En un texto de 1990, “La perspectiva exterior: Gombrowicz en Argentina”, compilado en El concepto de ficción (1997), Juan José Saer comentó la obra y el Diario del escritor polaco, posteriormente polaco-argentino. Luego de inscribirlo en el linaje de la “literatura de viajeros”, “contemporánea a la aparición misma del país”, escrita en múltiples idiomas (Félix de Azara, Millau, Alfred Ebelot y W. H. Hudson, entre otros), y de ver en las novelas Ferdydurke, Pornografía y Trans-Atlántico un “método narrativo” que al multiplicar “la variedad de puntos de vista” consigue expresar “la evolución de toda gran literatura, la complejidad de un sistema”, afirma: “a diferencia del de Gide, del de Thomas Mann o del de Pavese, el Diario de Gombrowicz se ocupa muy poco de la vida íntima de su autor –y de ciertos aspectos de esa vida íntima tenemos la impresión de que hay un ocultamiento deliberado, un silencio involuntario, y hasta cierta mistificación–”.

Saer apuntó certeramente: existía Kronos, el diario “privado” o “íntimo” de Gombrowicz. Una intuición o conclusión que ya se podía sacar por entonces, porque en Francia, en 1984 y 1988, habían aparecido los volúmenes Gombrowicz en Argentina y Gombrowicz en Europa, de Rita Gombrowicz, donde lo menciona e incluso reproduce algunas páginas facsimilares, y el mismo Diario –una combinación única de creación literaria autobiográfica, análisis y vivencias, lecturas y polémicas, en un formidable ejercicio de plástica expansión del yo– alude un par de veces a la existencia de ese otro diario, una suerte de resumen o compendio de vida, “lado B” del escritor que vivió veinticuatro años en la Argentina, donde escribió la mayor parte de su obra y que la editorial El cuenco de plata, con traducción de Bożena Zaboklicka y Pau Freixa, y excelente edición de Julio Patricio Rovelli, acaba de publicar.

Kronos viene precedido de una introducción de Rita Gombrowicz, fechada en enero de 2013 en París, donde comenta algunos pormenores y el porqué de su publicación. Supo de su existencia ya en 1966, sin darle mayor importancia, puesto que el autor estaba trabajando en el Diario, la larga serie de entregas para la revista Kultura, publicación política y literaria de la emigración polaca en Francia, magna obra que le proporcionará una creciente fama europea y mundial. Pero dos años después, Gombrowicz le dirá: “Si hay un incendio, llévate Kronos y los contratos y ¡huye a toda velocidad!”. Explica Rita: “Comprendí que Kronos era para él la cosa más valiosa. Lo emplacé en el centro de mi vida como una fuerza secreta que no obstante me interpelaba. Dediqué muchos años a recoger testimonios y a reunir documentos susceptibles de aclarar ese manuscrito”. Un trabajo que comenzará en 1970, a un año de la muerte del escritor, y que recién, pos1989, con la caída del régimen estalinista –que censuró su obra–, considerará estudiar la posibilidad de poder publicarlo finalmente en Polonia (y luego Francia y demás países), como parte de la obra completa, para que no fuera tergiversado ni utilizado arbitrariamente.

