A mediados de los años 60, cuando internet o las redes sociales no eran ni siquiera un proyecto; cuando la palabra “pandemia” se asociaba simplemente a ficciones o a la lejana peste negra del Siglo XIV, el filósofo italiano Umberto Eco publicó el ensayo “Apocalípticos e integrados”. Allí, los primeros, suponen que toda tecnología es perjudicial en sí misma. Los segundos, la consideran imprescindible para el desarrollo de la sociedad.

En este sentido, el libro, que también es una tecnología, un soporte, no escapa a los debates que sucedieron, también en esta clave, en las últimas décadas. Sin embargo, la nueva normalidad que se instauró súbitamente, a partir de coronavirus, los ha puesto en duda o en pausa, como a gran parte del devenir humano, incluyendo -claro- a la actividad cultural.

En este contexto, algunos escritores optaron por suspender presentaciones o ediciones de libros hasta “volver al viejo orden”, otros retomaron o se acercaron por primera vez a los medios virtuales como oportunidad de circulación. Entre estos integrados de hoy hay autores salteños.

En el primer trimestre de 2020, el tartagalense Mario Flores, que llegó a al mundo en 1990, reeditó “Un silencioso modo de arder” y lo subió a sus redes, como archivo de libre descarga en conjunto con una playlist de Spotify. Por su parte, el poeta Marcelo Sutti, que nació a fines de los ´50 y se mueve entre La Silleta y Tres Cerritos, se animó a cambiar de formato con “La memoria de los objetos”, y debutar en el campo de los bytes en septiembre de este año, a través de la plataforma Sonidos de Salta.

Editar y reeditar en la era virtual

Es necesario e importante releer los libros ya publicados: para encontrarles nuevas cuestiones a través de los años y para seguir potenciando su circulación. Cuando los ejemplares de una edición en físico se acaban, el libro suele quedar 'huérfano'. Entonces en esta reedición aproveché para releer, hacer pequeños cambios y correcciones y sentirlo todavía actual (es un poemario del año 2017). Como fui editor, podía cómodamente diseñar un nuevo ebook (también conté con ayuda técnica de una poeta llamada Andrea Martín, que a su vez es artista visual). No fue pensado como 'PDF gratis para la pandemia' como tantos otros, pero justamente salió publicado en ese contexto. Quería que se mantuviese actualizado, con nuevo diseño, gratis y en varias plataformas a la vez. Más adelante vendrá la posibilidad de reeditar también en papel”, explica Flores que no es un diletante: el año pasado publicó otro ebook titulado "Paracaídas", que reúne todos sus poemas editados en antologías desde 2014, también con una playlist.

“La ventaja del formato digital es que permite una nueva circulación y 'mantenimiento' del libro: podés limar algunas asperezas que quizás antes no habías notado o que eran propias de la versión en papel. En el plano general, es más que recomendable para libros descatalogados”, opina el autor.

De modo similar, en estos tiempos en los que la frontera entre lo real y lo virtual está cada vez más desdibujada, Marcelo Sutti, poeta de larga data, pero amateur en el formato, revela: “tenía terminado 'La Memoria de los objetos', sobre la compañía de diferentes cosas de una casa. Llego al libro digital por iniciativa de Norberto Ramírez. Experimentado en grabaciones a poetas, me propone el tríptico: poema escrito, fotografía del objeto, y audio.

Encuentro en ese formato amplias posibilidades de difusión y comodidad en algunos casos para quienes utilizan las redes sociales con frecuencia y veo también una rápida posibilidad para compartir un texto. Pienso que los textos digitales ayudan a crear vínculos entre escritores del mundo. Aclaro también que fue la tecnología y fueron los creadores quienes favorecieron estas relaciones a pesar de la distancia, la pandemia, no sirvió en ese aspecto, para nada”, recalca y añade que, a partir de esta experiencia ha crecido su curiosidad por descubrir textos digitales.

Desde otro punto de vista, Flores afirma: “Si hay que darle el crédito de algo al contexto de pandemia, es justamente que obligó a un gran porcentaje de gente a aprender de este soporte, de los beneficios del formato. No es nuevo ni se trata de un fenómeno moderno: simplemente ya estaba ahí y hay que usarlo”.

Pluralidad del arte

Según las caprichosas catalogaciones del mercado, Mario Flores es milennial, y Sutti un Baby-boomer, pero estas etiquetas engañosas y probablemente inútiles se pierden si se piensa en la pulsión de ambos hacia los versos, la música –Marcelo fue por años contrabajista de la Sinfónica de Salta, Mario es DJ- y el libro como objeto plural o multimedial.

