo acusa de haber cometido un "gravísimo error: el decreto sobre el modo de comulgar". "Te he manifestado mi opinión las dos veces que me llamaste por teléfono" le dice Aguer a Taussig en su carta y le recuerda los argumentos de un artículo que publicó en "InfoCatólica" y en el que afirmó que "me parece innecesario, y peligroso mirando al futuro, que se decrete a causa de la pandemia que se ha de comulgar en la mano y, por consiguiente, de pie".

Más allá de las fronteras, también se manifestó el arzobispo Carlo Maria Viganò, ex nuncio (embajador) del Vaticano en Estados Unidos y durísimo opositor al papa Francisco, cuya renuncia pidió hace dos años mediante una nota pública enviada al Papa. Ahora, en carta dirigida a Taussig, el arzobispo Viganò le dice que “puedo entender su decepción al ver que, a pesar de la martilleante labor de adoctrinamiento ultramoderno realizada en estas décadas, todavía hay buenos sacerdotes y clérigos que no anteponen la obediencia cortesana al debido respeto al Santísimo Sacramento" a quienes califica como "buenos pastores, de los que, como dice el Evangelio, reconocen la voz, y no a los mercenarios que no se preocupan por las ovejas”.

En definitiva, un conflicto eclesiástico de apariencia litúrgica que evidencia el enfrentamiento de posiciones doctrinales en la Iglesia Católica.

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