La idea es una rareza: dos actrices en sus treintas que interpretan a chicas de 13 años. Un cast de niños de, efectivamente, 13 años. Y un despliegue de absurdo, comedia física, y acaso un toque de surrealismo. Pen15, es una de las exitosas apuestas cómicas de la plataforma Hulu, que este septiembre acaba de lanzar su esperada segunda temporada. Una comedia inclasificable donde las actrices y amigas Anna Konkle y Maya Erskine, escriben e interpretan —muy convincentemente— versiones de sí mismas durante sus años de pre-adolescencia outsider a principio de los dos mil. Desde el despertar sexual al divorcio de los padres, desde la primera pijamada al racismo en la secundaria, y todos los fluidos nuevos, el fracaso y el descubrimiento que hay en medio.

Pen15  --que significa penis, que significa pito, y que es un popular rayado de baño-- nació como una serie de sketches libres y retorcidos sobre la incomodidad de la adolescencia, aunque el proyecto mutó rápidamente en una comedia de secundaria enrarecida pero estructurada. En los medios norteamericanos, se han referido a ella como el epítome de la comedia cringe, es decir, una que provoca vergüenza ajena, que estira la incomodidad en el espectador hasta extremos casi físicos. Quizás, en ella se puedan reconocer algunos rasgos de la extraña Broad City, e incluso, del experimento de animación para adultos Tuca & Bertie.

Anna Kone y Maya Ishii-Peters, las versiones de ficción, tienen 13 años, son chicas desadaptadas, mejores amigas y viven en el año 2000. Eso significa que las cámaras de bolsillo, las salas de chat y los ciber novios están tímidamente convirtiéndose en la nueva normalidad. Y que las canciones de Bikini Kill --que acompañan la intro de la serie, junto a un collage real de fotos de infancia de las actrices-- dan paso de lleno a la era de los jogging de plush rosa de Britney Spears. Como en cualquier época, la secundaria puede ser un infierno, especialmente para quienes aún se divierten más con el ímpetu lúdico de la infancia que con los desgarros de la adolescencia. “En las filmaciones, la mitad del tiempo la ropa era demasiado pequeña para mí. También me puse una placa dental como la que tenía a esa edad. Luego de 12 horas de rodaje me arrepentía de haber usado todo eso y de haber querido apostar así por el realismo de época. Pero era bueno para la serie, acentuaba la idea de incomodidad con mi propio cuerpo. De intentar arreglar esto, de esconder aquello”, contó Anna Konkle sobre el rodaje de la serie, que también le puso afecto y dedicación a recrear el principio de los años dos mil, con sus computadoras conectadas al teléfono, sus terribles pantalones a la cadera, y su estado de latencia previa a las redes sociales.

Anna Konkle y Maya Erskine --de 33 años-- son extraordinarias actrices de comedia. Aunque muy poco explotadas, hasta el momento, en las producciones mainstream. A ambas se las conocía vagamente por personajes secundarios de televisión: a Konkle por Rosewood, la serie policial de Fox, y a Erskine por la comedia Man Seeking Woman y su breve aparición en Wine Country, dirigida por la maestra Amy Poehler. Pen15 es el gran proyecto autoral de la dupla, el que venían planeando desde el principio de sus veintes, apenas un tiempo después de conocerse y descubrir que eran almas gemelas mientras estudiaban teatro en la Universidad de Nueva York.

La idea de las chicas era representar el paso a la adolescencia y el despertar sexual sin ningún tipo de melancolía millenial, sino como la pesadilla viscosa, llena de absurdo, y dolorosamente incómoda que es. En esta serie no hay romanticismo sobre el pasado. Ya sabemos que no hay belleza en la adolescencia: los niños son raros. Esa es la verdad y el leit motiv de la producción. “La sexualidad a esa edad es realmente desconcertante, confusa y no tiene sentido. Una vez, recuerdo haberme excitado con carozos de manzana y con dunas de arena. Por alguna razón, eso vino a mi mente. No sé cuál sea exactamente la conexión, pero el punto es que las cosas abstractas pueden excitarte a esa edad. Lo que realmente queríamos explorar era la vergüenza alrededor de todo eso, cómo nunca se te explica nada al respecto. Yo pensaba que era una completa pervertida, que iba a ir a la cárcel. No tenía conocimiento de lo que estaba haciendo y sin embargo sabía instintivamente cómo hacerlo”, confesó Erskine.

En Pen15, un puñado de postales triviales y de muy fácil identificación --como un corte de cabello trágico, el descubrimiento de la masturbación, o un primer beso demasiado baboso para ser bueno-- se transforman en sketches tremendamente aparatosos, abstractos y desagradables, donde las situaciones se estiran hasta volverse casi irreales. No debería funcionar, y sin embargo, funciona de maravilla. Ver a estas treintañeras, muy adultas desde ciertos ángulos, sufriendo por sus amores de 13 años —actores infantiles que también se lucen —, vestidas con ropas de los dos mil y usando brackets, es una experiencia enrarecida y anacrónica. Es tan extraña que da risa por defecto. Pero una vez que el hechizo está hecho, es difícil volver a imaginarlas como mujeres adultas.

Pen15 entró por una puerta bien ancha de la comedia independiente. Fue producida bajo el ala de ese milagro que es The Lonely Island —acá, Andy Samberg, Akiva Schaffer y Jorma Taccone—, los jovencitos que a principio de los dos mil tomaron la palabra del legendario programa Saturday Night Live y lo renovaron con sus cortos digitales. Ahora, han expandido su imperio produciendo comedias tan corporativas como Brooklyn 99, y tan experimentales como I Think You Should Leave (ambas en Netflix). Pen15 tiene un poco de ambas cosas. Es una comedia desconcertante, pero con un drama reconocible que no empalagaba. También hay ciertos desgarros de la adolescencia y la adultez que aportan realismo al absurdo total, a esas bromas llenas de primeros planos de baba y de sangre y de chicas imitando a Ace Ventura.

La serie que ya anunció una tercera temporada, cuya filmación solo fue suspendida por la llegada del covid, promete explotar mucho más el contenido +18 y las complejidades de su arco argumental. Las chicas adelantan: “La narrativa será mucho más madura, aunque creemos que el absurdo también está creciendo bastante. La idea no es que esto sea sobre dos chicas convirtiéndose en adultas, sino sobre ese purgatorio que es el séptimo grado. Si todo sale bien, esperamos estar en séptimo grado para siempre”.