Desde Quito.Ecuador vota este domingo en una elección presidencial y legislativa determinante. En este país andino, costeño y amazónico, situado entre Colombia y Perú, paradigmático de este tiempo político, se juega una de las piezas del tablero continental, en la cual puede ganar el progresismo o profundizarse un neoliberalismo en una de las épocas más complejas e inciertas de nuestro tiempo.
El país llega exhausto luego de cuatro años de de Lenin Moreno, un caso modelo de traición política. El actual presidente, que fue vicepresidente de Rafael Correa del 2007 al 2013, persiguió a quienes lo llevaron al gobierno, cambió radicalmente de política económica interna y de política exterior. Asumió bajo una proyecto progresista y latinoamericano, giró a un neoliberalismo con alineamiento irrestricto con Washington.
Moreno ya representa, en lo personal, el pasado. Su perspectiva política quedó sepultada durante el levantamiento indígena y popular en octubre del 2019 y, luego, por la falta de respuesta ante la pandemia y su reflejo, ya habitual, de esconderse -literalmente- ante la crisis. Pero Moreno nunca fue una apuesta estratégica, sino una pieza de transición que ya cumplió su papel, con un elevado impacto económico, institucional y geopolítico.
Su continuidad es Guillermo Lasso, cuyo programa económico fue implementado bajo Moreno. Lasso es banquero, neoliberal, con cuentas offshore, derrotado en las urnas en el 2013 y 2017. Por el momento el candidato aparece como segundo en la mayoría de las encuestas -un lugar disputado con Yaku Pérez, candidato del partido Pachakutik- y su aspiración es llegar al ballotage, que sería en abril, para intentar armar un frente anti-correista.
Se trata de una elección bajo fuertes sospechas, algo que atraviesa las conversaciones con quienes han venido a Quito para las elecciones. Las irregularidades del Consejo Nacional Electoral (CNE) han sido muchas desde el inicio, como impedir la inscripción de Correa a la vicepresidencia en fórmula con Andrés Arauz, suspender el registro de la lista electoral bajo la cual la revolución ciudadana se había presentado en la última elección, o dejar en vilo la elección de candidatos al parlamento andino para el domingo.
El CNE ha sido cuestionado por diferentes fuerzas políticas. Su falta de transparencia, parcialidad, forma parte de un proceso de degradación institucional que ocurrió en años del gobierno de Moreno. La aplicación del lawfare, con utilización de diferentes poderes -con epicentro en el judicial- para acusar, perseguir, descabezar, ha dado lugar a una institucionalidad que, ante la contienda del domingo, muestra su poca credibilidad, así como su rol político.
Existen, en ese marco, hipótesis sobre posible cartas y maniobras de última hora para modificar la voluntad popular, construir escenarios de incertidumbre o crisis que impacten sobre el resultado final. Un contexto que recuerda al que sucedió en Bolivia en octubre del 2020, que logró ser anulado debido a la amplitud de la victoria de Luis Arce con 55,1 por ciento de votos y más de 25 puntos de diferencia sobre el segundo. Por eso, en este caso también, parte de lo decisivo del domingo será la amplitud o no del resultado.
Parte de las sospechas también están dadas por el reciente viaje que realizó Moreno a Washington, donde, junto a la ex ministra de Gobierno, María Paula Romo -recordada por su rol en la represión de octubre del 2019- se reunió con funcionarios determinantes para la política latinoamericana, como Juan González, director para el Hemisferio Occidental del Consejo de Seguridad Nacional, Luis Almagro, secretario de la Organización de Estados Americanos, Marco Rubio, nombrado en 2020 titular del Comité de Inteligencia del Senado.
Una de las traducciones de esa reunión fue el redoble de ataques mediáticos contra la campaña de Arauz. La apuesta de Washington para Ecuador es mantener la continuidad neoliberal-subordinada construida bajo Moreno y, en consecuencia, su candidato actual es Lasso o quien pueda enfrentar al correismo, que representaría el regreso de una política latinoamericana, abierta al escenario geopolítico, particularmente en materia de inversiones, en un contexto de fuertes disputas.
Las urnas abrirán a las siete de la mañana y cerrarán a las cinco de la tarde el domingo, momento en el cual podrían aparecer especulaciones u operaciones políticas. Por el momento el cuadro ha sido de calma en las calles, con poca presencia de la campaña en las calles de Quito, una ciudad que enfrenta la recesión y la segunda ola de pandemia con el recuerdo traumático de la primera, por lo sucedido en Guayaquil, cuando los hospitales colapsaron y aparecieron muertos en las casas y en las calles.
Sin embargo, la elección está en boca de la mayoría, en las conversaciones al subirse a un taxi, tomar un café. Las respuestas sobre preferencias electorales son heterogéneas y, a veces, esquivas, en un contexto político que ha estado marcado por persecuciones políticas dirigidas desde el gobierno. Por eso, entre otras de las variables, existe la del voto oculto, es decir el de quienes no expresan abiertamente a quien votarán el domingo, un voto que, se estima, podría ir a la candidatura de Arauz.
El resultado del domingo impactará sobre el país y sus perspectivas para los próximos años. Es mucho lo que está en juego para América Latina, algo que puede verse en los apoyos dados por Alberto Fernández y Pepe Mujica a la candidatura de Arauz, por ejemplo, o quienes han venido a Quito para esto días que forman parte de una disputa continental.