El Banfield Teatro Ensamble, más conocido simplemente como "el Ensamble", significa mucho para la zona sur del conurbano bonaerense: espacio de formación de los vecinxs; de creación de público fundamentalmente a través de un café concert de cuño popular; escenario para festivales y ciclos de jazz con la participación de primeras figuras. Sala de creaciones propias y en la que se solían encontrar, además, algunas de las piezas destacadas de la ciudad de Buenos Aires. Lamentablemente hay que empezar a hablar en pasado porque su cierre es inminente.

La noticia, comunicada días atrás por el equipo del BTE, causó conmoción en la comunidad. Las puertas de este gigante de cemento ubicado en la calle Larrea -donde antes había un boliche llamado Majo- se cerrarán este 31 de diciembre, en el marco de la crisis que la pandemia generó. "Era casi imposible en épocas de 'normalidad' sostener económicamente una estructura tan grande como el Ensamble. Los meses de pandemia más la perspectiva de reapertura con aforo restringido nos dejaron afuera de toda posibilidad", cuenta a Página/12 el director general de la sala, Nelson Valente.

Este año, el BTE cumplió justo dos décadas. En rigor, la historia de la compañía del mismo nombre cuenta ya 25 años y el desembarco en ese complejo a pocas cuadras de la estación de Banfield data de hace 16. Lo que Valente comenta respecto de la estructura es una de las características distintivas del teatro. Ocupa 1200 metros cuadrados distribuidos en tres salas. Cuatro si se cuenta un departamento que funciona como anexo y en el que Valente estrenó la célebre y premiada El loco y la camisa. Las salas cuentan con capacidad para entre 30 y 300 personas. Aparte, el lugar posee una galería de arte y un bar. La escuela -que abarca artes escénicas, visuales, musicales y sonoras, del movimiento, literatura y formación para niños- llegó a tener 500 alumnxs y el promedio de espectadores semanales fue de 900. Por el cierre, cerca de 60 trabajadores perderán su empleo, entre ellxs docentes, actores, directores y personal de gastronomía. 

"Vivimos este momento con mucha tristeza e incertidumbre. Es duro ver caer todas esas cosas que se fueron construyendo con mucho esfuerzo -expresa el director teatral-. Por otro lado, veo las repercusiones en las redes y me produce orgullo que el Ensamble haya sido durante 20 años un espacio de participación, de laburo cultural territorial: todo el mundo de Lomas (de Zamora) pasó por ahí para hacer, enseñar o ver cosas. Siento, además, orgullo por todos los artistas que pasaron, no sólo de la zona." El BTE destacó por acercar a los espectadores lomenses teatro internacional. Se hacían, por ejemplo, festivales con obras de César Brie y también pasó por su escenario el Odin Teatret. "El día que vi a Eugenio Barba caminando por el Ensamble, después de una función, mientras los mozos armaban todo para el concert, fue increíble", recuerda el dramaturgo.

El multidisciplinario BTE -dedicado también a la danza, la música, la fotografía, el cine- comenzó como un proyecto "pequeñito" y "fue creciendo en todos los sentidos; teatral, gastronómico". La primera sede quedó inaugurada en 2000, en Lomas de Zamora. Desde 2004, ya en el actual edificio, fue convirtiéndose en uno de los complejos culturales más grandes de la zona sur. "Cuando empezamos a armarlo éramos un grupo de 20 personas, y queríamos generar un espacio dedicado a la cultura al que nos gustaría ir. Un espacio para obras, tomar algo, quedarnos ahí... Significó un lindo trabajo territorial, se generó una opción en la zona, y atrás nuestro vinieron otros. Dimos el puntapié y eso fue una marca muy fuerte", desliza el gestor.

"Nueve meses de parate, por más ayuda que hubo del Estado, deterioraron mucho la situación económica, junto a la perspectiva de lo que viene. La realidad decidió por nosotros", se lamenta. Cuenta que hubo "intentos de ayuda bienintencionados" de diferentes organismos del Estado, sobre todo del Instituto Nacional del Teatro, pero que no alcanzaron para revertir la situación. "En la pandemia aplicamos a subsidios como el Podestá y el ATP, pero tampoco alcanzaron", añade.

Claro que este episodio no es un hecho aislado. Hace poco más de diez días, un grupo de entidades denunció la situación en que se encuentra el teatro independiente porteño, alertando sobre la desaparición de espacios y puestos de trabajo. De acuerdo a las cifras de las organizaciones, cerraron por lo menos 20 salas dedicadas a la cultura en la Ciudad. "Sé que todo el sector está muy mal, incluso en esta zona", dice Valente. En agosto también estuvo a punto de cerrar el teatro El Refugio, de la misma localidad. No ocurrió porque, de acuerdo a lo informado por sus gestores, pudieron salvarlo gracias a un adelanto de subsidio que ofreció la Municipalidad.

En la cuarentena, el BTE continuó con la formación de manera virtual y además fue de los primeros teatros en diseñar una programación de streaming. "Funcionamos toda la cuarentena de miércoles a domingos. Los miércoles hicimos tertulias, vivos de Instagram; los jueves stand up; los viernes café concert, sábados obras de teatro y domingos ciclos de música", detalla Valente. Hasta que se cierren las puertas habrá espectáculos en la página web. El sábado se verá La alucinada, de Ignacio Gómez Bustamante; el domingo habrá otro capítulo de las Tertulias bárbaras; el lunes será el turno de Canciones Inefables, con Ayelén Machena, Silvina Aspiazu y la banda Compañía Banfield Teatro Ensamble.

El futuro del grupo es incierto: "Todavía no pensamos nada sobre cómo seguir. Económicamente está siendo difícil cerrar, tenemos deudas de todo estilo y con todo el planeta. Estamos abocados a la venta de patrimonio y al cierre", concluye Valente.