"Te guste o no te guste somos el nuevo rock and roll, niño", tira Trueno en Sangría, uno de los mejores temas de su disco Atrevido, donde en un frenético tándem el rapero de La Boca y Wos alzan algunos estandartes de la cultura a la que representan, ese punto de encuentro entre la escuela del rap, la resiliencia entrenada por el freestyle, la rabia del rock alternativo y el beat de la música urbana. Lo tiraron sin hacer escándalo. La alharaca vino después, cuando el rock se enteró.

Como todo debate contemporáneo, el runrún acerca de si el trap es o no es el nuevo rock se puede resumir en un meme: el de la cara de Charly García hace unos años, al lado la cara de Trueno hoy, y abajo la frase "el trap es el nuevo rock". Fue un meme lanzado desde la cultura rock, a favor del rock, pero que al final memetizó un rasgo tóxico justamente de la cultura rock.

 

Hace décadas que el rock –representado por algunos de sus medios especializados, bastantes de sus adeptxs y muchxs de sus artistas más reconocibles– sostiene una batalla no declarada contra cualquier movida musical que capte atención, que ocupe los lugares. Desde que el rock existe, parte de su comunidad habló mierdas del hippismo, del punk, de la música bailable, del pop de estadios, de la música electrónica, de la alternativa, del hip hop, del electropop, de lxs cancionistas, del indie, de las orquestas de cumbia colombiana, del reggae, del freestyle, del trap. Muchas veces, incluso, en tiempos recientes hemos oído al rock histórico en contra del rock actual. ¡Aguantá!

Ningún debate puede darse sin aclarar el contexto y los parámetros desde los que se dice lo que se dice. ¿Qué parámetro hay en comparar un Charly García o un Spinetta con cuatro décadas de obra con un pibe de 18 recién cumplidos que acaba de sacar su debut? O un movimiento que hace 60 años es dominante en el imaginario juvenil y en la cultura de masas contra otra que tiene, acá, cinco años bajo el reflector y no más que unas décadas en las sombras. Ahí el debate se hace meme.

Por cierto: García, Spinetta y Nebbia publicaron sus primeros discos a edades mayores que la que Trueno tiene hoy. Pero este dato ni siquiera es importante para el debate...

El rock es una forma (canónica) de ser

¿Qué postura podría tomar la comunidad rockera con las nuevas músicas? En primer lugar, el reconocimiento y el baño de humildad de que, en su conjunto y con todos los matices que existen en torno a la idea de lo que el rock es, ese movimiento no puede pretender ser canon y novedad en simultáneo. Esto no es Dark, no hay de esos bucles.

Hace muchísimo que el rock es un paradigma que está más cerca de la música popular, de ese folclore y ese tango que distinguen la historia de nuestra comunidad, que de la música nueva, alternativa o joven que sí representan nuevos sonidos, nuevas culturas y nuevos discursos: esto es nuevas comunidades, diferentes maneras de ser joven, que aún no han sido del todo aceptadas e incorporadas. Y que a veces provienen del seno de la cultura rock, como el indie esplendoroso de los primeros años de la década pasada; y a veces vienen, como en esta Argentina 2020, de ambientes distintos, como el freestyle.

 

Esto implica, entre otras cosas, aceptar que parte de los negocios e ingresos que el rock genera como espacio de arte y entretenimiento juvenil deban ser compartidos con otro tipo de expresiones. A veces pareciera que éste es el verdadero trasfondo: cierta bronca o envidia por que otrxs saborean mieles de un éxito más exponencial, porque coincide con la era de las redes sociales y las plataformas de streaming. No es que el rock no lo sepa: se ha llenado de exponentes del rock que okupan la estética y poética del trap.

¿No alcanza acaso que cada flamante movimiento que gana importancia se relacione o referencie sistemáticamente en la idea de ser un "nuevo rock"? Evidentemente no. Los tincazos que se replican en foros, medios de comunicación y redes sociales suelen ser los mismos: quiénes son estos pendejos, qué se creen. El canónico "quién te conoce". De haberse mantenido efectivamente real, el rock debería estar revolcándose con más ahínco sobre ese tipo de reflexiones que sobre Duki titulando una canción Rockstar.

