Un idilio fragante: oda al cítrico

“¿Alguna vez han pensado en los cítricos como cuerpos celestes, angelicales y heroicamente suspendidos en el cielo? Probablemente no, pero Johann Christoph Volkamer, un comerciante de seda de Núremberg del siglo XVII con pasión por la horticultura, sí que lo hizo, encargando una serie de extravagantes placas de cobre de gran tamaño que presentan pomelos, limones, naranjas, bergamotas y otras variedades en escenas marcadamente surrealistas”. Así abre la historiadora del arte alemana Iris Lauterbach su más reciente fotolibro: JC Volkamer. Citrus Fruits, editado por Taschen, donde reúne las peculiares imágenes que encargase el mentado varón a artistas de la época: frutos flotando cual planetas sobre villas, palacios, jardines, sobre escenarios bucólicos, en tamaño original, que sirvieron para ilustrar los varios tratados que escribió sobre el tópico que evidentemente le apasionaba. “Su obsesión por los cítricos en un momento en el que eran mayormente desconocidos al norte y centro de Europa, es comprensible: los árboles son hermosos. Florecen y fructifican al mismo tiempo, evocando la idea de un paraíso atemporal, de pura dicha”, propone la germana sobre un Volkamen que, en 1708, encargó 256 imágenes de 170 variedades frutales; a la par que mantenía su jardín rebosante de aromas y colores. “Sus obras escritas son un registro de suma importancia para la historia botánica, ofrecen una mirada intrigante de la praxis hortícola de sus días. Pero, además, las imágenes son auténticas precursoras del arte surrealista, de las obras que tardarían en llegar de la mano de Dalí o Magritte. Son, en resumidas cuentas, obras sin precedentes y completamente deliciosas”, se deleita doña Iris con el acercamiento exótico que propuso Volkamer sobre frutas a la sazón exóticas, decididamente atractivas entre ricachones de aquellos lares.

La reinvención de una tradición

Tan grande ha sido el desbarajuste de los últimos meses que ha arrasado incluso con un clásico lingüístico: la palabra del año según el diccionario de Oxford, que corona religiosamente al término o la expresión más prominente, la que refleja “el espíritu, estado anímico o las preocupaciones que han acuciado” y, a la vez, la que ha tenido “un potencial más duradero en términos culturales”. En ediciones pasadas, el laurel ha ido a parar a manos de “selfie” o “unfriend”, prueba de la creatividad proteica del inglés; en otras, menos dicharacheras, a “posverdad” o “emergencia climática”. Pero en miras del despiole histórico, las mentes de Oxford University Press -editorial detrás del afamado lexicón, tenido por uno de los más eruditos y completos de la lengua inglesa- han bajado los brazos: imposible decantarse por una sola palabrita frente a las tantas que se multiplicaron en el paisaje expresivo del 2020. Sanseacabó el único vocablo; optando, en cambio, por mudar las formas hacia una selección de varias, ¡muchas! que ganaron terreno, evidencia del “rápido y repentino impacto lingüístico que tuvo la pandemia en los modos de decir”. Porque, obvio es decirlo, la mayoría tienen que ver con una de las infames estrellas de la lista, cuyo uso aumentó en más de un 57 mil por ciento: “pandemia”. Tras analizar un vasto corpus, incluyeron también los lexicógrafos otras expresiones que representan “los cambios sísmicos del idioma, con aumentos vertiginosos en su aplicación”: “tapabocas”, “confinamiento”, “trabajadores esenciales”, “coronavirus”, “aplanar la curva”, “transmisión comunitaria”, “distanciamiento social”, “remoto”, “sin precedentes”… Sin precedentes, de hecho, es como define el presidente de Oxford Dictionaries, Casper Grathwohl, el año idiomático; también irónico porque, a su experto entender, “no deja de ser curioso que, en tiempos que nos dejaron sin palabras, hayamos recurrido a expresiones nuevas como nunca antes”.

