¡Urgente! los gobiernos tienen que socorrer a los pueblos indígenas del norte salteño agobiados por la Covid y sin servicios de salud acordes. Digo que es la crónica de un etnocidio anunciado (glosando a García Márquez por lo de la muerte) porque la muerte, la pobreza, el hambre y la desprotección es inveterada, y está fuertemente vinculada a un racismo anti indígena de parte de la sociedad que se dice blanca, no solo de la etapa colonial sino de dos siglos de república post coloniales que practicaban o practican el exterminio físico, el trabajo forzado o la expropiación de los pocos medios para subsistir que poseen o poseían (agua, tierra y bosque). 

A principios del siglo XX se realizaron incursiones militares en la zona para exterminarlos, fueron víctimas de maltrato y el trabajo forzado en los ingenios azucareros, y ahora recientemente la expansión de la soja los expulsó de sus tierras ancestrales y los dejó sin posibilidades de acceso a alimentos y cursos de agua. La presencia del Estado, en lo que hace a provisión de servicios básicos y de derechos como agua, salud, educación es muy débil y generalmente monocultural. Hemos estudiado, con un grupo de investigadores de la UNSa (Universidad Nacional de Salta), los procesos de expansión de la soja transgénica como formas actuales de destitución y de producción de políticas de muerte o dejar morir, o producción de ausencias (ver Neocolonialismo, pobreza y resistencias subalternas), diferentes formas para nombrar al genocidio por goteo o al etnocidio de baja intensidad que esta expansión produce

La producción de soja concentra cada vez más la riqueza y acentúa la pobreza existente, expropiando medios de subsistencia básicos para la vida sobre todo la tierra, el agua y los recursos naturales. Expulsa, desaloja o acorrala a poblaciones que vivían de los recursos del monte, legitimadas con dispositivos neocoloniales con apoyo y promoción gubernamental.

La muerte no es nueva en esas tierras. Todos los años mueren niños wichís en Salta, por diferentes razones: desnutrición, deshidratación, falta de ambulancias, falta de agua, etc. Aunque, para que no sea sumada a las estadísticas provinciales de desnutrición, hay directivas gubernamentales desde siempre que aconsejan poner el síntoma y no la causal de muerte.

Algunos lo llaman el “lento genocidio Wichí”, otros hablan de ecocidio (asociado a la brutal tasa de deforestación), otros lo denuncian como “un etnocidio de baja intensidad” (Fundación Cebil). Pero a pesar de este exterminio persistente y por goteo, sobreviven los pueblos originarios (Wichí, Chorote, Chulupí, Tapiete, Guaraní, Chané) que habitan la zona con una fortaleza poco común.

La muerte colectiva de una comunidad étnica por parte del “homo sapiens” ha sido llamada primeramente -a comienzos del siglo XX- como genocidio y se originó por el extermino armenio por los turcos. El etnocidio vino para diferenciarse del genocidio nazi en Alemania, dado que allí además del exterminio al pueblo judío, se amplió a otros grupos sociales, como homosexuales, discapacitados, marxistas, etc. Hay otras formas de etnocidio y es dejar morir de hambre, de sed, o por enfermedades evitables. El genocidio es un delito de lesa humanidad. El etnocidio debería considerarse de igual manera.

La Covid potencia el hambre, la desprotección, la vulnerabilidad y la falta de acceso a la salud de los indígenas que allí viven. Nos pasamos el día escuchando noticias producidas en Buenos Aires sobre números de muertes y contagiados, sobre todo del AMBA. El país es mucho más que eso. La prensa debería en forma URGENTE tener una visión federal y superar la cantinela porteñocentrada y morbosa de la pandemia. Ese olvido y negación nos hace sentir como extranjeros en nuestra tierra. No aparecemos en las noticias, no nos nombran. 

Sabemos que una forma de deshumanización es la indiferencia, a eso se suma que las cifras estadísticas invisibilizan a las personas y naturalizan la muerte, los números no tienen nombre. Pero una deshumanización mayor es no atender a los más pobres de nuestro país: la población originaria de la zona norte de la provincia de Salta y también del Chaco.