“La memoria de los objetos” es un todo con las profundas imágenes de Norberto Ramírez y cada uno de los poemas en la voz del autor, que relata: “Se tuvo en cuenta a las personas con discapacidad auditiva, por eso los audios. Hace unos años pude concretar la idea de editar en sistema braille un libro, Sonetos Imaginarios. Sólo fue posible encuadernar unos pocos pues no hay en Salta posibilidades de editar de esa manera en cantidades, es un intento, como la poesía misma, de compartir nuestro interior sin que se mencione en este caso la 'mirada'", indica Sutti.

De mismo modo, sobre la polifonía de su obra, Flores señala: “Agregarle una playlist de Spotify fue un guiño de la etapa de diseño: como algo puesto a propósito que podría escucharse mientras se lee el libro. Se trata de una lista de canciones y tracks que escuché durante la edición del libro en digital. Trato de experimentar sobre la relación de texto con audio, y ya venía trabajando con material sonoro que también estoy editando, y en el caso de 'Un Silencioso Modo de Arderes como un regalo: la música que incluí es un pop industrial y bandas electrónicas que en los últimos años me pegaron bastante. Es como añadirle un poco de información personal a los poemas: no hay nada más íntimo que compartir la música que nos gusta”.

Otras bibliotecas posibles

Leer en pantalla era, antes de la pandemia, un hábito impensado para muchos, y aunque para una gran mayoría es algo nuevo, en realidad se trata de una práctica de cierta antigüedad: “Desde que tuve mi primera PC, pude lograr una biblioteca digital amplísima que, concretamente, no es nada más que un montón de bytes almacenados ocupando espacio en un disco, pero también representan lecturas muy importantes que de otra forma no hubiera podido conseguir jamás en físico. Y actualmente la calidad (y sentido de la) estética de muchos ebooks que salieron este año, es brillante. Obviamente todos enfocados a la poesía, a la antología poética, al ensayo sobre poesía, etcétera. Es claro que el formato y el género, en ese soporte, se llevan bien o menos problemáticamente. Yo compro y descargo gratis muchos libros, y en los meses recientes traté de reseñar solamente libros que estuvieran disponibles también en formato digital, para asegurar que quien lee la crítica puede tenerlo al instante”, analiza Flores.

Y reflexiona sobre una verdad lamentable, que la digitalización podría subsanar: “Para cualquier ciudad del interior, el problema principal es la distribución y una mejor red de comunicación con las editoriales independientes. Comprar por internet, cuando vivís lejos del centro del país, no es un salvavidas: los libros llegan con meses de retraso, en mal estado. Si bien existe toda una subcultura de fundamentalistas del papel, con el tiempo las distinciones de lo digital se hacen menos tangibles y es más fácil asimilar la lectura en esos términos (como leer con ruido, viajando, tomando sol o cualquier escena cliché). No conozco gente de Tartagal que literalmente descargue y lea. Muchas veces la resistencia a lo digital es más una configuración del costumbrismo que una postura de preferencia. Se puede garantizar la disponibilidad del libro, su compartida, y hasta su descarga, pero no quiere decir para nada que se lo lea en concreto”.

¿El fin de los libros?

Volviendo al inicio del itinerario, los autores ensayaron respuestas posibles a la conocida pregunta sobre la muerte de los libros. Y Sutti recalcó: “No creo ni tengo la intención de colaborar en la desaparición de libros en sistema tradicional, papel, coincidencias con los árboles, las hojas. Nada como un libro en la mano y si alguno esconde un trébol de cuatro hojas o una flor, el amor anduvo por allí, tangible, tal vez desde una lágrima o un beso nunca dado. Ese libro quiero, donde transpira el hombre y la mujer. Estos conceptos, sin desacreditar el valioso aporte del libro digital, habrá quien llore también pero los pétalos deberán ser albergados en otro sitio”, dijo.

Sobre este punto, el nacido en Tartagal fue claro: “esa representación maléfica de la tecnología viene del costumbrismo y de la romantización retro constante: ninguno de los dos formatos va a desaparecer, ninguno devorará al otro, ninguno hace que la gente lea más o menos cantidad de libros al año. La lectura no se determina de ese modo. Me da risa cuando publican libros con títulos complicadísimos como ´El fenómeno del libro digital e incumbencias bibliográficas a los usos escolares de etcétera´; es decir, no me parece un debate. A lo sumo, es un debate para quienes pierden plata: los grandes sellos monopólicos, las editoriales mainstream, los medios masivos. Para el resto no es un debate: existe hace años, se comercializa hace años, y su uso libre es completamente inmune, permite licencias de atribución, y encima circula rapidísimo. Aparecen lectores de lugares impensados. Cuando hablo de extinción, jamás pienso en los libros. Cuando la raza humana se extinga solamente reinarán los libros, tanto en papel como PDF”.

Tal vez entonces llegue el momento de pensar en una convivencia de formatos, en aceptar y probar otros modos de lectura y de distribución literaria. Mientras, estos autores demuestran que la literatura circula en las pantallas y que, con o sin pandemia, son una alternativa para acceder a los libros que queremos leer.