“Estoy harta de sus peleas”, les dice la hija mayor a sus padres Antoine y Alice, quienes después de muchos años de matrimonio y un notorio desequilibrio en la ocupación de los deberes parentales están atravesando una crisis tan fácilmente identificable como típica. Mientras que Alice (Audrey Lamy), una abogada y jueza exitosa, sostiene no sólo económicamente a la familia, sino que atiende en gran medida las cuestiones ligadas a la crianza y el orden del hogar, Antoine (Manu Payet), baterista y empresario musical, continúa a la caza de ese gran descubrimiento que lo transforme finalmente en un productor discográfico exitoso, algo que bien podría ocurrir o no con la grabación del disco de la joven Angélique (la chanteuse Joe Bel). El hombre sigue llegando muy tarde a casa, olvidando obligaciones elementales y relegando cualquier cosa que no tenga que ver con su ansiado deseo y no pasará mucho tiempo hasta que Todo para ser felices, segundo largometraje del francés Cyril Gelblat, disponga todas las cartas sobre la mesa, aunque el principio de la separación de esa pareja dará inicio a una mezcla y nueva repartija de la baraja.

Parte drama familiar, parte comedia de costumbres –ambos entrelazados sin solución de continuidad–, la película describe con toques humorísticos no exentos de cierta leve amargura algunos de los dilemas de esa edad intermedia, las cuatro décadas, en la cual los conceptos de carrera, maternidad/paternidad y realización personal comienzan usualmente a tambalear, ligeramente o con la fuerza de un ciclón. Físicamente divorciados, el hombre comienza a relacionarse con una joven admiradora al tiempo que Alice inicia una relación con otro caballero. Un viaje inesperado deja a Antoine a cargo de las chicas (de unos 10 y 5 años, aproximadamente), punto de partida para un regreso del humor, pero también de un cambio esencial en su crecimiento como padre. En los mejores momentos del film, Gelblat –autor asimismo del guion– logra reunir esos dos tonos con cierta gracia y una amabilidad que evita cualquier clase de golpe bajo, que afortunadamente nunca golpea a la puerta. La franco-portuguesa Aure Atika, en tanto, interpreta a la hermana del protagonista, al mismo tiempo ancla emocional y origen de nuevos conflictos.

Manu Payet construye a Antoine con una enorme simpatía y buen talante, contrastando abiertamente con la sequedad y dureza de su ex esposa. La posibilidad de una mirada misógina quedará finalmente inhabilitada por razones que no se revelarán aquí, pero esos rasgos casi opuestos son arrastrados por el film hasta el último tercio, un problema narrativo que el film termina resolviendo sólo sobre el final. El guion ofrece la posibilidad de un happy ending pero también de su contraparte, y en esa coda apurada durante la cual comienzan a rodar los títulos de cierre se siente la indecisión última de un guión que supo desde donde partir pero se perdió un poco en el camino. Felizmente, Todo para ser felices no juzga ni mira con desprecio a ninguno de los personajes y eso termina favoreciendo a una película pensada para el gran público que, a pesar de ello, evita en líneas generales la caracterización estereotipada o el lugar común como evento dramático.