Se aproxima un nuevo golpe al bolsillo y esta vez no es el plus sobre el abono del cable para ver los partidos en casa. Aquella medida fue a partir de una decisión del gobierno: la cancelación del Programa Fútbol para Todos. El aumento en el precio de las entradas generales lo determinó la AFA. El deporte que más consumen los argentinos es cada vez más caro. El incremento reciente que aprobó el nuevo Comité Ejecutivo que encabeza Claudio Chiqui Tapia asciende al 25 por ciento. Pero si se suma al 25 por ciento que habían subido las populares en enero de 2016 bajo la presidencia de Luis Segura y al 33 por ciento de septiembre del mismo año –decisión que tomó la Comisión regularizadora que presidía Armando Pérez– los porcentajes acumulados llevaron la entrada de 120 a 250 pesos. Un 108,3 por ciento más arriba. La inflación sin anestesia en que sumergió al país Mauricio Macri apenas ocupó la Casa Rosada fue del 40,09 por ciento el año pasado y en lo que va del primer trimestre de 2017 llegó al 7,01. Son índices de la ciudad de Buenos Aires. Estos porcentajes acumulados en quince meses arrojan casi un 50 por ciento. O sea, a partir del 21 de abril próximo, ir a la cancha costará algo más del doble de lo que aumentó la inflación. ¿Quién podrá desembolsar 250 pesos para ver, por ejemplo, Aldosivi-Newell’s o Patronato-Olimpo la fecha en que comiencen a regir los aumentos?

La impopular medida que tomó la nueva dirigencia ahora, solía votarse en la AFA antes de que comenzaran los campeonatos. Julio Grondona, durante sus 35 años de gobierno, consultaba a la gerencia sobre el tema. “No había una fórmula, aunque se tomaba en cuenta el costo de vida”, le dijo a Página 12 un hombre que convivió con el ex presidente durante casi dos décadas. Lo llamativo es que el aumento que se aprobó el martes por la noche, se difundió cuando ya se disputaron dos tercios de los partidos de cada torneo. Los nuevos precios son: en Primera División 250 pesos (antes 200), B Nacional 225, Primera B Metropolitana 170, Primera C 150 y Primera D –el único certamen amateur– 110 pesos. 

Si se comparan estos valores con lo que sale el ingreso a un espectáculo como el cine, son sustancialmente mayores. Por ejemplo, la cadena Atlas vende las entradas de jueves a domingo a 180 pesos y el resto de los días a 140. Se debe tomar en cuenta también que todas las salas tienen promociones de dos por uno cuando se paga con determinadas tarjetas de débito o crédito y también con otras de grupos mediáticos o por estar abonado a determinado servicio. 

El 31 de agosto del año pasado, el comité regularizador que designó la FIFA había subido la entrada general de Primera División de 150 pesos a 200. El porcentaje del 33 por ciento se acercaba bastante a la inflación que en ese momento ya se había desatado por la devaluación del peso. Con un antecedente clave que se arrastraba desde enero del 2016. Ese mes, los tickets para el fútbol ya habían subido un 25 por ciento. De 120 pesos a 150 solo para la máxima categoría. Es decir que, con los tres aumentos que se aprobaron desde que Macri asumió la presidencia de la Nación, el valor de las entradas siempre superó con holgura a la inflación. Al revés que los sueldos.           

El incremento de las entradas populares –habría que rebautizarlas con otro nombre– no condiciona a los clubes en el valor que pueden aplicarle a otro tipo de localidades. Habría que ver hasta dónde son capaces de subir el precio de una platea o de los palcos, hoy transformados en un consumo suntuario si de ver fútbol se trata. Si se convierte el valor de la nueva entrada general al de la divisa estadounidense, su cotización rondaría los 16 dólares. Eso es lo que habrá que pagar a partir de la fecha 21° del campeonato de Primera División que empezará a jugarse el viernes 21 de abril. Y si al valor de un boleto para ver el partido del equipo favorito hay que agregarle el costo del transporte para ir hasta determinada cancha, el choripán y una bebida, y siempre que no se compre un banderín o una bandera, la excursión futbolera bien puede rondar los 500 pesos por cabeza. Grupos familiares abstenerse. Padre e hijo también. Con lo que eso conlleva. El atentado contra un ritual que ha solidificado las relaciones intrafamiliares a través de varias generaciones.

[email protected]