EL PAÍS DE LAS ÚLTIMAS COSAS - 5 PUNTOS

(Argentina-República Dominicana/2020)
Dirección: Alejandro Chomski
Guión: Alejandro Chomski y Paul Auster, sobre la novela homónima del escritor
Duración: 89 minutos
Intérpretes: Jazmín Diz, Christopher Von Uckermann, María De Medeiros, Juan Fernández y Ettore D´Alessandro.

Estreno en Cine.ar Play

Veterano en el terreno de las adaptaciones cinematográficas de obras literarias gracias a Dormir al sol (2012), sobre la novela de Adolfo Bioy Casares, y la extrañísima comedia Maldito seas, Waterfall (2016), de Jorge Parrondo, el cineasta y guionista Alejandro Chomski enfrenta ahora el que tal vez sea el desafío más importante de su carrera: llevar a la pantalla, luego de más de una década y media de trabajo, El país de las últimas cosas, una novela de ciencia ficción que Paul Auster publicó en 1987 y a la que los críticos le endosaron el rótulo de “infilmable”. Por si fuera poco, contó con la participación directa del escritor como coguionista, un trabajo que llevó a Chomski a instalarse durante varias semanas en su casa, tal como contó en la entrevista publicada en este diario). No es descabellado pensar que El país…. será escrutada con ojos atentos por los seguidores del autor de La invención de la soledad, La trilogía de Nueva York y El palacio de la Luna, que los tiene y en gran cantidad. Desde ya que se recomienda extrema prudencia, pues los resultados quizás no estén a la altura de sus expectativas.

La protagonista se llama Anna Blume y viaja hasta un ciudad innominada de un país ídem, el último que visitó su hermano periodista cuatros años atrás antes de desaparecer de la faz de la Tierra sin dejar rastro. Un viaje que en el libro adquiere el formato de una larga carta escrita por ella y de la que aquí se escuchan algunos fragmentos mediante la voz en off de Anna, un recurso remanido aunque difícil de evitar en un texto pródigo en descripciones precisas de sentimientos y emociones. Lo que encuentra Anna son vestigios de un apocalipsis cuyos motivos se desconocen (apenas se escucha un “es culpa de los políticos” como al pasar, sin precisión alguna), pero con huellas visibles en cada lugar donde ponga la mirada. Un lugar con sectas de todo tipo y cadáveres que semanalmente recoge de los barrios un camión y funcionan como combustible, personas que eligen suicidarse corriendo hasta agotarse (“los corredores”) o tirándose desde edificios (“los saltadores”), escombros, incendios y autos destruidos, escasos alimentos y nulas comodidades para la población.

La descripción visual de esa tierra arrasada es notable, cortesía de un impecable diseño de arte y la siempre sugerente fotografía de Diego Poleri que aquí elige un blanco y negro que no hace más que subrayar la filiación con Invasión, de Hugo Santiago. La búsqueda llevará a Anna a internarse en una dinámica donde convivirán un tórrido amorío que termina en embarazo, estrafalarios bibliotecarios con “primos” con pinta de gángster, judíos ortodoxos y una residencia médica alemana con pacientes-refugiados de todas las procedencias, conformando una curiosa polifonía de tonadas. Todo entre medio de reflexiones y acotaciones contextuales en off de una mujer imperturbable, sin indicio alguno de sorpresa ni emoción. Lo mismo que la película, que establece con lo que muestra una distancia emotiva que la vuelve por momentos fría y maquinal, como si el mundo en que transcurre no fuera una versión distorsionada de éste sino otro distinto y muy, muy lejano.