Emilio Di Tata Roitberg, autor de El Oso –novela policial sobre una zona de Bariloche a la que nunca llega el turista– nació en Buenos Aires. Llegó a esta ciudad cuando tenía 16 años, en 1986. “El Sur es distancia y aislamiento, espacios vacíos. Muchas veces me dicen con la mejor intención: ¿por qué no te volvés a vivir a Buenos Aires? Como si estuvieran planteando que tengo que empezar de una buena vez mi vida cultural y literaria –ironiza el escritor–. Me lo ha dicho gente que me quiere, cuando voy a Buenos Aires. De hecho lo hice durante un año, en el 98, cuando viví en una pensión en Monserrat donde era el único argentino porque eran casi todos de la Ex Unión Soviética. Me hice amigo de un par de personas que eran de Kazajistán. Por muchas de las cosas que me contaban me sentía identificado con ellos, sobre todo por la distancia y el aislamiento. Disfruto mucho de Buenos Aires cuando voy por una semana o diez días, pero después empiezo a extrañar. Me gusta Bariloche y lo que implica estar acá.”

  Di Tata Roitberg se animó a escribir gracias a una profesora de la escuela secundaria que lo alentó mucho. “Me di cuenta de que no era bueno para los deportes y empecé a escribir basado en las cosas que leía, en el límite del plagio –reconoce–. Cuando leí Rapado, de Martín Rejtman, me dije que quería escribir un cuento cortito, parecido a lo de Rejtman. Yo estaba trabajando en un negocio y apareció un gordito que había caído preso por un asalto con intento de homicidio, que era el hermano menor del carnicero. Me pregunté cómo habría sido el primer día de este gordito cuando salió de la cárcel. Después apareció un hermano evangélico del Oso. Yo no viví lo del Oso, pero mi hermano menor se volvió evangélico. Yo lo había perdido, lo encontré transformado en otra persona. Y el cuentito que creía que tendría tres o cuatro páginas se transformó en una nouvelle. Como lector y escritor me gusta entrar en otros mundos, el día a día sin nada extraordinario de un taxista, de un mozo o de un albañil.”