La batalla cultural ganada por el rock, en todo caso, es que sea siempre el punto de comparativa, el querer ser. La cultura rock sigue siendo un espacio indispensable. Un modelo con características deseables y ejemplificantes. Un canon, eso es

Algunas falacias sobre el trap

Este falso debate también se basa en el recorte deliberado de las porciones más tontas de las canciones del trap, en la exposición de los looks más estrafalarios y las actitudes más despreocupadas. Como si el rock fuese elegante, bohemio, cortés, bienpensante y aguerrido como ese perro musculoso y potente, y el trap en cambio una sarta de idioteces representada en el perro pequeñito. Sí, otra vez un meme. Otra vez la idea de lo adulto como lo bueno y lo infantil como lo malo.

Cada escuela artística, cada ciclo de alternancia democrática y también cada generación de pibxs han buscado contraponerse a sus antecesores mediante la construcción de un imaginario diferente al previo. De un relato, como nos acostumbramos a decir. Ésta es la música que muchxs pibxs eligen hoy. Sonidos que le dan forma a lo que son y sienten.

 

Los exponentes de esta nueva música urbana no ocultan su adscripción, admiración e inspiración en el rock, incluso en el más clásico de ellos. Ca7riel y Paco Amoroso hacen Semen Up en sus shows y se plantean como el punk del futuro. Wos samplea letras y sonidos de Los Redondos en Caravana. Ellos y muchxs otrxs, como también Dillom, vienen de empezar a hacer música en bandas de rock, hardcore y punk; o de usar al rock como punchline en competiciones en plazas, ligas y grandes batallas sponsoreadas. Y hay quienes, como YSY A, apuntan a que la movida se vuelva un movimiento histórico.

Pero pese a ese gustito por el rock, su lenguaje es otro, porque su generación es otra y otros son sus problemas, sus anhelos, otras sus costumbres y tecnologías, sus técnicas y habilidades. Ca7riel es profesor de música. En la casa de Neo Pistea sonaba jazz todo el día. No se trata de un movimiento analfabeto en los criterios y las formas de la música. Son apenas pibes y pibas queriendo hacer una música distinta, que hable sobre ellxs.

En qué aspectos el trap sí es el nuevo rock

El sexo, las drogas, la discordia con la autoridad, la creación del mundo propio, el mantenerse real, el jugársela toda, la renuncia a jefes y horarios, la credibilidad barrial, la escuela de la calle, la pasión futbolera, la honestidad, la corrupción política, la esquina como galería de arte, la guerra de Malvinas, la denuncia al gatillo fácil, los ñeris, la pandilla, la ropa sucia y el olor a escabio. Son todas cuestiones que el rock enarboló y defendió, tropos sobre los que construyó un discurso, una estética y un negocio. El trap levantó todos esos asuntos. Sangría, de Trueno y Wos, de hecho habla sobre todos ellos.

En términos económicos e industriales, no hay dudas de que el trap es el nuevo rock: es el género que mueve la rueda, que genera trabajo y obra, que ocupa los espacios. Las productoras se volcaron a la realización de festivales del género y a competiciones de freestyle. Los centros culturales oficiales generaron sus propios espacios para estas expresiones. Las agencias de prensa se inclinaron a la comunicación de estos artistas.

Como espacio de pertenencia, de unión juvenil, esta nueva movida de música urbana funciona como un refugio que separa a la pibada de sus madres y padres. Cuando el rock es mainstream y tus viejos lo escuchan, no es descabellado que intentes salir de eso para poder definirte cultural y generacionalmente como joven, como una persona separada de los gustos, opiniones y valores de tus mayores. El rock era eso, también.

También, como logró el rock durante décadas –y aún hoy, porque una movida no quita la otra–, la explosión en público del freestyle, el trap y el rap modelo centennial generó un caldo de cultivo para una infinidad de proyectos musicales. La nueva música urbana también inspiró al piberío a interesarse en la creación musical, en aprender un instrumento, una técnica de improvisación o la tecnología necesaria para crear beats y procesar voces. Los sacó de terrenos más peligrosos y les dio una plataforma para la expresión y la creatividad, para el encuentro con otrxs. Un modo rápido y sencillo de documentar sus miedos, obsesiones y alegrías, independientemente de cuáles fueran.

Y en lo simbólico, el trap funciona además como una nueva música metropolitana que revisa los lugares (los físicos y los lugares comunes) de la vida urbana de esta época: costumbres, pliegues, zonas grises. Es una cultura en expansión, que sigue siendo fundada cada día, y como tal tiene miles de errores y problemas intrínsecos como la sustentabilidad de su modelo de negocios o el machismo de sus contenidos. Pero en esa lista de cuestiones a resolver ni siquiera aparece lo que piense el rock sobre ellxs. Ahí está la diferencia.