Alrededor de 1953 Gombrowicz comienza la redacción de Kronos, en paralelo a la del Diario. La memoria lo lleva a apuntar datos de su vida pasada, nombres de personas, ciudades y algunas actividades –a veces, con dudas, e imprecisiones–, desde 1922, cuando contaba con 18 años. Allí comienzan las breves referencias que, junto al gran trabajo de notas explicativas y aclaratorias al pie de cada página, dan cuenta de que fue eximido del servicio militar, de sus andanzas hogareñas y locales, y de un par de mujeres que fueron sus grandes amores de juventud. En 1933 se encuentra publicando Memorias del tiempo de la inmadurez, su primer libro –los relatos que lustros después tendrán su edición definitiva rebautizados argentinamente como Bacacay. Cuentos completos–, y está en proceso de escritura del drama Yvonne, princesa de Borgoña. En 1934 se puede leer: “Primeras experiencias pe” (posiblemente por “pederastia”), y en el 37: “Sirvientito”. En los años 38 y 39, con Ferdydurke ya publicado, menciona otros encuentros: con “una puta”, “una bailarina”, una “puta con gonorrea” y “una virgen”. Para Rita Gombrowicz Kronos finaliza con “las ambigüedades sobre su sexualidad, tan crucial para comprender una obra hasta tal punto existencial. La ‘guardia’ de los pequeños campesinos de su infancia y la ‘escalera de servicio’ de su juventud permiten comprender mejor su bisexualidad, cuyo denominador común es cierta juventud anónima ‘de pies descalzos’. Esta fascinación fue el punto de partida para su concepción del hombre ferdydurkiano”.

Su llegada a la Argentina, en agosto de 1939, poco antes de que se desate la Segunda Guerra Mundial –lo que impedirá en un primer momento su retorno al país natal–, se detalla en cada entrada. Gombrowicz realiza sucintos recuentos de lo sucedido y de lo realizado por él mes tras mes, y, luego de llegar a diciembre, una valoración más general de cada año en cuestión. Literatura, erótica, salud y finanzas son los ítems de esta “evaluación general”; sostén, a fin de cuentas, de cualquier existencia humana. Con intenciones de ligar, recorre aquella “geografía de época” de las décadas de los 40, 50 y 60, la que se halla en la novela de Arturo Cerretani La violencia (1956) y en más de un relato del notable –por su trabajo con/en el lenguaje– Matar a Titilo (1974), donde aparecen nuevamente “sirvientitos” y “sirvientitas”, los marineros, ferroviarios, y diversos “buscas” del mundo plebeyo; la plaza, y los “boliches” donde encontrarse, beber y relacionarse. Tal como en “La narración de la historia” de Carlos Correas, aquel relato publicado en la revista Centro en 1959 que causó tanto revuelo y escándalo, censura y amenaza de cárcel para autor y editor. Gombrowicz recorre (y a veces corre), descubre y se reconoce, y define en 1940: “Este año fue el de la ‘iniciación’. Estoy conociendo Argentina”. “Pierdo mis antiguas reservas. Me convierto en un bohemio”. Admite el “embelesamiento” por el puerto, Retiro, Constitución y sus bares, la avenida Corrientes y demás lugares donde conseguir partenaire sexual. Actividades y relaciones que le valieron en ocasiones discusiones a posteriori, por ejemplo, con Juan Carlos Gómez, rebautizado “Goma”. En Cartas a un amigo argentino (1999), hay una misiva que Gombrowicz le envía desde Berlín, en 1963, donde le dice: “de vez en cuando suelo hacerlo cuando se me da la gana”. Y más: “Soy persona sencilla y, sobre todo en materia erótica, mi maestro es el pueblo que muy felizmente desconoce totalmente la terrible homosexualidad y se acuesta con quien puede y como puede”.

