El miércoles a la noche, mientras jugaba un partido de fútbol, murió Juane Basso Feresin, militante de HIJOS, periodista, uno de los fundadores del periódico El Eslabón y la cooperativa La Masa, conductor del programa Noticias Pirata, articulador incansable del campo nacional y popular, padre de Juana y Pedro, compañero de vida de Nadia Schujman, hermano, amigo incondicional de sus amigues y compañero presente en todas las luchas. Tenía 44 años, había nacido en cautiverio el 11 de febrero de 1977 en el Hospital San Roque de Paraná. Su mamá María Eugenia Saint Girons estaba detenida ilegalmente y el día anterior habían secuestrado a su papá, Emilio Feresín. Periodista y militante, al mismo tiempo y de forma complementaria, Juane sufrió una descompensación en pleno partido, llegó a decir "no doy más" y se acostó en el piso. Ningún esfuerzo por reanimarlo dio resultado. A la medianoche comenzó a conocerse la noticia, que inundó de tristeza a la militancia de una ciudad donde dejó un legado enorme de acciones, palabras siempre lúcidas y caminos por recorrer. Sus límites eran bien claros: los enemigos del pueblo. Con quienes estaban de este lado, tenía una paciencia infinita para pulir los desacuerdos y avanzar en conjunto. Peronista, de Newell's, Juane sabía escuchar. Y cuando miraba, generaba la sensación de conocerlo desde siempre. Sonreía con generosidad, ofrecía lo que tenía a su alcance y siempre estaba dispuesto a poner su esfuerzo en la construcción colectiva. 

"No perdono a la vida desatenta, no perdono a la muerte enamorada", escribió el poeta Miguel Hernández su Elegía. Imperdonable. Si la muerte temprana siempre es injusta, la de Juane amplifica el vacío que deja en sus amores más cercanos y en quienes compartieron sus militancias. Con el dolor a flor de piel, es difícil tomar la dimensión de su ausencia para todas las luchas populares de la ciudad. Ayer, en su despedida, las compañeras y compañeros de HIJOS se negaban a creerlo. "El Juane no puede faltar, no puede faltar", repetía una de ellas entre lágrimas. "No lo puedo aceptar", dijo Ana Moro, de la Ronda de las Madres de la Plaza 25 de mayo, en la puerta de Caramuto, donde se congregaron militantes de diferentes organizaciones y espacios. "Era el motor", repetían una y otra vez sus compañeres. "Estamos destrozados con esta noticia que no la esperábamos. El martes estuvimos reunidos por zoom, organizando todo lo del 24, él era nuestro motor. Por su juventud, por su esfuerzo, por su claridad", expresó Moro en una entrevista con José Maggi por LT8. El recuerdo de Ana Moro subrayó que Juane era "el que organizaba, el que hablaba, el que decía". También destacó esa voluntad de consenso que lo distinguía: "Siempre trataba de unir, de estar en conjunto, de que no nos separásemos". 

Juane con sus hijes Juana y Pedro. 

Todo lo construido por Juane en 44 años habla de su forma de habitar la vida. Desde que comenzó a estudiar Comunicación Social desechó el camino de la objetividad y sus comodidades. Así está plasmado en el tercer episodio del documental Los días del juicio, que ayer compartió en sus redes sociales el realizador audiovisual Pablo Romano. "El periodismo es un lugar donde se da también la puja por el poder. Entonces, el lugar que uno asume como periodista es también porque entiende que es un lugar interesante para también dar esa batalla, quizás en el plano cultural, en el plano simbólico. Y nosotros hemos elegido no esconder esas pasiones o esas imparcialidades que nos cruzan", dijo en esa entrevista y terminó: "Nosotros somos querellantes, o periodistas, o militantes. O sobrevivientes, también".

Así fue uno de los fundadores del periódico El Eslabón, un mojón de los medios comunitarios de la ciudad. "Gracias a la convocatoria de Julián Lafuente, el 2 de septiembre de 1999 pusimos en la calle el número cero de El Eslabón, de la cadena informativa. Con el “Pecos” Jerónimo Principano, el Rodri Miró. Los cinco del autodenominado Grupo Editor, pero que ya tenía una banda de comunicólogos capísimos: el Javi García Alfaro, el Yayo Daniel Ekdesman, Alfredo Montenegro, Carlitos Del Frade", es parte de un relato que compartió ayer en Facebook Matías Ayastuy, su amigo y compañero de militancia en HIJOS. A los 19 años organizaban los escraches a genocidas que entonces estaban libres, y con las leyes de impunidad vigentes. 

Con esa misma convicción impulsó la cooperativa de comunicación La Masa, en la que era parte fundamental. Podía sostener un micrófono del acto mientras escuchaba un testimonio que luego convertiría en una nota para Redacción Rosario. 

Fue uno de los artífices del Espacio Juicio y Castigo de Rosario, un conglomerado de organizaciones que organizó cada "aguante" de los juicios por delitos de lesa humanidad desde 2009. Nadia querellaba como abogada en la sala de audiencias y Juane trabajaba en la organización del acompañamiento popular que abrazaba a cada testigo.

En 2017, cuando comenzó el juicio por la desaparición de su padre Emilio Feresin, Juane dio una entrevista en La Marca de la Almohada, de Radio Universidad, la emisora donde conducía Noticias Piratas. Contó la historia de sus apellidos: "Cuando tenía ocho años, en Rufino, cuando mi vieja ya había quedado embarazada de Hugo Basso, y se venía el inicio de la escuela, mi vieja me preguntó si yo quería tener el mismo apellido que iban a tener mis hermanos, porque ellos se habían casado hacía poquito. Y la verdad que la idea de tener un papá por fin me cerraba y la relación que habíamos construido con Hugo era alucinante. Tenemos una muy linda relación. No lo dudé", relató. "Pero alrededor de los 20 años, me pareció que tenía que reivindicar la identidad de mi padre desaparecido, que era una manera de hacer justicia y comencé lo que se llama el proceso de filiación". Le llevó diez años sumar el apellido Feresin para reivindicar, junto a las banderas de los 30.000 desaparecidos, su propia historia familiar. Su forma de construir en HIJOS también hacía honor a la convicción de que no hay derechos humanos separados de las luchas populares, y que "todxs somos hijxs de la misma historia". 

La ternura es un concepto profundamente político, decía Fernando Ulloa. Juane lo hacía carne. En los próximos días, lo seguirán despidiendo sus compañeros y amigos, porque una pérdida como ésta sólo puede elaborarse de forma colectiva. Como a todo luchador, a Juane se lo despide con un "Hasta la Victoria Siempre". Y resulta insoportable porque él hará falta acá para construirla.