Las campañas de aislamiento “quedate en casa” ya tienen una carga urbana fuerte, sobre todo con poblaciones que apenas poseen vivienda, muchas no tienen agua para lavarse las manos. Tampoco,  como trasladarse a los centros de Salud escasos y mal equipados, ni conectividad digital, que ha permitido la comunicación y prevención en esta tragedia. Por ello, son aún más vulnerables y presas del contagio del virus, con pocas posibilidades de ser asistidos.

En enero de este año, antes de la pandemia del Covid, Salta había sido noticia a nivel nacional por las muertes de niños wichís por desnutrición, en esa zona. La situación alcanzó tal envergadura que tuvimos la visita del ministro de Desarrollo Social de la Nación, quien prometió alimentos y construcción de pozos para agua bebible y la Nación transfirió fondos para ese fin. No sabemos todavía cómo se ejecutó. También Tinelli, el dios del morbo, nos visitó y prometió la construcción de pozos de agua. Un grupo de caciques de Santa Victoria Este, denunció el 28 del mes pasado, mientras tomaban la Municipalidad de esa localidad por reclamos inveterados: agua, servicios de salud y alimentos, que solo se hicieron 3 pozos de todos los que se habían prometidos. (https://www.eltribuno.com/salta/nota/2020-7-29-12-19-0-indigenas-de-santa-victoria-este-reclaman-los-pozos-de-tinelli)

Cuando se declaró la cuarentena en todo el país se paró el envío de alimentos a esa zonaUn estudio reciente de investigadores de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Salta, sobre la situación de los pueblos indígenas de la provincia en relación a la Covid, demuestra que la situación de desastre humanitario que viven se agudizó por el aislamiento y la falta de alimentos. Los investigadores manifiestan que “el informe está dirigido a funcionarios y técnicos de organismos públicos y en torno a la toma de medidas concretas ….”. 

Sin embargo, hasta ahora los funcionarios gubernamentales no las han tenido en cuenta. Afirman que "la asistencia a hospitales y puestos sanitarios por parte de los miembros de comunidades se vio impedida en la mayor parte de los casos debido a la situación de emergencia, dado que se priorizan casos de complejidad". "En el caso (…) de las comunidades wichí, se agudizaron las desigualdades que ya se venía notando a principio de año con la crisis a través de la cual se declaró la emergencia socio sanitaria en relación a la escasez de agua potable, y la muerte por desnutrición y deshidratación, pues se frenaron todas las ayudas e intervenciones que se venían realizando". (https://www.pagina12.com.ar/272797-diagnostico-de-la-desigualdad-pueblos-originarios-de-salta-y)

El aislamiento potenció el abandono

A pesar de que se conocía, antes de declarada la pandemia, la situación de emergencia socio sanitaria y desastre humanitario que se vive en esa zona, ni el gobierno de la provincia ni el de la Nación proveyó el equipamiento y los recursos humanos necesarios para esos hospitales o centros de Salud. Faltan respiradores, oxígeno, camas, medicamentos, algunos centros de salud están cerrados. Es deshumano y en algún sentido criminal que conociendo esta situación no se haya hecho lo que correspondía.

En la circunstancia de las muertes por hambre de niños de principios de año, un grupo de médicos, antropólogos y caciques envió una nota a Médicos sin Fronteras (MSF) pidiendo una misión exploratoria en su territorio. MSF no aceptó la invitación. Consideró lo que ya sabemos, que existe un déficit estructural en áreas como la provisión de servicios de salud culturalmente adaptados, la falta de acceso a sistemas adecuados de agua y eliminación de excretas y al acceso a medios de subsistencia. Ya en ese entonces faltaban médicos en la zona y ahora con la Covid se necesitan más y no están. ¿Habrá que pedir médicos a Cuba? ya que en este país que forma excelentes médicos no hay para atender a su población más pobre y marginada. Seguro que muchos reaccionarían enojados negando esta posibilidad, por miedo al cuco del comunismo o porque consideran que hay suficientes médicos en este país, pero digo yo, ¿dónde están los médicos no comunistas?

