A pesar de que estaban pronosticadas lluvias cercanas a los 100 milímetros, nadie imaginó en Villa Gesell que para antes del mediodía la ciudad quedaría colapsada por un diluvio y fuertes vientos de 50 kilómetros por hora. Como si la estricta cuarentena aplicada por la localidad durante el invierno (con épocas de toques de queda a las 15 horas) y una temporada con restricciones y el miedo a nuevas medidas sanitarias por la acumulación de turistas fuera poco, ahora se suma este temporal que dejó a la Villa sumida bajo el agua.

Las consecuencias fueron numerosas, aunque felizmente sin víctimas de momento. Lo más notable se apreció en las calles, fundamentalmente en la Avenida 3 (la arteria principal) pero sobre todo en aquellas que desembocan en el mar, convertidas en furiosos cursos de agua que taparon autos e incluso arrastratron a uno hasta la propia playa a la altura del paseo 136. El registro de milímetros de agua caídos terminó siendo de 130, un 30 por ciento más de lo pronosticado.

El agua también ingresó con rapidez a locales, lo cual obligó a los comerciantes a actuar con desesperación para no perder la mercadería tras casi un año de inactividad y una temporada que, al menos en Gesell, no termina de arrancar. Mientras tanto, la lluvia y el viento anegaron varios barrios e interrumpieron los servicios de luz, agua corriente y telefonía.

El cuerpo de Bomberos Voluntarios realizó al menos 30 servicios por contingencias, la mayoría de ellas producto de caídas de árboles e inundaciones. En tanto, Defensa Civil recomiendo a los residentes y turistas no salir de sus casas hasta tanto el agua no drene.

Lo sorprendente de todo esto es que, así como el aguacero cayó de manera intempestiva, pasadas las 14 horas la lluvia cesó e incluso salió el sol. Esa pausa le permitió a los distintos organismos realizar trabajar para reparar los daños ocasionados, algunos de ellos de magnitud.

De todos modos persiste el miedo porque el cielo vuelva a oscurecerse y se repita lo sucedido a la mañana. Este tipo de episodios meteorológicos son habituales en la Costa Atlántica durante el verano, pero en Gesell se producen con inusitada violencia, convirtiéndose casi que en un clásico al que todos le temen por las consecuencias que genera y el fuerte trabajo de recuperación que demanda.