En enero explotó el virus en China y desde aquel entonces, la vieja normalidad fue reemplazada por una “nueva normalidad” en todo el mundo. En los inicios, las cuarentenas --como estrategia medieval pero efectiva-- fueron ubicándose como las mejores respuestas para frenar la propagación de un virus respiratorio, que sacaba a relucir una poderosa velocidad de despliegue. China marcó el camino. A más de diez meses de aquel momento, aunque el 2020 transcurrió de un plumazo, la inestabilidad perdura en todo el globo. Mientras que Latinoamérica --por sus condiciones estructurales de extrema pobreza y desigualdad--no logra resolver el conflicto, muchos países de Europa, una región con mejores posibilidades, experimentan rebrotes y nuevas oleadas igual de contundentes que las primeras. En el medio Argentina, que inició la pandemia con un desempeño ejemplar y en el presente se ubica como uno de los territorios con más muertes diarias por millón de habitantes. A continuación, un análisis de las cifras que alarman al Viejo Continente, el abordaje del periplo local y una propuesta de aislamientos selectivos, planificados e intermitentes (ASPI), que puede contribuir a abrir menos la herida en un contexto de fragilidad palpable hasta que haya vacuna.

Rebrotes en Europa

Quien crea que existen recetas mágicas para culminar con un conflicto de la escala que tiene una pandemia está equivocado. Prueba suficiente es Francia, que durante los últimos días experimenta rebrotes cuando creía que todo estaba controlado. Las dos terceras partes de los franceses fueron sometidos a un toque de queda, pues el jueves reportaron un día catástrofe: las autoridades sanitarias identificaron 41.622 nuevos contagios en tan solo 24 horas. Reino Unido, por su parte, también superó los 20 mil casos por jornada. Asimismo, Irlanda y Gales atraviesan un nuevo confinamiento; Alemania, incluso, que había conseguido superar la primera gran crisis europea meses atrás, vive un incremento alarmante de los contagios. En regiones de Grecia, Italia, Eslovenia, Dinamarca, Holanda y localidades de Portugal se aplican medidas similares con confinamientos severos.

Una agotada trabajadora de la salud en Roma. AFP

“Italia viene con 19 mil casos diarios, Francia llegó a los 40 mil en una sola jornada. Lo de Inglaterra también, todo es realmente es increíble. Están en una situación dramática. Lo que vamos viendo es parte de lo que ya sabemos hace meses: es un virus ultracontagioso, por ende, mientras los Estados cuidan y restringen, las cosas marchan más o menos bien; pero cuando relajan se va todo al demonio”, afirma Ernesto Resnik, biólogo molecular y biotecnólogo argentino que reside en Estados Unidos. Y luego continúa con su razonamiento: “Europa constituye el ejemplo más grande de marcha atrás. Relajaron un poco para reactivar el turismo. Primero empezó España y luego Italia y, pese a que siguió restringiendo mucho la movilidad, sus cifras se dispararon. Estamos en una situación en que la cuarentena estricta ya no va más y en que la gente aprendió muchísimas cosas. De hecho, todos saben ya de la importancia del uso del barbijo y la distancia; el continente europeo está en Plan B”.

Con “Plan B”, Resnik se refiere al despliegue de cuarentenas mejor localizadas en sitios geográficos precisos y por lapsos más breves. Adaptar las políticas que se deciden de acuerdo a las necesidades socioeconómicas de cada nación. “Hoy lo común para muchos países europeos es cerrar por las noches, porque han visto que los sitios de mayor contagio y propagación son los bares, restaurants y pubs, como lugares de encuentro de la población más joven. España cometió errores brutales, como permitir que el 75% de los locales gastronómicos estén llenos en su interior; como si ese 25% con mesas libres sirviera de algo. En cambio, al mismo tiempo, tratan de no cerrar escuelas por todo lo traumático que ha significado la interrupción de los ciclos lectivos”, sostiene.

Las restricciones continúan configurando la receta más utilizada en todo el planeta para frenar la transmisión de un virus que no cesa en su virulencia. “Lo que se observa en Europa constituye una tendencia preocupante porque afecta, nuevamente, a personas mayores de 65 años. En el verano se había observado que los más contagiados eran jóvenes y eso se está revirtiendo”, plantea Leda Guzzi, médica infectóloga de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI). “El Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades advirtió este problema en, al menos, 13 países. Por este motivo, sus gobiernos elaboran bloqueos parciales, con toques de queda nocturnos y con medidas menos restrictivas durante el día. El riesgo de colapso sanitario está presente. Hasta la fecha, el aislamiento es lo único que tiene un poder de ‘cortafuegos’ para frenar la transmisión viral”, explica Guzzi.

