Ya en el final de la cursada 2020, los universitarios hacen un balance sobre su año académico. Pero este año fue particular, no sólo por las clases por Zoom, el cúmulo de bibliografía en PDF o los trabajos en grupo a distancia. Muchos alumnos y docentes de distintas universidades públicas dieron el presente durante la pandemia en el rol de voluntarios. ¿El objetivo? Transmitir lo aprendido en un contexto desfavorable, en desventaja, y aplicar socialmente lo que representa una institución pública. En voluntad para ayudar, el balance fue positivo.

Algunas universidades aún no habían comenzado la cursada cuando llegó la pandemia. El presidente Alberto Fernández, a través de una cadena nacional, anunció que ese 20 de marzo cambiaba la realidad del país. En este contexto, las casas de estudio avanzaron de golpe sobre la educación digital y también dieron espacio a las actividades solidarias. El Suplemento Universidad recogió cuatro historias para retratar la entrega desinteresada que miles tuvieron a lo largo del país. 

Acompañar con la palabra

La Universidad Nacional del Sur convocó y el pedido hizo eco en aquellos que no querían estar en la casa sin hacer nada. “Se presentó un proyecto para ayudar de forma telefónica, específicamente a adultos mayores, y hacer un acompañamiento del tipo psicosocial, que a veces en la salud no está cubierto”, recuerda Héctor Manuel Quirilao Cayupil, estudiante de Acompañamiento Terapéutico, docente, fotógrafo, entusiasta de lo social.

“Se empezó a trabajar con esas dolencias, como es la salud mental y social. Lo que se hace es acompañar a la gente que se encuentra sola, tiene poca familia o directamente no tiene”, aclara el docente y estudiante de 44 años, y resalta que el grupo de voluntarios con los que trabajó siempre “trató de poner en práctica todas las herramientas que se adquirieron en la carrera”. Destaca, además, que el Departamento de Salud de la Universidad los acompañó e impulsó siempre.

El rol del acompañante terapéutico, destaca, tiene que ver con “pensar en el otro, empatizar con el otro y ver dónde la persona comienza a hacer agua en ciertas cuestiones”. Quiri -como le dicen- quiere ayudar a quitar esa agua a cualquiera, incluidos sus alumnos o los adultos mayores a los que llama y les pregunta algo tan simple y genuino: “¿Cómo estás?”.

Critica una y otra vez que las obras sociales, e incluye el sistema de salud en su totalidad, no cubran el acompañamiento psicológico como se debería. “Desde el acompañamiento voluntario la palabra importa, se trata de buscar que a esa persona que se encuentra sola, que se encuentra con necesidades, nos lo pueda contar”, remarca.

Desde la universidad se organizaron en grupos pequeños, guiados por docentes y una vez a la semana se reunieron para poner en un espacio en común los casos y situaciones que tuvieron en la semana.

Con respecto a la pandemia, explica que puntualmente se trató de empezar a desnaturalizar miedos o cuestiones que a veces se pueden llegar a encontrar, todo a través de la charla. En muchos casos, la incertidumbre que generó la pandemia y la sobreinformación generaron en la población de riesgo ansiedad y depresión al comienzo del aislamiento, social, preventivo y obligatorio.

Agradecido y entregado a lo que cree, al vínculo social y a detenerse a ver cómo está el otro, repite y repetirá: “Siempre se puede hacer algo para ayudar”.

Un aislamiento seguro

“La empatía no es un botón que uno aprieta y se enciende, la empatía se tiene que aprender”, asegura Guadalupe Currao Casamayor, no docente de la Universidad Nacional de Lo mas de Zamora (UNLZ) y estudiante de Derecho.

Inició en el voluntariado por comparación, por mirar a su alrededor. “La situación de otras personas en relación con la mía, que estaba en una posición un poco más cómoda, me generaba un sentimiento de deuda y me dieron ganas de colaborar aportando, aunque sea, mi grano de arena”, destaca sobre cómo equilibro su universo.

Cuando inició el voluntariado, y con el paso del tiempo, se dio cuenta que efectivamente hacen un aporte a la sociedad, a la comunidad en este momento difícil. “La mayoría de las voluntarias no son médicas o personal de salud, y lo que se puede hacer es muy poco, pero se advirtió que hay muchas personas que efectivamente necesitan de este contacto, de lo que hacemos”, cuenta.

Su voluntariado se trata de dar una serie de recomendaciones para las personas que tienen coronavirus y que estén aislados, para que transiten la enfermedad de la forma más segura. Además, explican cómo cuidar a los que conviven con una persona que tiene la enfermedad para no contagiarse. La idea es cerrar la cadena de transmisión lo antes posible.

No es fácil. Si bien reconoce que es una afortunada en cuanto a que su familia se mantuvo a salvo, no estuvo ajena al dolor de los otros. Como voluntaria, admite, le tocó hablar con muchos pacientes “que estaban mal, muy mal”.

“Recuerdo un caso en particular en el que llamé a la persona contagiada y cuando volví a llamarla a la otra semana para hacer el seguimiento, esa persona ya estaba muerta. Es muy fuerte, porque realmente te hace tomar una perspectiva distinta. Te das cuenta de la dimensión de lo que la pandemia realmente es”.

