“Al terminar de subir el disco, luego de la devolución que me hicieron algunos amigos, me dijeron que es un disco que interpela. No había pensado en esa palabra, pero es así. De hecho, el disco también me interpela a mí”, comenta Sergio Álvarez sobre Claroscuro (La Bohardilla Discos), el nuevo álbum de Álvarez & Los Borges, ya disponible en plataformas.

Los primeros temas de Claroscuro establecen de modo claro el sonido y la lírica por venir. Vale prestar atención a la seguidilla que integran “Rock Suicida”, “Guerra”, “Primates”, una concatenación contundente, donde cierta cultura del rock es puesta en entredicho. “Mientras uno va madurando, creciendo, la oreja se abre a otras cuestiones y lecturas. Hace un tiempo que la cultura rock, para decirlo de alguna manera, estaba floja por varios lados. Pero nunca se había puesto la lupa sobre la gente, porque la gente parece sagrada, ¿cómo uno va a interpelarla? Me pareció interesante verlo desde ese punto. Esta cosa de la futbolización que sufrió el arte, pero sobre todo el rock, comenzó como algo pintoresco pero terminó por quitarle profundidad al tema. Se dejó de ver si la música era buena o mala, para pasar a ser una cuestión de aguante: a ver quién llenaba más tal lugar, a ver quién hacia el pogo más grande, a ver quién tenía el aguante mayor. Fue eso lo que me llevó a esta interpelación. Primero desde afuera, como observador, pero también desde adentro, porque uno fue público en cierto momento”, continúa el músico.

Lo interesante es cómo Claroscuro –segundo disco del grupo tras Punto de Partida (2014)- dice lo que piensa, desde un sonido definido. Es rock. Una banda de rock. Que Sergio Álvarez (voz, guitarras, teclados) integra junto a Luciano García (guitarras), Cristian Gutiérrez (bajo) y Mariano Brarda (batería). “Es un compromiso que uno toma hacia la música y hacia lo que le gusta, porque justamente es tomar partido, y decir desde nuestra humilde posición, la de una pequeña banda autogestionada e independiente, y ver qué granito de arena podemos aportar a la discusión, desde donde estamos parados y mediante lo que estamos haciendo. Al terminar el disco y revisar un poco la lírica, noté que es un disco que interpela las relaciones humanas, a nivel macro y micro. Las canciones de amor, de hecho, no son las típicas sino que también apuntan a lados más introspectivos, mientras las otras lo hacen sobre un costado humano más ligado a la lógica de los bandos”, subraya.

-El mismo ordenamiento de las canciones, en cuanto a sus temáticas, va de lo general a lo particular.

-No voy a decir que el orden haya sido por casualidad, pero no estuvo pensado argumentativamente; luego me di cuenta, por esas cosas del azar, que había quedado bien. La verdad es que fue como una sorpresa. Empieza desde lo grupal y luego se orienta más a lo personal, pero siempre desde la interpelación.

Con el anterior Punto de Partida hay una relación que es también la de una comprensión musical distinta. En este sentido, el músico explica que “hay una diferencia metodológica con respecto al primer disco. Punto de Partida fue un disco de un tinte más individual, introspectivo y personal. No te digo que es un disco hecho con el corazón roto pero sí con el corazón no del todo sano. Era más cancionero y con muchas guitarras acústicas. En este segundo trabajo hubo una línea musical que se decidió casi desde el primer momento, y consistió en no poner guitarra acústica. Es un disco de rock con una formación de banda clásica: dos guitarras, un bajo, una batería, y algún ornamento con el teclado como para generar algún clima. Pero no mucho más”.

-Sobre el final destaca “Vení”, un blues que marca un impasse, antes de volver al sonido habitual y concluir con “Sombras en mi alma”.

-Es el tema que quizás menos interpele, también porque después de “cantar las cuarenta” sería como decir: “sentémonos un rato y disfrutemos de lo bueno". “Vení” es un tema compuesto con mi compañera en mente, como para decir que si bien uno se pone en un papel de observador, también llega un momento en el que uno se aplaca y reconoce lo bueno que tiene alrededor, no son todas pálidas.

-Por otro lado, el disco evidencia el entendimiento que hay entre quienes integran la banda.

-Antes que nada, funcionamos bien porque somos amigos. Me cuesta mucho relacionarme musicalmente con gente con la cual no tengo algún vínculo afectivo. Parece traído de los pelos, pero viste cómo son a veces estas cuestiones. Necesito compartir algún tipo de empatía; por eso, antes que ser un grupo de músicos somos un grupo de amigos. Con Cristian Gutiérrez hace 20 años que tocamos juntos, en diversas bandas que patearon la escena subterránea de Rosario, así que tenemos un conocimiento mutuo que es prácticamente de guiño de ojo: yo ya sé lo que él quiere y él lo que yo necesito. Por otra parte, el funcionamiento de la banda siempre es grupal, y si bien por una cuestión de inquietud yo soy el que empieza las canciones, el formateo siempre lo aporta el grupo.