En este marco, Mario Lozano, virológo del Conicet, marca una diferencia respecto de las primeras oleadas del virus que colocaron en jaque a buena parte de los sistemas sanitarios de la región. “A diferencia de la primera, en esta segunda instancia, los países europeos están muchísimo más preparados, con los sistemas sanitarios más fortalecidos. En el presente, con una cantidad de casos muy similar a lo que sucedía en marzo, registran un número menor de muertes. Detectan a los infectados en una mayor proporción, la pandemia los agarra con más experiencia”, subraya el exrector de la Universidad Nacional de Quilmes. Sin embargo, postula: “Aunque es más leve, toman medidas para restringir la movilidad y cierran actividades para que la situación no se vuelva a disparar. En Argentina sería muy antipático reforzar las restricciones porque, desafortunadamente, los medios hegemónicos han convencido a buena parte de la población de que nuestro país tiene la cuarentena más larga del mundo, una mentira flagrante. Hace mucho tiempo no estamos en cuarentena”, compara. En este sentido, ¿qué ocurre a nivel doméstico?

Meseta alta en el AMBA y explosión en el interior

Alberto Fernández anunció la extensión de los cuidados por 14 días más. Córdoba, Santa Fe, Tucumán, Mendoza, Neuquén, Río Negro, Chubut y San Luis concentran el 55% de los casos del país. Mientras algunas localidades de algunas provincias imponen nuevas restricciones para intentar frenar las infecciones, en AMBA ya se programan nuevas habilitaciones. En la Capital habilitarán museos y el interior de restaurantes, bares y gimnasios al 25% de su capacidad, mientras que en la Provincia abrirán los shoppings.

Ahora bien, si durante buena parte de la cuarentena, el Área Metropolitana constituyó el epicentro, ¿por qué la tendencia se revirtió y en la actualidad el resto de las provincias son las más golpeadas? Esta semana, Argentina superó el millón de casos confirmados por diagnóstico y se aproxima a los 30 mil muertos por coronavirus. El 20 de marzo el gobierno dispuso el ASPO y a partir de aquel momento, las acciones del Estado se encaminaron hacia un objetivo fundamental: intentar que la curva de infectados se aplane lo más posible. Solo de esa manera, el sistema sanitario podría dar respuesta a todos los ciudadanos que requiriesen atención. Hoy en día, aunque las instituciones de la salud todavía tienen resto --aunque los profesionales, como los enfermeros, los intensivistas y los médicos están sobrepasados-- la cantidad de contagios y muertes reflejan cifras muy preocupantes.

Durante los dos primeros meses, la progresión de la epidemia a nivel local exhibió resultados muy alentadores que, incluso, sorprendieron a la prensa internacional. De hecho, a principios de junio, la prestigiosa revista Time de Estados Unidos destacaba al país por la efectividad de su estrategia para encarar a la covid. Hasta principios de julio, salvo Buenos Aires y Chaco, Argentina estaba libre del patógeno y los brotes que había --como eran pequeños y muy específicos-- se controlaban sin problemas. A partir de agosto, no obstante, la tensión se trasladó hacia el interior. Los primeros focos de contagio se relacionaron con camioneros y otros trabajadores que atravesaban Buenos Aires por sus empleos (turnos médicos o diferentes circunstancias) y retornaban a sus ciudades de origen, que se encontraban totalmente flexibilizadas. Al poco tiempo, el conflicto se volvió sistémico y la mancha del coronavirus se esparció por todo el territorio. A partir de ahí, ya no hubo retorno.

“La situación de Argentina es casi inédita en el mundo. El aplanamiento de la curva realizado en marzo llevó a que hubiera menos muertes que en otros países de similares condiciones. Asimismo, las personas mayores se protegieron muchísimo; es algo que el investigador Roberto Etchenique lo grafica muy bien con el concepto de ‘inmunidad del cagazo’. El riesgo que hoy corremos es que la población del AMBA crea que la situación ya fue superada”, relata Lozano. Al respecto, comenta Resnik: “La liberalización de actividades en Argentina siempre fue mucho más palpable que en Europa y que en otras partes del mundo. Por este motivo nunca se vivió un pico, como sí sucedió en la gran mayoría de las regiones en que las restricciones fueron mucho más fuertes y los países experimentan nuevas olas”, narra.

