Hace dos años, en una entrevista de Página/12, el salteño Francisco Gómez Paz explicaba que con su proyecto, la silla Eutopía, procuraba unir sus dos mundos, su Salta natal y Milán, donde hizo un máster en la icónica Domus Academy al terminar diseño industrial en la Universidad Nacional de Córdoba. Con esa silla, Gómez Paz acaba de ganar el Compasso d'Oro, el Oscar al diseño internacional.

“Siempre me fascinó estar a la vanguardia, saber cuáles serían nuestros límites futuros, lo que vendría. Pero nunca imaginé que algunos de ellos como la impresión 3D, me permitirían volver a mis raíces. Tomar la cuarta revolución industrial (la 4.0), la del movimiento Maker y combinarla con mi visión de un diseño, para lograr una silla, que no es ni industrial, ni artesanal, desde el diseñador al cliente, saltando a la industria o haciendo que las cosas sean posibles, que es lo que se necesita al sur del mundo”, contaba en agosto del 2018.

La silla, ideada en y para la Argentina, acaba de hacerlo acreedor del premio más importante del diseño mundial, el Compasso d’oro, en la categoría Diseño para el Habitat. Fue proyectada para ser fabricada en serie utilizando tecnologías flexibles como el corte láser, el control numérico (al hacerse por encargo, se evita el desperdicio de material) y la impresión 3D. Su estructura está formada por cuatro planos de multilaminado que se intersectan en un robusto encastre a cruz, que a la altura del asiento se separan nuevamente en diferentes planos que trabajan en sincronía, cada uno en su sentido de fuerza, para soportar el asiento y los apoyabrazos. Pequeñas invenciones de encastre y encolado le permiten ser montada sin la necesidad de un solo clavo o tornillo. "Esto me ha permitido realizar una silla de madera extremamente resistente que tiene un sorprendente peso de 1.800 gramos, capaz de superar pruebas de resistencia con cargas de 100 kilos y más de 23.000 ciclos. La madera usada para el cuerpo de la silla es Paulownia, redescubierto recientemente, que posee sorprendentes cualidades de resistencia, liviandad y sustentabilidad; además de provenir de uno de los árboles con mayor capacidad de absorción de agentes contaminantes del mundo ”, detallaba.

Desde Milán, cuenta sus emociones con el premio, que le permite cumplir uno de sus objetivos: demostrar que desde aquí es posible crear algo que tenga trascendencia mundial.

--¿Dónde lo encontró la noticia? 

--En Argentina y tuve que hacer malabares para llegar desde Salta a Milán. Hace un tiempo, recibí la invitación para participar del certamen, para el que trabaja mucha gente del Observatorio Permanente del Adi (Asociación para el Diseño Industrial). Fui nominado para ser parte del Index, la publicación que antecede al premio. Eso ya fue un increíble honor, pero luego, hace poco tiempo, recibí una comunicación que me hacía entender que era importante que estuviera acá. Pensé en una mención, nunca imaginé  el gran premio --cuenta desde Milán.

--¿Se cumplió su Eutopía? 

--Exactamente, y con creces. Esto no me lo esperé ni en mis mejores sueños. Parece una película, porque fue un proyecto que nació con mi necesidad de agradecer y contar a los jóvenes de mi país que hay un mundo posible. En mis charlas siempre me quedaba la sensación de que si bien podía ser inspirador, todo lo había  logrado por estar acá, en Europa. Por eso me propuse proyectar una idea que partiera de Argentina al mundo. Y que sirva como mensaje de que se trata de comprender nuestra responsabilidad personal como individuos si lo que nos preocupa y ocupa es el cambio que queremos en nuestra sociedad.

--Sobre todo en esta época, tan difícil...

--Ni hablar. Me emociona tremendamente cuando un proyecto tiene alma, vive más allá de uno, transmitiendo un mensaje. Puede sonar utópico, como la silla, pero cuando uno sueña en grande y trabaja, el universo se encarga.