En el trabajo, señala, es sumamente importante tener una escucha abierta, atenta, no es un “servicio de telemarketer, no estás vendiendo nada, no tenés que cumplir con un número sino que tenés que hablar con cada familia y cada persona”.

La UNLZ, en un claro impulso y apoyo, puso coordinadores que motivan cada día a los voluntarios. La Universidad y los voluntarios esperan que todo el esfuerzo sea útil y que sirvan las herramientas brindadas. “Te sentís qué estás cumpliendo con algo que engrandece. La salida es colectiva y te tenés que comprometer vos también y tenés que estar adentro”, concluye.

En búsqueda de casos estrechos

Habla segura, sabe lo que hace porque hace lo que le gusta. “No es el primer voluntariado que hago, yo soy voluntaria ya hace años”, resalta Paula Velázquez, estudiante del Profesorado de Educación Física en la Universidad Nacional de Hurlingham (UNH). Tiene 39 años, lo aclara de entrada por si quedan dudas de que no es una niña, y que, más allá de que no todo es una cuestión de experiencia, sabe lo que hace.

Mientras reflexiona un poco sobre su relación entre la carrera que eligió, su vida y la pandemia, destaca puntos concretos, como “que uno aporta desde la educación, siempre desde la educación, y contribuir desde ese lugar, es la base de todo”.

Comenzó hace 10 años como voluntaria en Red Solidaria en las recorridas nocturnas. Lo hizo por dos años, para después ingresar a una ONG llamada Amor Puro que realizaba acciones en Chaco.

“Cuando surgió esta propuesta, si bien no sabía mucho desde dónde podía ayudar o aportar, junto con mi pareja decidimos anotarnos”, aclara su historia tan sencilla. Con su pareja comparte la misma filosofía de brindar ayuda y preocuparse por el otro.

Con sus programas de voluntariado, la UNAHUR los hizo sentir parte, los incluyó, logró crear un clima de comunidad que se trasladó a todos los que se sumaron. En esta oportunidad, su trabajo es llamar a las personas que tuvieron contacto estrecho con algún infectado de coronavirus. Arman una lista de todas las personas con quién tuvo contacto y realizan el relevamiento. Se pregunta si tienen síntomas y se les indica qué tienen que hacer en caso ser positivo.

La institución trabaja en línea con el municipio, al que le informan de todos los casos. Si a alguien le hacen falta alimentos o medicamentos, además de cualquier otro inconveniente, también se lo informa a la Municipalidad de Hurlingham para que se haga cargo de cada caso particular.

“La gente está muy angustiada. A veces te cuentan que también tiene otros problemas de salud o hablamos con personas que quizás perdieron a la madre y al padre por el coronavirus. Muchos tienen angustia y depresión por estar aislados, por eso creo que el tema de llamar, estar y demostrar que la otra persona te interesa los ayuda mucho”, asegura.

Por medio de capacitaciones del Ministerio de Salud y de la UNAHUR aprendieron a ser lo más empáticos y contenedores posible. Aun así, lamenta que hay gente que toma poca conciencia del riesgo que existe.

Una ayuda integral

Ana Ríos Portel tiene 23 años y cursa la Licenciatura en Kinesiología y Fisioterapia en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Desde los 17 trabaja en distintos voluntariados. “Es un camino de ida”, enfatiza.

En este caso, la UNC tiene la extensión en voluntariados y busca que los alumnos de cualquier carrera hagan al menos 30 horas de este tipo de actividades en diversas áreas. El desafío es poder unir la carrera y la experiencia de relacionarse con gente que de alguna u otra forma está necesitada. Este año, inevitablemente, todo se conectó: la carrera, la pandemia y la gente que necesitaba una mano.

Dentro del voluntariado, especifica, el rol que tienen es “abordar distintas problemáticas y aprender a reconocerlas para poder hacer un cambio en la realidad”. Así de comprometida busca estar siempre Ana. Y la Universidad acompaña con distintos tipos de programas para que exista un compromiso social estudiantil.

“Buscamos aprender a ponernos en el lugar del otro. Mejorar la empatía y comprometernos con la realidad que vivimos y que quizás desconocemos. Está bueno posicionarse en cierto lugar y preocuparse por el otro para poder acercarle las posibilidades a las que quizás no puede acceder, compartir algo para crecer juntos y mejorar la sociedad”, destaca.

En cuanto al difícil momento de la pandemia, destaca que desde el voluntariado les piden “acercar el conocimiento con respecto a lo que es el Covid-19” y puntualiza que brindan información sobre salud en general, sobre cómo armar huertas sustentables o sobre nutrición.

Considera el voluntariado como una manera de llegar a la gente, para tratar de compartir un momento y “más en este momento tan difícil”. “Es mejor poner los problemas en común y buscar soluciones colectivas”, opinar y no puede imaginar un futuro atractivo sin pensarlo en plural.

Por el lado de la institución, el objetivo práctico es que los estudiantes puedan articular sus carreras y el voluntariado. “Toda actividad de ayuda que pude sumar, aunque tenga el tiempo contado, me las sumé porque me parece muy importante conectar con las otras personas, y la intuición nos empuja a realizar un camino colectivo en el que uno se puede apoyar en docentes y compañeros”, celebra, con su dulzura y su tonada.