En estos tiempos privados, donde todo se resuelve en casa, los problemas no dejan de ser públicos. Si algo dejará esta pandemia es la capacidad de instalar la centralidad en la vida pública cuestiones hasta ayer consideradas del ámbito de lo privado y también la importancia del rol de las mujeres como sostenedoras de la vida de sus familias y de la economía de los países. Ese fue tal vez el eje central del encuentro que se produjo entre las tres mujeres al frente de las carteras de género de Argentina, México y España. El encuentro fue organizado por el Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES) de México y su presidenta Nadine Gasman Zylbermann y contó con la participación de ministra de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación (MMGyD) Elizabeth Gómez Alcorta, e Irene Montero Gil, ministra de Igualdad de España.

El conversatorio virtual se dio en el marco del ciclo de seminarios “Nueva Normalidad más justa, feminista, local, igualitaria” que lleva adelante de INMUJERES. En esta entrega del ciclo, titulada “Tiempos privados, problemas públicos”, se abordaron las desigualdades y violencias que afrontan las mujeres y LGBTI+ a causa del confinamiento en sus hogares, así como las propuestas para la salida de la pandemia.

Las tres funcionarias consideraron que la pospandemia no puede ser volver a la anterior normalidad que fue la que nos llevó a donde estamos. La consigna feminista “lo personal es político” es vehicular en estos tiempos. “En España estamos tratando de situar esto como uno de nuestros ejes centrales de nuestras propuestas de recuperación. En otros momentos han sido fácil decir que las políticas de igualdad quedaban de lado en momentos de crisis, como si fuesen algo accesorio. La pandemia ha demostrado que los problemas de las mujeres son los problemas de la sociedad. Además, que si queremos sociedades no solo más justas sino más sustentables económicamente, necesitamos que la agenda feminista esté en primer plano”, dijo Montero Gil.

La violencia de género en los hogares y la desigual distribución de las tareas de cuidados, fueron identificadas por las tres como los grandes problemas y, por lo tanto, también los ejes en los que enfocaron sus acciones.

Gómez Alcorta citó cifras de la Organización Internacional del Trabajo, según las cuales las mujeres mundialmente realizan 4,4 horas de trabajo de cuidado no remunerado, mientras los varones solo 1,4. “Esas horas de tiempo privado abocado a cuidados, se traducen en dificultades en un mundo que no valora esa tarea. Las mujeres más pobres siempre están cuidando, a sus familias y a las familias de otros y de otras. Las desigualdades son políticas”, explicó. “No queremos romantizar ni negar el amor que muchas veces existe, pero también existe el cansancio. Tenemos que trabajar para que los cuidados no dependan de los vínculos ni ingresos familiares. Estamos pensando cómo reactivar la economía en la pospademia desde los cuidados. Queremos trabajar a partir de unos parlamentos territoriales de cuidados. Es una inversión, no un costo. Un proyecto de desarrollo redistributivo tiene que poner a estas mujeres como protagonistas”.

En ese sentido Gasman Zylbermann dio un ejemplo bastante elocuente: “De acuerdo con un estudio de Promundo, durante el confinamiento por Covid-19 las mujeres se quejan por falta de dormir y descansar, mientras que los hombres se quejan de falta de tiempo con la pareja”. En ese país, contó, las mujeres han asumido la mayoría de las actividades extra, tales como el cuidado de otras personas, la limpieza de los hogares o la preparación de alimentos, entre muchas otras. De acuerdo con datos del INEGI, en México alrededor de seis de cada diez mujeres han sido responsables del trabajo doméstico y de cuidados durante el confinamiento, frente a cuatro de cada diez hombres.

Montero Gil explicó que desde el ministerio se abocaron a trabajar no solo en el problema de los cuidados, sino también en las violencias machistas. “Ambas tienen una raíz común que tiene que ver con la desigualdad del reparto de las riquezas. La escasez de tiempo es uno de los mayores problemas de las mujeres, sobre todo las más vulnerables. A veces no hay tiempo para dejar de cuidar o dejar de trabajar y dedicar una mañana a solicitar determinado reconocimiento, derecho”, señaló.

En cuanto a la violencia de género, aumentó en todo el mundo. Se sabía, porque todos los países tienen experiencia en abordaje de la violencia contra las mujeres, que el confinamiento iba a encerrar a mujeres víctimas en el lugar más inseguro: sus propias casas. Por eso se tomaron medidas de atención con mecanismos de comunicación silenciosos (whatsapps, correo electrónico, botón con geolocalización) y también se aumentaron los servicios de asistencia. “Tras el confinamiento sabíamos que la sensación de pérdida de control por parte de los maltratadores podía incrementar la violencia, y ha sucedido. Extendimos también las medidas a las mujeres víctimas de explotación sexual y en contexto de prostitución. Seguimos trabajando en coordinación con las comunidades autónomas”, dijo Montero Gil. 

Si está en riesgo la vida no hay confinamiento que valga, fue el mensaje a las mujeres en situación de violencia. Algo similar se hizo desde el ministerio argentino y también desde el mexicano. Entre las políticas en común nombraron el apoyo económico a las familias y hogares en situación de vulnerabilidad, la declaración como esenciales a los servicios públicos de atención a personas en situación de violencia por motivos de género y la ampliación de los dispositivos existentes. También hicieron evidente la decisión política de sus gobiernos de apoyar la agenda de igualdad y progresista, más allá de sus propias áreas, de manera transversal en los distintos ministerios y gobiernos locales.