Me gusta decir que la economía social es a la economía de mercado lo que el feminismo al sistema patriarcal. Es que, ambos, economía social y feminismo, desde sus prácticas, dejan al desnudo estas dos aristas del sistema dominante, lo ponen sobre el tapete, lo desmenuzan, lo interpelan.

La economía social y solidaria pone como eje del sistema económico a la reproducción ampliada de vida de todas las personas, prioriza las decisiones democráticas y da relevancia a la solidaridad en las transacciones; sostiene a la economía como organización que posibilita el buen vivir. Utiliza la comunicación en redes como principal herramienta de vinculación y articulación entre experiencias. La economía social tiene múltiples expresiones, que van desde cooperativas a finanzas solidarias, pasando por otras muy diversas, algunas con formas novedosas. Estas trayectorias se van entretejiendo en el territorio, potenciándose entre sí. Quienes se van enredando en estas redes, son en su mayoría mujeres que intentan encontrar una alternativa más humana para compatibilizar las múltiples funciones que desempeñan.

Las propuestas de la Economía Social y Solidaria permiten mayor elasticidad a la hora de tener que coordinar las distintas tareas que la mayoría de las mujeres realizan, propuestas alejadas del capitalismo y del patriarcado. Las mujeres desarrollan un rol importante en la economía social, reconociendo ese protagonismo en la tarea de encontrar una forma más amable de relacionarse desde lo económico, grupos de mujeres tejedoras, artesanas, cocineras, cuidadoras, se asocian y se entrelazan para resistir al sistema que las oprime, tejiendo redes de sororidad y solidaridad económica.

En un encuentro de economía social realizado en la Comuna 9 de la Ciudad de Buenos Aires, una de las participantes, integrante de un grupo de mujeres emprendedoras, madre sola, contaba cómo se fue relacionando con la economía social, a partir de la necesidad concreta de poder estar más tiempo con sus hijes, y cómo, después de unos años, fue dándose cuenta de los beneficios que esa decisión había acarreado, no sólo en la relación familiar, sino que había descubierto otra manera de poder trabajar y mantenerse ella y su familia, había podido organizarse y vivir una vida mucho más placentera y tranquila que cuando tenía un trabajo de ocho horas diarias en una oficina, había dejado de correr para poder compatibilizar su rol de madre con el de proveedora; había logrado tener más tiempo para la crianza.

Muchas son las mujeres que, como en el ejemplo, se acercan a transitar los caminos de la economía social y solidaria por distintos motivos. En todos los casos, ellas expresan lo beneficioso que ha sido toparse con la propuesta de inclusión y democracia que ofrece esta otra economía, que prioriza el respeto por el medio ambiente, las relaciones solidarias, que las pone como protagonistas y que, en definitiva, mejora su calidad de vida y la de sus familias. 

*Licenciada en Ciencias Sociales. Especializanda en Gestión de la Economía Social y Solidaria.