Está claro, el mundo post-covid no volverá a ser el mismo, pero ¿cómo será? Algunes afirman que conviviremos con un mayor control social por parte de los Estados, o por parte de las compañías tecnológicas. Se ha dicho también que volverán los fascismos, o al contrario, que proliferarán los gobiernos progresistas. Que se profundizan políticas económicas restrictivas, cómo que también viviremos un resurgimiento del Keynesianismo. Muchas hipótesis difíciles de corroborar mientras transitamos el camino hacia la nueva normalidad.

Esta crisis llega en un momento de reestructuraciones a nivel mundial. En un mundo en que los movimientos políticos progresistas parecen retroceder, mientras que los fascismos y la ultraderecha se están revitalizando, gracias al impulso dado por Trump y Bolsonaro.

La pandemia visualiza, y hasta exacerba, de forma obscena las desigualdades socioeconómicas existentes. Frente a esta realidad, desde el campo popular se buscan alternativas como el impuesto a las grandes fortunas, el ingreso básico universal, el avance del feminismo en las políticas de gobierno, o en la lucha contra el cambio climático. Mientras que los sectores reaccionarios se manifiestan a diario en contra de las minorías, del estado regulador y de la justicia social.

Vemos, entonces, movimiento y contramovimiento. Allí donde hay un discurso feminista, existe un discurso anti derechos. Donde exista una marcha mundial contra el cambio climático, existirá un Trump rompiendo pactos de sustentabilidad ambiental. Allí donde haya una medida que busca redistribuir, hay un cacerolazo contra el gobierno.

Para Chantal Mouffe, nos encontramos en un momento populista, es decir que "la manera de hacer política consiste en establecer una frontera que divide la sociedad en dos campos, apelando a la movilización de ‘los de abajo’ frente a ‘los de arriba’. Los choques de intereses y las demandas sociales están expuestos como pocas veces, sólo hace falta articularlos y brindar capacidad de respuesta. Pero cuidado, porque esa respuesta hoy parece estar llegando primero por movimientos populistas de derecha, que han mostrado una gran capacidad de articulación internacional.

En Latinoamérica, el virus se ha instalado en las zonas más vulneradas: crisis económica, poderes concentrados, y les más humildes tremendamente golpeades hace años, tenemos un caldo de cultivo ideal para el avance de la peor derecha.

En este marco, en Argentina se lucha a diario para salir de grietas superfluas que contribuyen al peligroso germen de la antipolítica. Hoy, reivindicar el rol del estado presente que acompaña al sector privado, a las familias, a les trabajadores, es parte fundamental de la reconstrucción del significado de pueblo.

El gobierno asumió en diciembre de 2019. Desde entonces ha desplegado un arsenal de medidas para tranquilizar la economía. Se frenó el espiral inflacionario y se estableció políticas con fines redistributivos, tales cómo aumentos de sueldos, prohibición de despidos, moratorias fiscales y regulaciones en el sistema bancario.

La pandemia de covid-19 supuso un desafío aún mayor para un Estado cuyas capacidades habían sido disminuidas. Se adoptaron políticas aún más profundas, tales como el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), el programa de asistencia al Trabajo y la Producción (ATP) o el otorgamiento de créditos bancarios a tasas reales negativas, que implican una inversión de más del 3% del PBI. Además, se reforzó el sistema de salud. Como si todo esto fuera poco, en el medio ha reestructurado la deuda externa insostenible que había dejado el irresponsable gobierno anterior.

Frente a esto la oposición, al principio mostraba apoyo con las medidas de gobierno , luego comenzó a agrietarse. Lamentablemente, no estamos librados de la ultraderecha latente que parece encontrar su lugar en sectores radicalizados representados por Mauricio Macri. Esa derecha que también busca la construcción de sus valores: una falsa meritocracia y un liberalismo elitista para que ganen los mismos de siempre.

Hoy podemos ver un gobierno que gestiona tensiones de clases con pragmatismo para disminuir crisis futuras, al mismo tiempo que reconstruye el valor otorgado al significante vacío pueblo. Esto es central para que el gobierno lleve adelante su programa social y económico, resignificando nuestra identidad para ganar certezas frente al mar de incertidumbres.

En defensa de ese pueblo integrado, Argentina se tiene que abrir lugar en el mundo para poder sostener esquemas heterodoxos de desarrollo económico. Una clave es la de construir alianzas internacionales que no sean una gesta épica, sino parte del sostenimiento del poder del gobierno.

El paso de la reestructuración de la deuda es clave, la alianza con México para el desarrollo de una vacuna contra el virus. Pero seamos concientes que en un momento de vulnerabilidades socioeconómicas no alcanza con buenas políticas públicas, sino que también requiere reconstruir el relato y ganar el sentido común. Las mayorías deben sentirse sujetos activos del motor de transformaciones que es hoy el estado nacional.

*Delfina Rossi: economista.

* Juan Ignacio Campos: politólogo.