Un equipo internacional de científicos y científicas descubrió en Venus la presencia de moléculas de fosfina, un gas inflamable también presente en la Tierra. La noticia recorrió los portales del planeta porque su procedencia podría relacionarse con la existencia de formas de vida en el mundo vecino. El hallazgo fue difundido a través de la Royal Astronomical Society y la investigación fue publicada en la prestigiosa revista científica Nature Astronomy. El proyecto, llevado a cabo por expertos y expertas de las Universidades de Cardiff (Gales), Manchester (Ingalterra) y de Kyoto Sangyo (Japón), y del Instituto Tecnológico de Massachusetts (EEUU), fue realizado a partir de las observaciones del telescopio “James Clerk Maxwell” ubicado en Hawái y del Gran telescopio en el desierto de Atacama en Chile, entre 2017 y 2019.

“Hay que ser muy cautos. Como siempre, para afirmar que un biomarcador gaseoso está presente debido a la existencia de vida, necesitaríamos verificar que la producción de fosfina en Venus no se esté generando a partir de procesos abióticos, es decir, no biológicos, sin la intervención de seres vivos”, señala Ximena Abrevaya, astrobióloga e Investigadora del Conicet en el Instituto de Astronomía y Física del Espacio (Conicet-UBA). Siempre que las noticias son rimbombantes, la memoria conecta de inmediato con la célebre frase inmortalizada por Carl Sagan: "afirmaciones extraordinarias requieren evidencia extraordinaria". Al menos hasta el momento, esto no fue aportado en este caso; aunque, para ser justos, se dio un gran paso.

Para Rodrigo Díaz, del Centro Internacional de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de San Martín (ICAS), la noticia se debe manejar con cautela aunque eso no implique dejar de remarcar lo paradigmático del avance. “El trabajo presentado no es uno más ni mucho menos, será muy recordado y consultado de manera constante. Había investigaciones previas que se referían a la fosfina como una especie biomarcadora, esto es, que solo podría generarse en presencia de vida. En el paper se afirma que funciona como un buen indicador de la existencia de microorganismos en planetas de tipo rocoso como Venus. Es una molécula que nadie esperaría hallar en un escenario de estas características”.

La presencia de fosfina, en efecto, no supone una evidencia robusta acerca de la existencia de vida, pero constituye un gran indicio de que podría haberla. Venus es el segundo planeta más cercano al Sol del sistema solar. Su temperatura en superficie ronda los 470º C, con una presión más de 90 veces superior a la de la Tierra. “Sucede que sufrió un efecto invernadero en cadena, su atmósfera fue evaporada de forma masiva, se llenó de dióxido de carbono y eso hizo aumentar la temperatura globalmente, al igual que está sucediendo con la Tierra aunque, afortunadamente, aquí de manera menos repentina y agresiva”, narra Díaz.

Sin embargo, es en las nubes en dónde se podrían hallar las moléculas de fosfina, porque la temperatura allí es mucho más amable, alcanza unos 30° aproximadamente. “A medida que uno se aleja de su superficie, la temperatura disminuye, por lo que la situación en las capas de nubes más altas es distinta. Como las condiciones dejan de ser tan adversas, se reúnen las chances para que posiblemente se desarrolle la vida. La única salvedad que hay que tener en cuenta es que se trata de un medio superácido, por lo tanto, de existir algún microorganismo debería ser muy resistente”, sostiene Díaz. De cualquier manera, vale subrayar por un lado que en la Tierra existen bacterias extremófilas que se adaptan a condiciones extremas sin inconvenientes (como pozos de arsénico); y, por otra parte, que Venus, según algunos modelos de estudio científico previos, tuvo un clima más propicio hace miles de millones de años.

Ahora bien, ¿qué es la fosfina hallada en las nubes del planeta? “Es un gas tóxico e inflamable. En la atmosfera terrestre se encuentra en cantidades traza, es decir, en concentraciones extremadamente bajas. También fue encontrado en las atmósferas de Júpiter y Saturno hace varios años”, explica Abrevaya. Lo interesante es que suele formarse a partir de la degradación de materia orgánica. “Los microorganismos podrían tener un posible rol en la producción de fosfina. El año pasado científicos norteamericanos y británicos propusieron un modelo para su producción biológica, básicamente ligado a ecosistemas anaeróbicos, es decir, aquellos que contienen microorganismos que no utilizan oxígeno. Sin embargo no podemos descartar que la producción de fosfina se deba a procesos abióticos, es decir por procesos que no involucren seres vivos”, advierte la especialista.

De hecho, esta última aclaración que realiza Abrevaya es la que impide a los expertos que participaron de la investigación no ser aún más concluyentes y afirmar de manera rotunda que existe vida en Venus. En concreto, hay formas de producir el gas que prescinden de la intervención de microorganismos, a partir de reacciones químicas comunes en la industria.

¿Misiones a Venus?

Históricamente, la ciencia y, consecuente con ello, las misiones espaciales, se focalizaron en Marte. Venus, en cambio, nunca se estableció como el destino más codiciado por astrobiólogos, astrónomos e ingenieros aeroespaciales para la exploración de diversas formas de vida. No obstante, a partir de aquí, el escenario parece modificarse de cara al futuro. “Tradicionalmente, Marte fue el planeta candidato para buscar vida. Con el devenir del tiempo se fue dando lugar a la posibilidad de considerar que otros cuerpos planetarios podrían ser aptos para la vida. Venus estaba en carpeta”, plantea Abrevaya.

Estaba, nada menos, en la carpeta del astrónomo y divulgador Carl Sagan que durante los 60 había sugerido la posibilidad de que la comunidad astronómica girara sus telescopios en la dirección de Venus. No obstante, “la hipótesis había sido dejada de lado por las propias características del planeta, pues son muy inhóspitas para la vida. En los últimos años, el planeta fue reconsiderado como un potencial candidato para albergarla, por lo que se recomenzó a investigar muy activamente sobre Venus”, destaca.

Venus es un mundo supercaliente, con una atmósfera muy densa, repleta de gases y nubes cargadas de ácido sulfúrico. Desde esta perspectiva, apunta Díaz, “el que se presenta ahora es un gran descubrimiento. Si bien no es un indicio indiscutible de vida, es muy interesante, sobre todo, porque es una pista para saber cómo seguir después. Seguramente modificará los programas y las agendas espaciales de los próximos años”. Y remata: “Se despertó un interés en el planeta que no se hubiera despertado de otra forma. Sería ideal poder recolectar muestras y traerlas de vuelta para ser analizadas”. Falta mucho pero, a partir de ahora, ilusionarse será distinto, porque habrá con qué.

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