Ahora ya el virus tiene circulación comunitaria en la zona, el único hospital de mayor complejidad es el de la ciudad de Tartagal que está colapsado. Los indígenas denuncian la situación de abandono ante los casos de contagio, anteayer en esa zona murió el primer niño bebe en la Argentina por Covid.

Los pueblos están haciendo oír su voz acallada, a través de la Radio La Voz Indígena de Tartagal con testimonios de la gente. Nancy López, de la comunidad O ka Pukie, grita en silencio: “Hay mucha gente con fiebre y ya hubo muertos (...). No hay atención, el hospital de Tartagal colapsó, en las comunidades estamos más aislados y sin atención necesitamos una ayuda de parte del gobierno…. también es responsabilidad de ellos”. "Son hermanos que se nos están yendo, estamos pidiendo ayuda…. en el hospital... no hay atención no hay enfermeros y médicos, el hospital se colapsó…estamos ahora aún más aislados y sin atención necesitamos una ayuda de parte del gobierno". Mónica Medina, de la comunidad Kyelhyuktaj (Quebracho) de Tartagal, susurra: “Necesitamos medicamentos porque a veces nos ataca la fiebre y no tenemos para ir al hospital y ahí no nos dan ningún remedio… los médicos… no aclaran todas las cosas, qué enfermedad tiene la persona (que murió), si es coronavirus, nosotros no sabemos nada". No hay enojo, tampoco resignación, nos cuentan solo lo que está pasando, hay ternura en sus pedidos de ayuda.

Los médicos y enfermeras con los que he conversado, dicen que se ha disminuido sensiblemente el número de trabajadores de la salud en la zona, por los bajos salarios, los problemas de provisión de insumos en los centros de Salud y la falta de nombramientos en las vacantes de trabajadores jubilados.

Hoy con la Covid como ayer con la epidemia del cólera, estas poblaciones debilitadas, perseguidas, acorraladas, están siendo foco endémico de muerte. Los estamos dejando morir, no solo de hambre, desdén, racismo, ahora por la falta de atención sanitaria necesaria. Las desigualdades estructurales e históricas se descarnan ante este virus, lo que está escondido sale a la luz, lo que nadie quiere ver se nos presenta de la forma más cruel.

Así como el Presidente mando médicos de terapia intensiva a Jujuy, debería hacer lo mismo para estas zonas y evaluar la construcción urgente de hospitales modulares con servicios de terapia intensiva y oxígeno. Piden a gritos oxígeno. Además son necesarios también helicópteros para atender a las poblaciones más dispersas, trasladar a los hospitales de mayor complejidad a los enfermos, no solo para dar cobertura en salud y responder a las urgencias ante la Covid, también para distribuir alimento dada la emergencia alimentaria declarada institucionalmente por el gobierno provincial. La mayoría de las comunidades están a muchos kilómetros de los centros asistenciales. El gobernador de Salta mandó hace poco tiempo 4 ambulancias para la zona. Sin embargo, la gente sigue pidiendo a gritos ayuda. ¿Los oiremos o haremos oídos sordos?

La Covid ha matado a mucha gente en el mundo, y atraviesa todas las clases sociales, pero está demostrado que los más pobres y vulnerables, y sobre los cuales se ejerce históricamente distintos tipos de racismo estructural, tienen más alta letalidad como lo que está sucediendo en la Amazonia sur americana y con los afrodescendientes en USA y en Brasil. Pero en este caso particular, donde existe una práctica persistente de exterminio por abandono y acorralamiento podemos hablar de un etno-covid-cidio.

Como dice la Fundación Cultural Cebil de la zona, en un comunicado reciente: “el COVID ha llegado sin la contención y las medidas sanitarias, que son responsabilidad indelegable del estado municipal, provincial y nacional". Sin embargo, ante la poca presencia estatal en relación a la magnitud de las necesidades y como el tiempo apremia, la Carrera de Antropología de la UNSa, está organizando una campaña solidaria para enviar ayuda humanitaria a las comunidades. 

*Doctora en Antropología, Profesora Emérita, Universidad Nacional de Salta, Argentina.