La llegada de Netflix a la vida de las personas, además de servir como plataforma para panzadas de películas y series, ha dado buenas muestras de un variado menú en el que también se incluyen los documentales. Música, cocina, escritores, deportes, sus temáticas son variadas. El último gran hit de la N en lo que respecta a materia deportiva fue The Last Dance. La serie dirigida por Jason Hehir que se dedicó a mostrar el mundo de Michael Jordan, Los Chicago Bulls y su exitosa temporada 1997-98. Pero qué pasa cuando en el centro de la cuestión de un trabajo documental no hay un Jordan, un Maradona, un Messi o un Muhammad Alí. Qué pasa si esta vez el retratado es un antihéroe, un marginal, un olvidado. Bueno, la respuesta a ese enigma está en el documental "Nicolas Anelka, el incomprendido".

Su director Éric Hannezo, en poco más de una hora y media, traza el perfil de este jugador francés. Un controvertido delantero que jamás logró asentarse en ninguno de los clubes en los que jugó. “No hagan nunca lo que yo hice. Solo crearan enemigos ¿Superaran las adversidades? No lo sé. ¿Tienen la fuerza mental? No sé. ¿Quieren ser como yo? No tiene caso. No son yo. ¿Quieren ser como yo y hacer lo que yo hice? Prepárense”, dice el mismo Anelka, en una especie de prólogo que introduce el documental, mientras se lo ve correr por un desierto y las imágenes se combinan con otras escenas de él dentro de un campo de juego.

El ex jugador de la selección francesa creció en el pueblo de Trappes y siempre soñó con jugar al fútbol. Abandonó su casa de muy chico y se fue a vivir a un centro de entrenamiento que formaba futbolistas. Su carrera profesional se inició con apenas 16 años en el París Saint-Germaint. Estuvo un año en el PSG y rápidamente pasó a jugar en el Arsenal inglés. Fue el primero en desafiar el sistema del fútbol francés porque todavía no había firmado contrato con el club que lo había entrenado desde sus inicios y él ya tenía deseos de irse. Ese traspaso a la Premier League fue el primero de los capítulos controversiales en su vida profesional. “Si Nico hiciera una película, tendría más partes que Harry Potter”, dice Thierry Henry (ex campeón mundial con la selección francesa en 1998).

Anelka vistió un total de 13 camisetas a lo largo de toda su carrera y convirtió 221 goles. Algunos más importantes que otros. Algunos fueron decisivos y permitieron que su equipo se alzara con un título, pero lo cierto es que no fue eso lo que más resaltó en su biografía. En los archivos del fútbol lo que quedó fueron sus idas y venidas con los entrenadores, sus diferencias con los hinchas y el apodo “Le Sulk” (el malhumorado) con el que lo terminaron bautizando en el Arsenal, después de que le negaran un aumento de sueldo en la renovación de su contrato y decidiera irse al Real Madrid.

La llegada del francés al equipo Merengue desató varias hipótesis de la prensa francesa. Algunos diarios hablaban de que las decisiones no las tomaba el propio jugador sino sus hermanos, los cuales se encargaban de manejar la parte financiera. Esa sociedad de sangre desembocó en la conclusión de un “Clan”. “Ellos simbolizan lo que el fútbol pasaría a ser”. “Los Anelka eran como la pequeña tienda de una familia, rodeada de grandes supermercados que ganaba mucho dinero”. Su fichaje en el Madrid fue en un valor de 220 millones de francos y en aquel año ’99 fue considerado el más grande la historia. La expectativa sobre su llegada fue muy fuerte. Prensa y fans españoles por todos lados. “Entendí lo que significaba ser una estrella cuando me uní al Real Madrid. Y lo odiaba”, recuerda Anelka. Pero todos coinciden que su paso por el equipo que dirigió Vicente Del Bosque fue discreto. A pesar de que fue crucial en la obtención de la octava copa de la Liga de campeones, más que sus aciertos y errores dentro de la cancha, lo que terminó por levantar polvareda fueron los conflictos con sus compañeros de equipo y con el técnico. "Después de la rueda de prensa, fui al vestuario. Llegué primero, me senté, pero los jugadores se acercaban y me decían: 'Ese es mi sitio'. Yo decía: 'Oh, lo siento, ¿puedo sentarme aquí?'. Y aparecía otro jugador diciendo: 'Ese es mi sitio'", detalló. "Sucedió tal vez 20 veces. Solo pensé: ¿Qué estoy haciendo aquí? Esto va a ser hostil'. Lo que experimenté ese día fue solo el comienzo de la pesadilla".

Luego de esa accidentada temporada en el equipo Merengue, el delantero francés continuó su carrera en Liverpool, con el que obtuvo un subcampeonato, más tarde lo fichó el Manchester City por 20 millones de euros y marcó 36 tantos entre Premier League y Copa de la UEFA en las temporadas 2002-03 y 2003-04. En este último club fue donde alcanzó el mayor rendimiento de su carrera deportiva. Luego siguió camino y vistió las camisetas de Fenerbahçe S. K, Bolton Wanderers F. C, Chelsea, Shanghái Shenhua; tuvo un efímero paso por Juventus, West Bromwich Albion y concluyó su oficio de futbolista en el club indio Mumbai City.

Anelka podría haber sido una estrella de podio y haber conseguido su lugar junto Zinedine Zidane, Henry o algunos de los popes del fútbol actual. Tuvo una vasta carrera y juntó una cantidad de goles considerables como para pasarlos por alto. También se alzó con varias copas, entre ellas torneos de Premier League y una Champions League, pero su personalidad díscola no lo ayudó. La falta de silencio y una gran carga temperamental lo colocaron en la senda de lo conflictivo. Y para el mundo de las buenas costumbres eso no cataloga dentro de los requisitos que conduce a la fórmula del éxito.

Lo que lo terminó de poner contra las cuerdas a Anelka fue su expulsión de la selección francesa en medio del Mundial Sudáfrica 2010. Raymond Domenech, técnico de aquel momento, en el entretiempo del partido que perdían 2 a 0 con México, le reprochó su bajo rendimiento en el esquema de juego y amenazó con sustituirlo. Eso al delantero parece que mucho no le gustó y como dicen los españoles: lo mandó a tomar por culo. Su reacción desató un revuelo en la Federación Francesa de fútbol y lo obligaron a pedir disculpas. Lo que se cuenta en el documental es que se intentó unas disculpas de parte de Anelka a Domenech en el hall del hotel donde estaban concentrando, pero el entrenador nunca apareció. Esas disculpas nunca llegaron y lo terminaron expulsando del equipo. “El entrenador se fue. Debemos decir la verdad. Todos lo buscamos en el hotel para que se reuniera con Nicolas”.

Los jugadores no se mostraron contentos con la decisión tomada por la Federación y se declararon en huelga. En medio del mundial decidieron que no iban a hablar con la prensa ni presentarse a entrenar. Domenech lee la carta del plantel frente a la prensa, que estaba descolocada frente a la situación, y cuando se está retirando algunos periodistas le preguntan: ¿Qué paso? “¡Ellos les dirán! Ellos son los jugadores, pregúntenles”. La portada de Le Parisien mostró una foto del equipo reunido y tituló “El motín”. Francois Hollande, presidente de Francia entre 2012 a 2017, escandalizado con la actitud de la selección, concluyó: “Son los excesos de la sociedad: dinero, individualismo…¿Qué es el equipo de Francia sino un grupo de comerciantes?”. De película ¿No?