Existe una antagonía falsa entre conservación de la naturaleza y el desarrollo económico. El discurso impuesto y repetido por el gobernador y el ministro responsable del ambiente afirma que la conservación del monte, a través del Ordenamiento Territorial de Bosques Nativos, sería el responsable de la pobreza y que condenaría a nuestra provincia a un postergamiento económico. Que la provincia se transformaría en una “gran reserva natural con gente muriéndose de hambre”.

Aquí es necesario remarcar una serie de puntos para aclarar que no es así y porque la conservación, que implica manejo y uso de los sistemas naturales, es la principal herramienta para mejorar la calidad de vida de la población y potenciar el desarrollo económico.

Miles de personas dependen de los bienes y los servicios provistos por los ecosistemas. Entre los más importantes que proporcionan los bosques se encuentra la prevención de inundaciones y el control de sequías, la evidencia científica muestra que las altas tasas de deforestación generan procesos en el clima local caracterizado por eventos meteorológicos extremos generando las denominadas “catástrofes naturales”, y el Noroeste argentino, Salta incluida, posee las tasas de desforestación más elevadas del planeta. 

Los bosques regulan el ciclo de nutrientes y del agua dulce, ambos esenciales para la agricultura de subsistencia; leña para cocinar; forrajes para ganado; materiales de construcción; frutas y otros alimentos comercializables. Todo esto sumado a que estos beneficios están disponibles de forma libre y gratuita. Es más en este principo se basa el sistema de aprovechamiento del bosque con ganadería integrada (MBGI como se conoce), el punto clave es definir criterios precisos e indicadores adecuados para que no se transforme en una práctica sin sustentabilidad ambiental y económica.

En relación al tema puntual de la pobreza, está demostrado que el deterioro ambiental de los ambientes forestales afecta directamente en las poblaciones humanas asociadas, obligándolas a la emigración y terminan agrandando los cordones de pobreza de las grandes urbes. En un bosque conservado las alternativas productivas son enormes, desde el uso y manejo de poblaciones silvestres para la subsistencia familiar hasta el turismo regulado, demostrando el enorme valor de estos ecosistemas. El ejemplo más extremo es el de pueblos originarios y criollos que dependieron décadas del monte y que ahora sufren una crisis socio-ambiental grave, con problemas de salud pública, nutrición y acceso al agua. 

En países con una importante masa boscosa como Brasil, India e Indonesia, se demostró que la importancia relativa de estos servicios ecosistémicos en poblaciones rurales comprende entre el 40% y el 80% de los ingresos familiares. En nuestra provincia, naturalmente boscosa, la situación es la misma lo único que sería necesario ponderar la importancia de los servicios aportados por el monte. En el caso del Chaco Salteño o las Yungas los ejemplos sobran, desde el servicio de los polinizadores y la reconocida “miel de monte” hasta las fibras de Chaguar o algarroba y mistol como forraje, sumando además el valor del palo santo o la posibilidad de actividades como la pesca, sostenida por los bosques asociados a los grandes ríos.

Otro valor importantísimo y clave de los ecosistemas boscosos es el control y regulación de las llamadas enfermedades emergentes. Es verdad que son reservorio de virus y parásitos, pero la biodiversidad que existe en estos sistemas y la dinámica de las poblaciones silvestres hace que estas enfermedades se mantengan reguladas y controladas. También existe evidencia de que cuando los ecosistemas boscosos son disturbados y deteriorados aumenta la probabilidad de que estas enfermedades “escapen” y se transformen en un problema de salud pública, incluso a escala global. Las enfermedades producidas por arbovirus son el mejor ejemplo.

Podríamos escribir mil páginas mostrando el valor de la biodiversidad y los bosques, pero este no es el punto de esta columna, el punto es mostrar que no existe incompatibilidad entre conservación y desarrollo, y que la pobreza no es consecuencia de la conservación del bosque nativo sino de una falta de planificación y de la subvaloración de los servicios que los ecosistemas brindan

Un correcto ordenamiento y aprovechamiento bajo parámetros sustentables permitiría romper con la carga estructural de pobreza en nuestra provincia. En este sentido es importante trabajar coordenadamente y cooperativamente entre grupos de ecólogos y profesionales en la conservación y el Ejecutivo provincial, como así también implementar políticas de estado fuertes que tengan en cuenta los procesos ecosistémico a escala regional sin primar intereses políticos o solo económicos como indicadores de desarrollo. El ambiente es uno solo, no existe reemplazo, si lo dañamos estamos dañando cualquier posibilidad de bienestar y desarrollo social e incluso nuestra propia supervivencia como especie.

*Investigador y docente de las cátedras de Biología de los Cordados/Vertebrados, Ecología en Comunidades Áridas y Semiáridas y el Concejo de Investigación, Fac. de Cs. Naturales - Universidad Nacional de Salta.