Del confinamiento total a las cuarentenas intermitentes

“La cuarentena es una medida drástica, que se decide cuando ya no hay otra forma de frenar la circulación viral. Todos aprendimos durante la pandemia que es sumamente eficaz aunque no puede ser muy prolongada en el tiempo. A la larga, se pierde el consenso social y la gente deja de respetar. Lo que se ve es que resulta más efectivo hacer aislamientos muy intensivos, rigurosos, pero por períodos acotados de tiempo”, dice Guzzi. En este sentido, Rodrigo Castro, investigador del Conicet en el Instituto de Ciencias de la Computación de la UBA, propone la aplicación de un ASPI, que reemplace a la ASPO, como un cambio de estrategia. ¿En qué consiste? A partir de modelos matemáticos y simulaciones que le permiten analizar datos y proyectar escenarios futuros, asegura que los aislamientos, desde su perspectiva, deben ser selectivos, es decir, teniendo en cuenta la zona geográfica y las actividades económicas comprendidas (no tienen que ser en todas las jurisdicciones al mismo tiempo); planificados, por lo tanto, previsibles y diseñados con la máxima antelación posible (obedecer a un calendario prefijado); así como también, intermitentes, en efecto, cierres eficientes (etapas de supresión), seguidos de períodos de reactivación controlada (mitigación).

“Si se hubiera aplicado un ASPI el 1° de mayo, el país podría haber llegado al 21 de septiembre con menos de 1.000 fallecimientos acumulados y menos de 1.000 casos diarios a nivel nacional. Es una ucronía, es decir, nunca se hizo pero constituye una referencia”, señala el especialista. Y si se dejara a un lado aquello que no se realizó y se proyectara hacia el futuro con esta lógica de los aislamientos selectivos, planificados e intermitentes, “se podría reducir, hacia fines de enero de 2021, a 2.500 contagios diarios y alcanzar un máximo de 45 mil muertos acumulados. Para ello se necesitaría de etapas de cierres de 16 días y aperturas de 12. Sin embargo, sabemos que lograr un mismo objetivo cuesta cada día más si no se actúa rápido”, indica Castro.

En cambio, si se continúa como hasta ahora, estaríamos alcanzando un promedio de 25 mil casos diarios y 65 mil fallecimientos acumulados. Hacia fines de enero, los números se podrían poner peor, y serían 28 mil casos diarios y 90 mil muertos acumulados. Nuestra aspiración es que la realidad cambie y la proyección falle”. En base a sus herramientas de modelado y cálculo, Castro ha realizado proyecciones que, desafortunadamente, se han confirmado. Al tanto de esto, Rosario es una de las ciudades que ya ha encabezado propuestas formales para instaurar una ASPI. Susana Rueda, concejala por el socialismo, lidera la iniciativa en aquel lugar.

La fragilidad del mundo hasta que haya vacuna

“Tendremos brotes, rebrotes, cierres y aperturas hasta que haya vacuna”, apunta Resnik. La pregunta, entonces, es ¿qué pasa con las vacunas? Aunque en la OMS se han inscripto casi 200, son pocas las corporaciones que desarrollan los ensayos clínicos en fase III y cuentan con las mejores posibilidades. Si bien algunas, como Johnson & Johnson, debieron pausar sus ensayos para estudiar complicaciones y el desarrollo de afecciones inexplicables en algunos de sus voluntarios; otras, como Pfizer y Moderna, se apresuran a conseguir una autorización de emergencia para distribuir sus dosis en la población lo más rápido posible. A éstas (de Estados Unidos) también deben sumarse las candidatas de Reino Unido (AstraZeneca-Universidad de Oxford), de China (CanSino, Sinopharm, SinoVac) y Rusia (Instituto Gamaleya).

“En el marco de la pandemia, las vacunas constituyen el tema más estable, en cuanto al optimismo propio y al general. Hasta ahora, las tecnologías vienen marchando en los tiempos más o menos prestablecidos. La mejor noticia que se puede tener de las vacunas es no tener noticias; es decir, si no escuchás nada es porque todo funciona bien. Por ahora ninguna tuvo más de uno o dos casos de efectos adversos”, plantea Resnik. Después, sigue con su ensayo optimista: “Habrá una vacuna presentada ante los organismos reguladores entre noviembre y diciembre. Pfizer y Moderna, con sus tecnologías de ARN mensajero, parecen adelantarse en Estados Unidos. Son las más fáciles de producir; lo que habrá que ver luego es la distribución internacional de las dosis. Eso representa un tema en sí mismo”, concluye, aunque en verdad, deja las puertas abiertas para nuevas especulaciones y futuros debates. El horizonte de conflictos geopolíticos está a la vista.

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