A esta dimensión existencial, pulsional-libidinal de Gombrowicz, se le suman varias otras: amistades de todo tipo y color, viajes por el país –luego transformados en sustancia del Diario y de los relatos publicados luego como Peregrinaciones argentinas–, su afición por óperas y conciertos clásicos, el seguimiento de sus ingresos y egresos, y su salud (síntomas, exámenes y tratamientos, a veces bordeando la hipocondría); cierto desinterés por la política –el peronismo pre y posgolpe del 55, el Mayo Francés–, y todo un cosmopolita mundo literario, parafraseando a su amigo Ernesto Sabato, con sus apologías y rechazos: Carlos Mastronardi, Bernardo Canal Feijóo, Jorge Calvetti, Roger Pla, Antonio Berni, Jorge Romero Brest y Aldo Pellegrini por un lado, por otro Mallea, Borges y Silvina Ocampo, entre otros artistas y mecenas; sus artículos en El Hogar y La Nación; discusiones alrededor de la literatura polaca; comunicaciones con editores como Maurice Nadeau y Alfred Knopf; la llegada de ediciones de sus obras en diversos idiomas (le llegan propuestas de Japón, Holanda e Italia); cartas de personalidades como Czesław Miłosz, y Albert Camus, quien le escribió para iniciar tratativas con un director de teatro; contratos y repercusiones en la prensa internacional (Jorge Lavelli le va informando sobre su puesta de El casamiento en Francia, con gran éxito de público) y un sinfín de propuestas artísticas; sus avatares amorosos y domésticos en la relación con Rita –primero secretaria, luego concubina–, sus jóvenes amigos argentinos, etcétera.

 

Repleto de pequeños detalles, permitiendo leer entre líneas, ofreciendo datos poco conocidos, anécdotas y diversas pistas o indicios para futuras investigaciones, Kronos –complemento perfecto del Diario y de toda su obra– concluye poco antes de su muerte en Europa, entre las afecciones de salud y la fama del autor. Alguien que ambicionó ingresar al mundo literario de manera original y personalísima, irreverente, entre lo marginal y lo consagrado –entre Genet y Beckett–, consiguiéndolo, ahuyentando sus fantasmas, y agitando y multiplicando sus deseos a lo largo de toda su vida.

 

>FRAGMENTOS DE KRONOS, DE WITOLD GOMBROWICZ

1958

Cartas. Estreno de Yvonne. (25 de noviembre). 2 reseñas. Lectura de El casamiento en la Rex. Calor desde hace dos semanas. Domingo, Miguel. El 9 llegan por fin las cartas de la estancia. Propuesta: El casamiento en el teatro Slowacki. Calma erótica. Leo a Kersten. Copérnico. Absceso. Domingo, Miguel. El martes 14 partida a casa de Dus, aventura con el taxi. La mujer de Slaboszewicz con sus niños. Envío el Diario a Giedroyc. Termino la novela. Reseñas de Yvonne. Dientes. Lobería. Cartas: aparición de Trans-Atlántico. El casamiento. Bacacay. Éxito de Yvonne. Julliard publica Ferd. Abscesos. Koestler me dejó tirado. 

 

Desagradable absceso en la axila. Llegada de Verena, Jodko-Narkiewicz, Vernay. Entusiasmados con el Diario. Terminé la novela el 4 de febrero. El 12 salgo para Tandil. Tassende me cura los abscesos con tetrafenicol. Con los Lubomirski, cena en el Continental. Ejemplares de Trans-Atlántico, El casamiento y Bacacay. Amistad con Quilombo. Gana Frondizi. Llegada de Vernay en rolls- royce, discos del Continental. Ultimo la novela. Eczemas. Desaparición de Miguel.

 

Llegada a Santiago el 31 a las 23 en vagón Celofán. Llevo 5700 pesos. 7000 los dejé a Swieczewski. Hotel Savoy. La hermana de Canal Feijóo. Santucho, quien me contacta con Martínez, Secco con Ponce. El tema de la habitación. Hotel Plaza. Indios, trópico, Tandil enmascarado, buen tiempo. Respiro mal. No sé si me quedaré. El mexicano Carlos, paseo, Plaza Hotel. Habitación en la planta baja. El mexicano Mariano Paz, cena. Luis, paseo. Indio. Plaza. Encuentro intelectual: durante varios días salgo poco. Caricatura de Quilombo. Méjico. Indio Roca S.Un mes más bien húmedo y caluroso. Dolores lumbares.

En la reproducción de estos fragmentos se han eliminado las numerosas llamadas y citas, con la intención de dar al lector solo una idea del tipo de registro que llevaba Gombrowicz en Kronos.