Merde

“Hemos sido destronados”, se quiebra la prensa francesa al pasar una mala nueva que representa el fin de una era, acostumbrados a estar en la cima de una clasificación que les daba cierto… atractivo internacional. Les toca acostumbrarse a ser cebollitas subcampeones, porque su acento ya no es el más sexi del mundo; ahora el británico goza de ese honor. Que la lengua de Molière haya sido desbancada sorprendió a la misma publicación que dio la noticia, revista Time Out, que encuestó a 37 mil personas de 30 países distintos para llegar a tamaña conclusión. Quienes elevaron al acento inglés por sobre el resto fueron los asiáticos, especialmente de Corea del Sur, China, Japón y Malasia, también habitantes de Suecia y Estados Unidos, que parecen derretirse por su entonación. El francés, estereotípicamente atractivo, quedó a la vera con un 16 % del voto mundial, a pesar del apoyo incondicional de Australia, Brasil, Rusia y Turquía, al igual que Alemania, Italia, Países Bajos. El rítmico decir italiano, mientras tanto, acabó en tercer puesto con un 15 %, favorito de España, Francia y Portugal. Los acentos español e irlandés completan los cinco primeros puestos, seguidos por el australiano y el norteamericano en esta puja ¿histórica? Por cierto: solo hubo un país que se votó a sí mismo, convencidos sus ciudadanos -muy pagados de sí mismos- de su capital sensual al momento de hablar, pero la confianza propia no fue suficiente para que Tailandia arañase una posición digna. “Es innegable que el toque galo no deja a nadie indiferente. Aunque en esta clasificación solo ocupemos el segundo lugar, otras encuestas han demostrado que, en general, estamos muy por delante de los ingleses. Y cuando ninguno llega a la cresta, es el acento kiwi de Nueva Zelanda el que sube al escalón más alto del podio”, expresaron con reticencia ciertos medios franceses, incapaces de abdicar al perenne trono con gallardía.

Andá a llorarle al ombú

En miras de su última performance participativa, cabe suponer que la artista Marina Abramović anda falta de amistades que le arrimen el hombro, y renuente a fichar a un psi que ponga la oreja. Difícil entender, de lo contrario, que su consejo a terrícolas para paliar los estragos emocionales del 2020 sea que hagan como ella y se quejen… con un árbol. Complain to a Tree, como bautizó a su rezongona propuesta, es la última incorporación al Método Abramović, serie de ejercicios que viene desarrollando para que la gente practique el “estar presente” tanto en el tiempo como en el espacio, y que entre otras actividades, propone: vendarse en un bosque e intentar encontrar el camino de regreso a casa; caminar hacia atrás durante cuatro horas sosteniendo un espejito; durante un día entero hacerlo todo en cámara lenta, desde ducharse hasta beber agua… Se suma ahora esta tortura a la pobre flora, que sin comerla ni beberla, tendrá a seguidores de la performer serbia colgados de sus troncos a lágrima viva, mientras le echan la bronca durante “por lo menos 15 minutos” sobre un año para el olvido.

“Los árboles son como seres humanos. Tienen inteligencia. Tienen sentimientos. Se comunican entre sí. Y además, son oyentes perfectamente silenciosos. Puedes quejarte con ellos”, arenga la mujer que recientemente tuviera que volver a sacudirse acusaciones de satanismo. La iniciativa para liberar frustraciones, dicho sea de paso, viene con muy necesario, muy pormenorizado manual de instrucciones, no vaya a fallar el terrícola protestón. A saber: “Una cosa importante es que realmente elijas un árbol que te guste. Puede ser pequeño, incluso no tan hermoso. Pero tenés que tener alguna relación emocional con él. No lo escojas por su beldad. Hazlo por su olor, la corteza, las hojas. Lo que sea que despierte tu cariño”. Y luego, fundamental: “No lo abraces de inmediato. Siente su energía. Sin tocarlo, solo acercando las manos, subiéndolas un poco”. Entonces, sí, por fin, “quejarse de corazón. Es como un viaje hacia lo desconocido. Salí de tu zona de confort y animate a algo distinto”.

“Espero que podamos crear algún tipo de tendencia, que en realidad la gente vaya corriendo a los parques y comience a quejarse con los árboles. Esta es una forma de curarnos en este momento de nuestra historia. Quejarse con el árbol también es una manera de sacar su energía, tomarla para una. Para sanar. El árbol realmente curará la queja. Todo es absorbido por su corteza. Y te rejuvenecerá, serás feliz después”. Marina Abramović, damas y caballeros, más presente que nunca.