Poliamorcelos

Esther Díaz

Testimonio A (audio): Yo no sé cómo los celos se pueden ir perdiendo en el camino. He probado muchas estrategias en momentos en que todavía no me entraba el poliamor. Aunque en realidad hay un momento en el que se desprende de la piel la creencia de que porque haya otras intensidades se vaya a perder una relación establecida. Hay alguien a quien quise y quiero mucho. Tuvimos tríos y tuvimos disputas por las mismas amantes. Pero siempre que una de las dos tenía una amante nueva nuestra relación se volvía más tierna. Me pasa que cuando vuelvo caliente o tengo una buena historia me dan ganas de coger con todas mis otras amantes. Pero con esta, en particular, creo que los celos se desarticulaban porque sentíamos derramarse el deseo. Había complicidad. Y si no se derrama, igual aprendemos que no morimos de estas cosas, ni mucho menos. Si bien hay algo que me da celos o molestia, hay cosas que una se banca o no. Me fui de viaje con novia reciente y se le ocurrió levantarse a una de mis amigas. Me preguntó si me parecía mal y la verdad me hinchaba los ovarios que fuera con una amiga, en mi cabeza, en mi cara, en los pocos días que teníamos de vacaciones. Le pedí que se corra de encima de mí porque me parece que hay algo de morbo en eso.

¿Qué es entonces el poliamor? Un neologismo que responde a una práctica. Indica relaciones sexoafectivas transparentes, simultáneas y consensuadas entre más de dos personas. No es mera orgía, requiere amor y sinceridad, ni es encuentro ocasional, ni prostitución, ni pareja abierta, ni amor libre, ni siquiera “pareja necesaria y parejas contingentes” a lo Sartre y Simone de Beauvoir. Un corazón conteniendo en sí el símbolo de infinito es blasón del amor polivalente. Es no-monogamia consensual y ética del cuidado. El concepto incluye todas las orientaciones sexuales.

Así como los celos son una presencia dolorosa en las monogamias, en el poliamor son despreciados y hasta vergonzantes. Se inventó otro neologismo para indicar su desaparición: compersión. Es lo opuesto a los celos. Según las “no reglas” de la polifidelidad los celos son característicos de relaciones románticas con exigencia de exclusividad. En cambio, la compersión es el placer ante la satisfacción de la persona amada compartida. En general, quienes practican poliamor niegan la incidencia de los celos. Sin embargo, potencialmente acechan, aunque no siempre ataquen, aunque se los maneje. Pero existe una meta: si las brevas de la complicidad maduran, se saborea la miel de la compersión.

Testimonio B (audio): ¿Yo?, cero celos, son vintage. Con mi pareja tenemos sexo y afecto con terceras personas sin problema. ¡Estamos muy bien! No peleamos, nos amamos, es como que no lo puedo creer, lo pasamos genial, nos encanta. Pero si me despierto y veo que se están divirtiendo sin mí, hmmm… no me gusta. No, así no es.

¿Qué son los celos? Pasiones tristes. Sentimientos que se imponen con independencia de propósitos conscientes. “Solo lo que no se desea no genera tristeza si se pierde, ni envidia si lo posee otro”, dice Spinoza. “La razón no administra a las pasiones (ellas acaecen)”, según Hume. “Los celos son un monstruo engendrado y nacido de sí mismo”, exclama Shakespeare. En el imaginario social heredado una relación amorosa es entre dos. Pero el deseo tiende a la multiplicidad y el gigantismo. Es lo contrario de la pareja exclusiva, única y definitiva, es decir, lo contrario de la monotonogamia y el enanismo del amor.

Testimonio C (audio): La primera vez que estuve con una pareja también eran debutantes. Fue muy lindo todo menos un cuchicheo, alguna mirada cómplice, no sé, hubo un momento en que no me sentí incluida. Lo pudimos hablar. Un tema. Siempre puede haber alguien que trastabille aunque la pase bien. Tuve un par de historia más, me sigue entusiasmando. Pero en mi tribu asumimos que el poliamor no es para cualquiera, a veces duele.

Así como a fines del siglo XIX era revolucionario denunciar que la pobreza no es natural, sino consecuencia de una explotación sistemática de ciertas personas sobre otras, hoy resulta imperioso alegar que los fracasos en nuestra esfera privada no son consecuencia de una debilidad psíquica, sino de ciertos ordenes institucionales, dice Eva Illouz en Por qué duele el amor. Las fuerzas sociales modelan la forma en que amamos. La autora responsabiliza a la modernidad. Acuerdo en que el poder modela nuestra forma de amar, pero considero que eso ocurre desde los arcanos del tiempo. Hay asesinatos por celos furibundos en las sagradas escrituras, en los mitos de los pueblos originarios, en la tradición pagana. Herida por los celos, le dio de comer a Jasón carne de los hijos de ambos. La abandonaba por otra mujer, que también fue asesinada por los celos de Medea. Y el más famoso de los celosos, Otelo, es renacentista. Esas oscuras pasiones se anticiparon a la madurez moderna y al capitalismo. Si bien éstos las fueron perfeccionando para domesticarnos mejor, ya que las líneas de montaje industriales, mercantiles, domésticas, sexuales, bélicas y laborales reclaman subjetividades heteronormadas y dóciles.

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Leí por ahí que son sinónimos de amor cuidar, apoyar, acompañar, reconocer, motivar, tratarse bien. Me pareció adecuado. Pero luego decía que son sinónimos de celos reclamar, humillar, vigilar, perseguir, manipular, intimidar, chantajear. Esto no es adecuado. Una cuestión es sentir celos y otra cómo se los administra. El texto no define el sentimiento celoso, sino conductas realizadas por personas inescrupulosas. Porque los celos se pueden sobrellevar dignamente. También cabe correrse de quien los suscita o -como se dice en unos de los testimonio- se pueden ir perdiendo en el camino. Sabido es que los celos conllevan micro-dominaciones, que el amor cortés y el romanticismo forzaron más ese sentimiento, que la “pareja como posesión” se fraguó durante siglos de infiltración en el imaginario colectivo. No se deja destruir de un plumazo. Sentir celos no es intencional ni vergonzoso. El desafío es buscar líneas de fuga para reconvertir esa energía negativa en impulso vital, para gozar con plenitud y atravesar las dificultades con la alegría que brinda -en el territorio de los afectos- no ser propiedad privada ni propietaria. ¡Los candados amarrados en los puentes! ¡Vade retro! El verdadero amor no requiere cerrojos, aspira a la verdad y es libertad.