El clima que desprende el disco Ensayo con Vestuario es el de las bambalinas, el que tiene lugar tras los decorados entre el nervio, las pruebas y las contramarchas. El momento previo a salir a escena. El de la última puesta en práctica donde todo está estudiado y el vestuario puesto. Ahí va Ombligo. Con nueve canciones que entremezclan rock, funk, R&B, en un diálogo orientado por ciertos pasos de jazz.

“Yo armo borradores en la guitarra criolla, junto con las letras, pero durante el proceso la canción se genera mancomunadamente”, comenta Luifa San Filippo, guitarra y voz del grupo que integra junto a Luciano Corbino (bajo), Quimey Trbojevich (trompeta) y Tomás Viú (batería). “Hay una atmósfera, un clima, una imagen desde la que se quiere contar. También narraciones de algo vivido o captado, como si fuera la secuencia de una película. Nos une mucho el cine, la arquitectura, lenguajes que están dando vueltas con el fin de contar desde una espacialidad sonora”, agrega.

Ombligo se fue encontrando con su primer disco a partir de una demanda suscitada por las canciones. Luifa cuenta que “se habían reunido 15 canciones, y con el bajista de entonces, Alexis Kanter, grabamos un último ensayo antes de que se fuera a vivir a Córdoba. Lo hicimos en Decibelio Records, y lo que quedó resultó algo a medio camino entre las grabaciones de un ensayo y un disco. Nos entusiasmamos con grabarlo mejor y nos metimos en una jornada maratónica de más de 10 horas. Surgió la idea de definirlo como un disco, y de las 15 canciones quedaron 9. Lo terminamos de grabar en el Fructuoso Record Club y ahora ya está subido a la redes”.

-Puede decirse que es un disco que se fue modelando y sin previo aviso.

-Tiene mucho de eso. Con Ombligo realizábamos dos shows anuales más o menos grandes, además de otros en lugares más acotados. Con esto de no poder tocar nos propusimos ahora grabar los 6 temas que quedan y desde la impronta de lo que sucedió en aquella primera grabación, que tiene que ver un poco con cierta idea del jazz, de tocar con la banda en vivo y registrarlo. Aun cuando no tengamos la virtuosidad de aquellos monstruos de la música, vamos a intentarlo. Lo nuestro tiene que ver con cierta convivencia entre un ensayo, un vivo y un disco. Jugamos con esto de estar a pelo de la imperfección o de que falle una nota. Pero con la idea de seguir adelante, porque eso es parte de la música en vivo. Pensamos que es una propuesta artística válida, en un mundo que se presenta ordinariamente literal, con todo corregido o perfecto. Esto es más vivo. Casi no hay máquinas, nada de efectos. Los instrumentos están muy crudos, tratando de rescatar la sonoridad. Nosotros no tocamos con metrónomo, el pulso lo da la canción. Lo que hace que sea un laburo más difícil al momento de editar, pero son apuestas.

-¿De dónde vienen las referencias?

-Los cuatro somos de escuchar mucha música y nos permitimos que aparezcan transformaciones. No nos censuramos. Antes que buscar un género dejamos que la música vaya apareciendo. Tratamos de escuchar qué dice el otro. En lo personal, me gusta mucho la música brasilera y el jazz. Mi abuelo fue cantante de tango, así que ahí también hay una raíz. En cuanto a las letras, tienen que ver con cierta intuición, con lo que uno va observando o viviendo. El relato de la canción se relaciona con algo más visual, y el disparador puede venir desde cualquier lado, una frase, algo que viste o la literatura. Lo que tratamos de sostener es corrernos de la literalidad. Cuando tengo un borrador y vemos que gusta, le buscamos el múltiple sentido. En el caso de “En el Bote del Amor”, todo comenzó con una lluvia y alguien que dijo “empezó a llover adentro”. Me quedó esa frase; tocando unos acordes la canté y me pregunté por qué llovía adentro. Tal vez porque alguien llora. Si es así, por qué llora. Lo que surge es un juego de palabras y de lecturas interpretativas, pero sin mostrar. Todo es una metáfora. Comienza de una manera y culmina en un diluvio.

Luifa dice que el disco, de algún modo, tiene que ver con continuar lo que ya venían haciendo en vivo, “porque era un disco que había sonado y estuvo en la calle”, pero también que tras un par de años de escenarios era algo que le debían a esa misma gente que los acompañó. A la vez, la construcción simbólica de un mundo íntimo de escenario, entre tablas, lamparitas y vestuario, no deja de resultar una suerte de emulación de lo que se extrañó durante la pandemia y que ahora parece estar en trance de ser recuperado. “Ese espacio de bandolinas es muy intenso, y volver de eso también lo es. Juanma Reche se encargó del arte de tapa y el dibujo nos gustó, porque es una representación y no es tan real como una foto. Permite jugar con la imaginación y con algunos detalles de lo que está dando vueltas por ahí”, señala Luifa. El disco se presenta también con una “CalQR” disponible en ombligo.musica.ar, que se vende a un precio simbólico y permite cargar la música en el celular. “Nos pareció acorde a los tiempos que se viven, y no deja de ser una colaboración que nos permite seguir grabando”, concluye.